Lugones (Siero),

Ignacio PULIDO

En el Instituto de Lugones no se imaginan que pudiera producirse un caso como el de la joven madrileña de 16 años Najwa Malha, que ha abandonado el Instituto Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón después de que se le prohibiese llevar cubierta la cabeza con el «hiyab», el velo islámico. Los velos no tapan la convivencia en el Instituto Astures de la localidad sierense, donde algunas alumnas acuden a clase con este distintivo de las mujeres musulmanas. «No nos molesta. Es su religión y lo respetamos», dicen sus compañeros, con los que ayer habló LA NUEVA ESPAÑA. En las aulas de este centro conviven centenares de jóvenes procedentes de diversas culturas, entre ellos unos diez jóvenes musulmanes, y la exhibición de elementos religiosos no traumatiza a nadie.

Pero el caso de Najwa Malha ha puesto de manifiesto la delgada línea que separa el protocolo interno de los centros de enseñanza y el derecho a seguir los dictados que marca la religión de cada individuo. La normativa de su instituto prohibía a Najwa llevar el velo, y por ello ha pedido un traslado de centro. Además, ha anunciado que recurrirá la decisión de su antiguo centro de obligarla a abandonar las clases por acudir con el «hiyab», y está dispuesta a recurrir a los tribunales para defender su derecho a la libertad religiosa.

En Lugones, la religión no separa a los alumnos. Imán y Yohanna son dos amigas que cursan la ESO en el IES Astures, donde no existe ninguna normativa interna que prohíba el «hiyab» en las aulas. La primera es musulmana; la segunda, católica. Para ellas, «la libertad de decidir si se quiere llevar velo o no al instituto debe de ser respetada». «Yo soy musulmana y no llevo el velo. En cambio, mi madre sí. No obstante, me parece mal que no se respete a esta chica si quiere ponerse el "hiyab" en clase», comenta Imán, de origen marroquí. «Aquí lo llevan tan sólo tres chicas y nos parece algo de lo más normal», subraya su amiga Yohanna.

Noor Pantoja, madre de un alumno y sierense convertida al Islam hace once años, sostiene que el uso del «hiyab» no es «una costumbre como reflejan algunos medios, sino que se trata de una obligación». Según explica, «el Corán obliga a la mujer a vestir el velo tan sólo durante su período de menstruación. No se trata de ocultar el pelo como dicen muchos, es una cuestión de sentimiento, de corazón», enfatiza Pantoja. «Se viste el velo por voluntad propia, no por obligación».

No obstante, esta mujer considera que existen numerosos matices respecto al uso del «hiyab» en los centros de enseñanza públicos. «Si te apuntas al instituto y éste prohíbe usar el velo tienes que acatar las normas. Por el contrario, no vería lógico que si primero se permite llevar "hiyab", el instituto cambiase de opinión y lo prohíba». Su apoyo a Najwa en este punto es total. «No sé cuáles son las causas que han originado esta situación, pero apoyo a Najwa como mujer musulmana. Tengo una hija de un año y no me gustaría que en un futuro no pudiese ejercer su derecho a vestir el velo si así lo decide», asevera.

Y añade: «Hay gente que lo acepta y otra que no. Si tengo que quitármelo, por ejemplo por cuestiones laborales, lo haría». No en vano, Noor Pantoja afirma que «el uso del velo es un motivo para no ser contratada en muchos puestos». «La imagen lo es todo, te juzgan por tu imagen», subraya.

«En Marruecos las mujeres cristianas no están obligadas a ponerse el velo y eso se respeta, ¿por qué las chicas musulmanas no pueden llevar el "hiyab" aquí?», se pregunta a su vez una estudiante de origen marroquí. Una gran parte de los padres de alumnos sostiene que la convivencia en el Astures es la idónea. «No hay ningún problema. El empleo del "hiyab" es una cuestión de naturaleza religiosa, mientras que llevar gorra responde a las modas. Es algo diferente», sostiene el padre de un estudiante de Bachiller. «A nadie le resulta extraño, la gente lo tiene asimilado», afirma.

Mercedes Velasco, la directora del Colegio San José de Calasanz de Posada de Llanera, que el próximo viernes acogerá unas jornadas de educación e integración, pide reflexión sobre este asunto. «En algún modo, la prohibición del uso del velo es algo contradictorio. Por una parte, se trata de atender al respeto a la libertad de las diferentes culturas y, por otra, a todo lo que representa la consecución de los derechos humanos, y en especial de los derechos de la mujer; ambas cosas deben de ser respetadas, y entran en conflicto», advierte Velasco. «Hay que ser prudente. Creo que vale más permitirlo», concluye.