Oviedo, Javier CUARTAS

La disolución de la compañía gijonesa Sastrería del Norte, S. A., aprobada el día 7 por su consejo de administración, pone fin a 155 años de actividad textil y comercial del grupo Masaveu, un emporio empresarial que nació en torno a la venta de telas y tejidos y a la confección de ropa, y que, desde aquella especialización primigenia, dio el salto, ya a fines del XIX, a la banca y la industria.

Convertido hoy en un grupo con más de medio centenar de empresas que operan en los sectores fabril (fundamentalmente, cementero y actividades anexas), financiero, vitivinícola, inmobiliario, patrimonial, clínico, médico, investigador, artístico, ambiental, lácteo, hotelero y de transporte y explotación de aparcamientos urbanos, amén de destacadas posiciones inversoras en empresas cotizadas, la disolución de Sastrería del Norte, filial al 100% de S. A. Tudela Veguín (la compañía matriz del conglomerado), supone la desvinculación por parte del grupo del último vestigio que aún pervivía de lo que fue la primera actividad mercantil de Pedro Masaveu Rovira, el segundo de los Masaveu que emigraron de Cataluña a Asturias pero el creador de la dinastía y del emporio empresarial que ha llegado a nuestros días como uno de los grupos de titularidad totalmente familiar más relevantes de la economía asturiana y española.

La liquidación del negocio de sastrería (ya muy residual en las últimas décadas y prolongado más por razones sentimentales y de tradición que mercantiles, como última ligazón con la actividad primera del clan) pone fin así a 155 años de comercio textil y de confección en manos de la familia.

Porque fue hace justo ahora 155 años y un mes cuando nació el Grupo Masaveu, y lo hizo en torno al comercio de telas y a la pronta incorporación de la actividad de sastrería, y en una localización, la calle Cimadevilla, de Oviedo, que era el eje comercial por antonomasia de la ciudad en aquellas fechas y que la dinastía ya no abandonó nunca.

Fue entonces cuando Pedro Masaveu Rovira, empleado del negocio de Carolina González, viuda de García Barrosa, formó sociedad con la propietaria del establecimiento, con la que, sólo tres años más tarde, contrajo matrimonio. De ambas decisiones derivan tanto el grupo de empresas que hoy conforman este «holding» mercantil como la estirpe que ha mantenido su control desde entonces. El actual presidente del grupo, Fernando Masaveu Herrero, es tataranieto de aquellos dos pioneros.

El negocio textil y de confección de los Masaveu fue el más relevante de la ciudad en su tiempo, y en 1903 mereció la visita del rey Alfonso XIII, que sólo un año antes había alcanzado la mayoría de edad.

En la Casa Masaveu el público ovetense encontraba toda suerte de telas y tejidos, paños, franelas, irlandas, edredones, holandas, alpacas, lienzos y otros artículos textiles adquiridos por Masaveu Rovira en sus dos viajes anuales al Reino Unido, Francia y Cataluña; pero también confección de pantalones, chalecos, camisas, ropa interior y complementos.

El desarrollo de aquella actividad llevó a la familia a comprar el local fundacional de Cimadevilla (hasta entonces, en arriendo) y también varios edificios anexos para ampliar el negocio, y sobre ese espacio se erigió, entre 1882 y 1885, una nueva edificación que, hoy rehabilitada, aloja la actual sede corporativa del grupo.

Aquel gran y primoroso establecimiento de nueva planta imprimió un renovado esplendor a la Casa Masaveu como distinguida tienda textil y sastrería, justo en el mismo año en el que coincidieron dos sucesiones: el acceso a la presidencia de Elías Masaveu Rivell a causa de la muerte de su tío y suegro Pedro Masaveu Rovira, y la entronización del negocio prestamista, subsidiario hasta entonces del comercio textil, como la principal fuente de ingresos del grupo.

