Oviedo,

María José IGLESIAS

En Asturias, con un millón de habitantes censados, hay oficialmente 140.000 personas -el 14 por ciento de la población- que viven por debajo del umbral de la pobreza, una categoría en la que entran quienes sobreviven con una renta anual inferior a 6.278 euros, ingresos en los que la estadística gubernamental fija el listón. Asturias se encuentra debajo de la media nacional, del 20 por ciento de pobres, aunque por encima de comunidades cercanas, como el País Vasco donde los pobres relativos son sólo el 8 por ciento.

Lo indican los datos del Instituto Nacional de Estadística, que paradójicamente también refleja que quienes conservan sus salarios en Asturias, reciben cantidades superiores a la media nacional. La razón es el «tirón» que aún ejercen las prejubilaciones mineras y siderúrgicas o la estabilidad de los sueldos de los funcionarios. Esa cara de Asturias contrasta con la de quienes viven con el salario social que apenas rebasa los 400 euros o con prestaciones por desempleo de poco más de 400. Además, al mapa de la pobreza en la región, centrado hasta hace poco en colectivos «marginales» y en algunos barrios urbanos, se han ido añadiendo desde 2007 -el año en que estalló la crisis- un nuevo tipo de pobres. Son familias que llevaban una vida normal y que de la noche a la mañana se han quedado sin ingresos por la pérdida del empleo. El nuevo perfil de pobre es el de un parado, principalmente mujer, con hijos, y que no pertenece a un sector marginal. También crece el porcentaje de pobres españoles, frente a los inmigrantes que sufren necesidades. Son los nuevos pobres de clase media.

Que las cifras del paro crecen lo corroboran los datos. El número de parados registrados en los servicios públicos de empleo de Asturias aumentó en enero en 5.088 y pasó a ser de 80.925, según el último informe del Ministerio de Trabajo. De forma paralela se incrementan las peticiones de ayuda social. Entre 2008 y 2009, las familias que acudieron a los servicios de Cáritas aumentó en un cincuenta por ciento. Pasaron de 6.062 en 2008, a las más de 9.000 que solicitaron atención en 2009. Desde 2007 el número de familias con graves problemas económicos se ha duplicado.

El 93 por ciento de los demandantes de ayuda están en edad laboral y encuentran grandes dificultades para encontrar un nuevo empleo. Entre los gastos básicos que son incapaces de asumir destaca el pago mensual de la hipoteca.

Casi la mitad de las familias que piden ayuda tiene hijos. De ellas, el 35 por ciento son parejas, mientras que el 16 por ciento son núcleos monoparentales. En ese apartado predominan las mujeres, con un porcentaje superior al 96 por ciento. Se trata de féminas que por diferentes circunstancias asumen solas el cuidado de los hijos y dependen de un trabajo, a menudo precario. Cuando los ingresos de ese empleo desaparecen, carecen de otro tipo de recursos.

Ademas, las mujeres son las que suelen dar la cara a la hora de pedir ayuda. Paloma Gallego, secretaria general de Cáritas, resalta que el 65 por ciento de quienes acuden a solicitar amparo, independientemente del tipo de familia, son ellas.

Lo que los expertos en atención social ya denominan «nueva forma de pobreza» desborda la capacidad de atención de Cáritas en Asturias. La organización maneja un presupuesto de cinco millones de euros al año que resulta insuficiente para hacer frente a unas necesidades que no paran de crecer, según señala Adolfo Rivas, director de Cáritas en Asturias. Pronostica que en 2010 cientos de familias se sumarán a las que no pueden sobrevivir sin ayudas social. «La gran novedad es que antes la pobreza se focalizaba en zonas y colectivos concretos, ahora mires donde mires hay problemas», indica. Y es que la mayor parte de casi 3.000 familias que se incorporaron a las listas de peticionarios el año pasado están formadas por personas que nunca habían pensado verse en esa situación. «Se trata de cualquiera que nos cruzamos en la calle a diario, a veces ni sus parientes o vecinos se lo imaginan», explica Rivas. Con los mismos recursos, Cáritas atiende el doble de casos que antes de la llegada de la crisis, como corrobora Carmen Díaz, del comité de dirección de la entidad. La ayuda se destina a comprar alimentos, ropa, muebles, medicamentos. El otro gran frente en el que se mueve Cáritas es el de la exclusión social. Al colectivo de «nuevos pobres» se unen otras 6.500 personas que figuran en los programas específicos dedicados a los «sin techo», toxicómanos y reclusos. Desde las parroquias, Cáritas también ha atendido directamente a más de 10.000 personas.