Ribadesella es una síntesis de belleza de todas las villas cantábricas. Espectacular escenario montado sobre la base del estuario del Sella, que acoge a un antiguo puerto oceánico resguardado por el monte Corberu y el farallón de La Atalaya. Al otro lado de la ría se extiende el arenal de Santa Marina. Puerto y playa ocupan la falda de varias colinas (Corberu, Somos, La Moría...) que se hunden en la ría y enmarcan una villa cuya imagen se fija en el viajero para siempre. Como la del Arbidel, la más famosa bonitera local, de casco rojo y popa redonda, saliendo airosa por el canal del puerto el primer domingo de julio, fiesta de la Virgen de Guía de pescadores, repleta de gente para iniciar la fantástica travesía entre puerto y playa.

Ribadesella ejemplifica por qué un núcleo de poco menos de 4.000 habitantes es una ciudad de pleno derecho. Crecida históricamente en torno al eje callejero sobre el que se emplazan iglesia y ayuntamiento, recostada contra La Cuesta, consolidó su ensanche reticular decimonónico en torno a la Gran Vía de Argüelles y a las calles del Comercio y del Muelle. La ciudad fue siempre de la mano del puerto, fortaleciéndose aquélla con la reforma de éste, otro proyecto del reformismo borbónico del siglo XVIII, que a punto estuvo de dar a Ribadesella un papel mayor como salida de Castilla al mar. La construcción del puente de madera, en el XIX, permitió también dar el salto al otro lado de la ría y desarrollar, desde la época de entresiglos, el espectacular caserío de chalés y casonas indianas asomadas al arenal de Santa Marina. Núcleo primigenio del veraneo, que situó a Ribadesella entre las primeras y sofisticadas ciudades precursoras del turismo de costa en España.

Nuevamente nos encontramos con los indianos como promotores de iniciativas que aún hoy mantienen una huella indeleble en las villas. Su papel es comparable al de las cartas pueblas fundadoras, a las murallas, a la plaza de mercado, a los comercios... Ellos traían la relación con Cuba, adonde iban a recalar los bergantines de los emigrantes, poseídos de la ilusión, no siempre vana, de hacer negocios de tabaco, de caña, para asentar comercio, fundar bancos y construir ferrocarriles. Con este esfuerzo de creación innovaban, y cuando regresaban, ya fuera de recalada o para siempre, traían modernidad y capitales con los que financiar iniciativas y promover mejoras para combatir el atraso de la tierra.

Hoy Ribadesella sigue aprovechando su posición estratégica, en un enclave de paisaje prodigioso y excelentemente comunicado, para convertirse en una joya urbana. Artefacto prodigioso que contiene varios microcosmos: la villa, ordenada; la playa, de exquisita tradición de casas de veraneo. A partir de ambos han surgido otros mundos: el de la expansión de primera residencia hacia Oreyana; el de las notables urbanizaciones contiguas a la playa; el mundo lineal de segundas residencias que ha brotado cortándole el pie al monte Somos; las viviendas sociales que culminan esta alineación y dan la bienvenida a un dinámico enclave turístico, que logra crear actividad y empleo, al tiempo que mantiene cierta preeminencia comarcal y que se extiende a las aldeas y pueblos vecinos: El Carmen, Tereñes... Pese a ello, la villa no logra frenar una moderada mengua demográfica y cierta pérdida de importancia en cuanto a su ámbito de influencia. Una vez más, las potencialidades no terminan de corresponderse con actividad. Orientarse hacia una mayor diversificación, al tiempo que se potencian los lazos de cooperación con los concejos vecinos, son mecanismos que refuerzan y aseguran el futuro de Ribadesella como emplazamiento urbano de calidad a orillas del Cantábrico.