Masaveu Rivell fue el gran visionario porque decidió impulsar desde entonces la actividad financiera (sobremanera con la creación en 1892 de una casa de banca como negocio diferenciado, y que perduró hasta 1982) y porque seis años más tarde, en 1898, dio el salto a la industria, con la fundación de Tudela Veguín, la primera fábrica de cemento «portland» de España, pero también de otras sociedades de fabricación.

Pero aunque la venta de telas y la sastrería empezaron a pesar cada vez menos en la facturación total del grupo, Elías Masaveu Rivell no desatendió el negocio del comercio al detalle. Primero abrió sucursal de su negocio textil Masaveu y Cía. en la calle Corrida, de Gijón, y con ello la sastrería de los Masaveu también llegó a la ciudad de Jovellanos. Pero, además, reforzó la apuesta comercial en Oviedo con la creación en la misma calle Cimadevilla, frente a la tienda originaria, y ocupando el edificio del antiguo teatro Ovies, del primer gran almacén (Bazar Masaveu) al estilo de las modernas galerías y tiendas por departamentos de París.

El negocio estrictamente textil siguió donde siempre, justo enfrente, en Cimadevilla, 8, en el edificio original del grupo, y en los primeros años veinte del siglo XX repartía su surtido en dos plantas: la ropa de señoras y niños y las telas ocupaban la principal, y la tienda de caballeros, con sastrería incluida, la planta baja, con amplios ventanales sobre la plaza de Trascorrales, tal como la conoció entonces y la describió treinta años más tarde Dolores Medio.

La muerte de Masaveu Rivell en 1924 sí marcó el comienzo del fin para el negocio comercial y de venta detallista de los Masaveu. Con la llegada a la presidencia de su hijo Pedro Masaveu Masaveu, y con la familia ya muy volcada en su propio banco y en otros en los que tenían participación, así como en numerosas empresas industriales (cementos, electricidad, minas, vidrio, fabricación de hilados y tejidos, metalurgia, astilleros, cervezas, etcétera) pero también de servicios (ferrocarriles, navieras y tranvías), el grupo inició en 1925 el repliegue de las tiendas, que ya habían perdido interés y relevancia en el movimiento global de las actividades mercantiles del clan.

Los cierres afectaron primero a Oviedo, y a la calle Cimadevilla, porque la empresa mantuvo aún durante años su presencia comercial en Gijón, donde la sastrería siguió gozando en los años treinta de prestigio y predicamento en ciertos ambientes de la burguesía local, como refirió el novelista Faustino González-Aller en su crónica del Gijón de preguerra. La razón de esta continuidad fue más sentimental que económica, y obedeció a una concepción paternalista de la dirección: el negocio al detalle se prolongó en Gijón hasta la definitiva jubilación de los empleados de la casa adscritos a esta actividad, para no dejarlos en la calle.

Cuando ya hasta la tienda de tejidos de la calle Corrida echó el cierre, los Masaveu mantuvieron abierto en Gijón el negocio de sastrería, pero tampoco fue una apuesta empresarial sino la última concesión a la pervivencia de un hilo de conexión con la tradición y con los orígenes de la fortuna familiar. La actividad de corte y confección quedó constreñida casi al servicio interno del grupo, y ya ni su local, en la calle Donato Argüelles, tenía proyección pública. Allí siguieron haciéndose sus trajes los miembros varones de la dinastía, altos directivos del grupo, algunos socios en negocios compartidos, allegados a la familia e integrantes de otras estirpes empresariales que tenían afinidad con los Masaveu.

Fue norma no escrita, pero de inveterado cumplimiento en la casa, que cuando el jefe de sastrería se jubilaba, se contrataba a otro, pero siempre en Cataluña (la tierra de la que los Masaveu salieron en los años treinta del siglo XIX para emprender la aventura de Asturias), como un símbolo también de enraizamiento con los orígenes del apellido y con aquella corriente migratoria de catalanes, de los que formaron parte los primeros Masaveu, y que, como retrató Clarín en 1884, llegaban a Oviedo para emplearse como dependientes de comercio.