Sotres (Cabrales), B. MORÁN / R. L. MURIAS / R. DÍAZ

Solo en la medianoche en el refugio de Urriellu, a casi dos mil metros de altitud, con un metro de nieve en el exterior, sin teléfono ni electricidad, y con un agudo dolor en el pecho, consecuencia de un infarto. Eran las precarias condiciones en las que se encontraba Antonio Gómez Albarrán en la noche del pasado martes, cuando, a través de la emisora del refugio, pidió ayuda a los servicios de emergencia. Comenzó entonces una auténtica carrera contra el reloj para rescatar a este extremeño de 59 años, domiciliado en Madrid, que desde el pasado mes de agosto trabaja como cocinero en el refugio situado justo debajo del mítico Naranjo de Bulnes. La nieve, la niebla y la oscuridad de la noche provocaron que el rescate se retrasara hasta la mañana de ayer. Antonio Gómez Albarrán permanece ingresado en el Hospital Central de Asturias, donde se recupera de la crisis cardiaca. Su pronóstico es reservado, pero, según su compañero de trabajo, el guarda de Urriellu, Tomás Fernández, a última hora de la tarde de ayer estaba «consciente, estable y contento».

El guarda de Urriellu conseguía ayer por la tarde hablar por teléfono con una de las enfermeras que atendía a su compañero. Al percatarse de que alguien llamaba, Antonio Gómez Albarrán preguntó quién era. «Cuando la enfermera le dijo que era yo le pidió que me trasladara que tenía las llaves del refugio en el bolsillo, que había cerrado nuestra habitación y la cocina y que, como es habitual, el resto del edificio había quedado abierto por si llegaba algún montañero». Todo un ejemplo de profesionalidad.

Antonio Gómez Albarrán, un auténtico aventurero que ha recorrido medio mundo enrolado en diferentes barcos como cocinero, empezó a sentirse indispuesto el martes por la tarde. Los continuos vómitos y un fuerte dolor torácico le llevaron a comunicarse con el 112-Asturias a medianoche. Mientras el médico rescatador Juan Figaredo hablaba con él para determinar el origen de la dolencia y le daba instrucciones y ánimos, el grupo de rescate de Bomberos de Asturias se ponía en marcha. Cuatro bomberos y un médico partieron en un todoterreno, hacia los Picos de Europa, donde el riesgo de aludes era alto.

El cocinero de Urriellu, mientras tanto, daba cuenta a Emergencias de que los problemas se multiplicaban: había agotado el combustible y la batería de la emisora daba señales de que estaba a un paso de agotarse. Los servicios de rescate le aconsejaron apagar los equipos para economizar energía y utilizarlos sólo si empeoraba su estado.

Alrededor de las cuatro de la madrugada, el grupo de rescate llegaba, con su vehículo equipado con cadenas, más allá de los invernales de Cabao, en Sotres. La nieve obligó a los rescatadores continuar el viaje a pie. El equipo de rescate, con la ayuda de los esquíes, logró llegar hasta el refugio de La Terenosa, situado aún a unas dos horas y media a pie del refugio de Urriellu en condiciones normales. Claro que en ese momento la nieve superaba el medio metro de espesor. Los rescatadores tuvieron que esperar allí hasta el amanecer.

El cocinero de Urriellu, mientras tanto, no daba señales de vida. Emergencias intentaba cada pocos minutos hablar. No fue posible en toda la noche. El temor y la incertidumbre por su estado crecían a medida que avanzaba la madrugada.

Al amanecer, el equipo de rescate solicitaba la intervención del helicóptero medicalizado, porque la zona estaba tomada por la niebla y había riesgo de aludes. Acto seguido, dos bomberos, junto al piloto, partían hacia el refugio de Urriellu en helicóptero. Tras recoger al médico rescatador cerca de La Terenosa, el helicóptero llegaba a Urriellu sobre las diez de la mañana. Después de recibir una primera asistencia sanitaria, el enfermo fue evacuado a Arriondas y, en ambulancia, al Hospital Central.

Los bomberos y el médico que participaron en el rescate del cocinero del refugio, ya de regreso en su base de La Morgal, aseguraban a la TPA que la actuación de ayer no fue mucho más complicada que cualquier otra. El rescatador Antonio Villena señalaba que fue, simplemente, «una de las primeras invernales» del año. Su compañero José Luis Teixido destacaba los problemas para aterrizar en la vega de Urriellu, aunque contratiempos de este tipo suelen ser habituales en la montaña.