La pujanza demográfica de la villa la hizo importante a lo largo del siglo XX y hasta la década de 1980. Desde entonces, su población estadística se estanca debido a que su crecimiento se extiende a las parroquias vecinas. En la última década se han expandido la actividad y el empleo, el saldo migratorio es positivo, pero no alcanza a llenar el hueco que deja la débil natalidad. La población sigue estancada, rondando los 6.200 habitantes el municipio y aproximadamente la mitad la capital. La villa pierde población, pero en realidad sigue creciendo, porque el crecimiento se orienta hacia la vecina parroquia de San Esteban de Lleces, que ha ido aumentando hasta los 1.100 habitantes, con la expansión de nuevas urbanizaciones cada vez más hacia el oeste del arenal de Santa Marina, en el valle del río San Pedro.

Crecen también buena parte de los núcleos rurales del entorno de la villa (San Pedro, Sebreñu, Ardines, Santianes) y de la rasa al este de la ría (Collera, Camangu, Meluerda, Cuerres). El notable impulso turístico reciente, que parte de la base del veraneo tradicional, ha transformado la actividad económica y ha impulsado el proceso de diversificación de actividades y el crecimiento del empleo. El turismo ha partido de la capital para desarrollar una positiva difusión a buena parte de los núcleos rurales principales. La oferta de segunda residencia crece con la controvertida expansión urbanística de la villa, que busca obstinada la proximidad (cada vez más lejana) de la playa a costa del paisaje, de la vida y hasta de la estética.

Ribadesella necesita potenciar el sector industrial y logístico para mantener la diversidad económica, evitando una excesiva especialización y dependencia del sector terciario-turístico. Para ello necesita suelo empresarial equipado. Dispone de suelo y posición estratégica en la red de carreteras, además del infrautilizado ferrocarril, que debería incluir ya a Ribadesella en la red metropolitana de cercanías, modernizar su trazado y potenciar los usos turísticos en temporada.

Ribadesella es una villa con recursos para un crecimiento mayor del que experimenta. El paisaje, de elevada calidad, no acepta cualquier tipo de uso y por ello el papel a jugar por la ordenación del territorio es vital, evitando procesos de degradación que resten valor y capacidad de desarrollo sostenible. El reto reside en la excelencia territorial. Es primordial actuar sobre la oferta de vivienda protegida y el desarrollo urbano vinculado a la villa, que permita el crecimiento y la continuidad de Ribadesella como nodo de residencia habitual, evitando el efecto de expulsión de los altos precios actuales. La mejora de la accesibilidad propiciada por la autovía abre un potencial importante para la oferta de primera residencia y para que continúe la atracción de población desde el centro de Asturias.

El oriente de Asturias ha sido pionero en el proceso de transformación del mundo rural hacia la diversificación de actividades, la recuperación patrimonial y el desarrollo terciario y turístico. La mejora se ha centrado en los concejos de mayor dimensión, los que tienen una gran villa de referencia urbana, como Ribadesella. Este proceso ha apoyado la puesta en valor de los recursos existentes en el territorio y la capacidad de atraer actividad a partir de flujos externos, deseosos de gozar de la calidad del paisaje y de la oferta turística. Hay que replantearse la expansión urbana y ponerla en estrecha relación con la villa y el poblamiento existente para optimizar el valor de lo que hay ya consolidado, evitando la urbanización segregada que empobrece el territorio sin impulsar actividad a cambio. Ribadesella debe apostar por el crecimiento ordenado, la diversidad de actividades y la calidad ambiental, paisajística y turística, y evitar procesos de degradación propios de las áreas turísticas masivas y envejecidas. Debe apostar por su condición urbana, la que la ha hecho como hoy la conocemos. Una villa de excelencia que recuerda al viejo Arbidel.

Magnífica villa, joya urbana, pequeña y exquisita ciudad de veraneo abierta al mar, Ribadesella muestra su encanto a quienes buscan lugares de excelencia. Ha encontrado su hueco en la nueva economía, pero aún necesita resolver problemas, como la limitación de la expansión urbana sobre el espacio costero, la búsqueda de nuevos ejes de crecimiento hacia el Este y el Sur y la diversificación de actividades.