Oviedo, M. PÉREZ / J. A. ORDÓÑEZ

Ocho muertes violentas y dos homicidios frustrados. Son las escalofriantes cifras de criminalidad en Asturias en lo que va de año, dos de ellas, el apuñalamiento de un taxista en Arriondas y el asesinato de una mujer a manos de su marido en Gijón, tuvieron lugar el pasado martes. Oviedo, Cangas de Onís y Ciaño son los otros escenarios de un rosario de muertes violentas. La cifra supera la registrada en todo 2009, cuando hubo seis muertes violentas (tres en Oviedo, una en Gijón, una en Avilés y otra en Siero). Unas estadísticas que sorprenden más si cabe en una región con una de las tasas de criminalidad más bajas del país, con 26,1 infracciones por cada mil habitantes, veinte puntos por debajo de la media nacional, que se sitúa en 45,8 delitos por cada mil habitantes. No obstante, y como tres de las muertes son casos de violencia de género, el delegado del Gobierno en Asturias, Antonio Trevín, ha instado a los mandos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en Asturias a dar instrucciones para que intensifiquen «el celo y la diligencia» ante cualquier sospecha.

El debate está en la calle y los expertos no se ponen de acuerdo en el diagnóstico. ¿Influye algo más que el azar en la configuración de esta crónica negra? LA NUEVA ESPAÑA pulsó ayer la opinión de sociólogos, psicólogos y abogados penalistas. El sociólogo Servando Cano parte de la base de que Asturias «no es una región conflictiva», por lo que opina que «no debe buscarse una explicación a estos hechos en la variable regional», puesto que los crímenes han ocurrido «aquí como podrían haber ocurrido en Cuenca». Sin embargo, a Cano le llama la atención que en todos los casos se intuye una «violencia terminal» que «ocurre en personas que están algo así como en el grado cero de lo humano». Más allá de patologías individuales de tipo psicológico o psiquiátrico, Cano cree que entra en juego «una patología de la conciencia», que resume con una frase: «La gente ha perdido la frontera entre el bien y el mal». Además, para todos los casos Cano dibuja un escenario «muy localizado, que escapa a todo control y a toda visibilidad: en casa, de noche, riñas en bares, en el interior de un taxi en medio de la noche...». Al sociólogo también le sorprende que se trata de «una violencia muy fría, que tiene un recorrido y que no es fruto de un arrebato momentáneo, sino que viene de atrás». El sociólogo asturiano también cree que «se están pervirtiendo las relaciones sociales».

El abogado penalista José Carlos Botas no recuerda, al menos en la actualidad más reciente, un período con tanta concentración de muertes violentas en la región. «Hay rachas negativas», comenta. A Botas le sorprenden sobremanera los crímenes de Cangas de Onís y Arriondas. «No se ha descubierto quién fue, son casos más típicos de una gran ciudad, no de un pueblo, son circunstancias anómalas. En Asturias siempre se dan más los típicos temas de discusiones por lindes, como sucedió en Ciaño», cuenta. El abogado cree que el contexto de crisis económica puede tener que ver en el repunte de la criminalidad.

La misma opinión que su colega la comparte el abogado penalista Fernando de Barutell, que piensa que «a la crisis hay que darle importancia a la hora de analizar el incremento en los delitos». Sobre lo acontecido en Asturias, De Barutell repara, sobre todo, en las tres víctimas por violencia de género este año. «La estadística es demoledora, ojalá que no, pero va a ser un mal año», dice. De Barutell cree que «a las parejas también les afecta el problema económico, todo esto con la cautela de que no se justifica en absoluto», opina el abogado.

José Luis Arrojo, también abogado penalista, cree que los acontecimientos de los últimos meses se corresponden con «una ola de violencia que nadie sabe de qué va». La crisis también sale a relucir en su análisis. «La inseguridad económica hace a la gente andar en tensión, los motivos podrían estar ahí; anda la gente estresada», opina.

El psicólogo de conducta José Muñiz no cree que haya una única causa para lo sucedido y tampoco que el «pico se vaya a estabilizar», considera. También analiza que algún fenómeno, como la crisis, «está ahí como ruido de fondo», que puede ser «una cuestión que favorece», pero que en cualquier caso no ofrece una explicación. El psicólogo es partidario de esperar a final de año para realizar un análisis con más trayectoria.