Leo este titular en un diario: «Merkel mira más hacia Renania que hacia Atenas». Lógico: en Renania tiene votos, y en Atenas no. La actual crisis de insolidaridad europea está poniendo de manifiesto lo que ya debería ser una evidencia para cualquier político de vuelo alto: que hasta que no haya en Europa un poder ejecutivo elegido por sufragio universal no habrá Europa. Yendo hasta el fondo de cualquier episodio de la construcción europea, o de los complejos juegos en Bruselas, llegamos al corazón de la política, que es la urna. Ese corazón bombea siempre para el propio cuerpo, no para un cuerpo ajeno. Un presidente de la UE que mandara de veras y tuviera que contar cada cierto tiempo los votos de todos los países para seguir en el poder no dejaría a ninguno tirado. Mientras no tenga como corazón una urna, y una sola, Europa no tendrá corazón, y sin corazón no hay cuerpo que aguante.