Oviedo, Nicole CACHO

Aparcar el coche, llegar al portal de su casa, abrirlo con las llaves, subir los tres peldaños que conducen al ascensor, llamar al ascensor, subir a su apartamento, abrir la puerta y encender las luces de su casa. Este recorrido diario que cualquier individuo realiza casi de forma automática cuando no tiene una discapacidad se convierte en toda una odisea en el caso de personas con discapacidad. Son baches en el camino que cada día se encontraba Joaquín Romero, arquitecto que padece esclerosis múltiple. Tanto él como su hermano, ingeniero de Telecomunicaciones, eran conscientes de que en pleno siglo XXI la tecnología puede ayudar a tapar estos baches. Tecnología puesta al servicio de la discapacidad, avances que en un futuro se traducirán en la total integración de los entornos a todos los ciudadanos, sin excepción alguna, si el presupuesto lo permite.

Éste es uno de los propósitos de empresas como B&J Adaptaciones, la solución que han ideado los hermanos Romero. Su empresa es una de las pocas compañías españolas que desarrollan domótica para discapacitados. Acaba de abrir una delegación en el Principado con la intención de ofrecer a los asturianos con discapacidad soluciones como lo que denominan «la Casa Obediente». Esto es una casa domótica en la que el usuario decide lo que necesita, no deja a un «aparato inteligente» que decida por él, explica el cofundador de B&J Aplicaciones Borja Romero. Ayer intervino en las Jornadas de comunicaciones móviles y su valor en la autonomía personal y la vida independiente.

«No existe a día de hoy un déficit de tecnologías, sino un déficit en la aplicación de las tecnologías para las personas con discapacidad», sentenció Romero. Borja, el menor, estudió para ser ingeniero en Telecomunicaciones para ayudar a la causa de su hermano. Ambos formaron en 2002 la empresa familiar, ahora una de las pocas, por no decir la única, que dedica su I+D a facilitar la vida a los discapacitados.

«La discapacidad es la diferencia entre el entorno que hay y lo que puede hacer una persona con alguna discapacidad», definió Romero, que dio un curioso dato: «Estadísticamente, pasa más gente por la rampa de un parque que por las escaleras que están a su lado».

Cabe recordar que la tecnología ha puesto en manos de la sociedad en los últimos años herramientas tan útiles como los móviles que con programas determinados pueden controlar el telefonillo de un piso; ordenadores que pueden hacer que el usuario acceda a todo el sistema audiovisual de su sala de estar, o sistemas de reconocimiento de habla por los que con tan sólo decir «luces» se ilumine una habitación, entre otros muchos «gadgets». Como la instalación de rampas automáticas o elevadores para las sillas de ruedas, y hacer uso de mecanismos de apertura y cierre de puertas, de grúas que trasladan al incapacitado de la cama al cuarto de baño sin que éste requiera ayuda de otra persona: «Da al individuo total autonomía», matizó.

«La tecnología ya está ahí, sólo hay que aplicarla», añadió. Lo que a simple vista puede parecer tecnología futurista, cara y algo innecesaria, para las personas con alguna discapacidad es el pasaporte para una vida sin una total dependencia en el prójimo, y su precio no es tan elevado como puede aparentar y la tendencia va a la baja. «En la medida que haya una demanda mayor, habrá una oferta mayor y una mayor competencia y bajarán los precios. Cualquier desarrollo que vemos, tenemos que repercutirlo en pocas unidades», comentó.

Y es que el precio de la domótica «simple» se ha visto reducido en los últimos tiempos, siendo una inversión de 1.000 a 3.600 euros la normal para automatizar toda una «casa inteligente». Entendiendo que una «casa inteligente» no soluciona todos los problemas de las personas con discapacidad. Abrir el portal con un mando a distancia, el mismo que regula que el elevador de sillas de ruedas se sitúe en posición para el desplazamiento hasta el ascensor, controlar el ascensor sentado desde la silla de ruedas, abrir la puerta de su casa y encender las luces a distancia. Esto ya es una realidad, al igual que la autonomía de personas con discapacidad gracias al uso y la aplicación de las nuevas tecnologías.