Ex secretario general del Partido Comunista

Gijón, J. MORÁN

Santiago Carrillo Solares (Gijón, 1915), líder de las Juventudes Socialistas Unificadas en la Defensa de Madrid -durante la Guerra Civil-, y secretario general del Partido Comunista (PC) de 1960 a 1982, en el exilio y en la Transición, acaba de publicar «Los viejos camaradas», libro en el que reúne semblanzas de los dirigentes del PC en la guerra y en la oposición franquista. Tres nombres asturianos figuran en sus páginas: Horacio Fernández Inguanzo, «El Paisano» -de modo destacado-, junto a Casto García Rozas y Cristino García. «Menciono también a Otones, a Tini Areces, a Pin Torre y a otros muchos que trabajaron con Inguanzo», comenta Carrillo en conversación telefónica con LA NUEVA ESPAÑA.

-¿Asturias bajo el franquismo, desde el punto de vista del PC?

-Asturias sufrió una doble represión porque se vengaron también de lo sucedido en octubre del 34. Las tropas de Franco entraron a saco y Asturias fue una de las preocupaciones del régimen porque quizás es aquí donde la resistencia fue más fuerte, más dura, donde sobre todo los mineros o los metalúrgicos resistieron con más tenacidad. Lo hicieron a través de huelgas y protestas por la situación económica, y aquello no sólo era una necesidad sino también un pretexto para movilizarse contra Franco. Recuerdo las huelgas de 1962 y otras muchas en las que los mineros y las mujeres de los mineros dieron pruebas de un coraje y de una tenacidad superiores al resto del país, si exceptuamos Cataluña, que fue la primera en unir fuerzas antifranquistas y plantear reivindicaciones políticas democráticas y nacionales. Pero donde la resistencia contra las injusticias de aquel poder es probablemente más dura fue en Asturias y a ello contribuyeron los grupos guerrilleros.

-¿Cómo surge la guerrilla?

-La Guerra Civil fue la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial y en el momento en el que los aliados estaban derrotando a Hitler y Mussolini había esperanza de que el fin del fascismo en Europa significaba también su final en España. Eso llevó a que los que en un principio se fueron al monte como huidos, para resguardarse de la represión, se transformaran en grupos activos guerrilleros a los que mantenía la esperanza de que los aliados iban a ejercer una presión muy fuerte sobre el franquismo para desplazarlo. No hubo tal presión y las guerrillas fueron en la práctica el último combate de la lucha armada que libramos de 1936 a 1939. Y Franco pasó del campo de los fascistas al de la guerra fría que encabezaban EE UU y la OTAN.

-¿Compensó el sacrifico de la guerrilla, dados los pocos resultados obtenidos?

-Fue un período muy duro, muy triste, porque mucha gente perdió la vida por una esperanza, una ilusión que luego no tuvo realidad. En los años 45 y 46 nadie pensaba que el pueblo español podía ser abandonado como lo fue por las potencias vencedoras de la guerra mundial. Ese sacrificio hubiera estado justificado con la presión de esos vencedores, pero como no fue así, el sacrificio fue desmesurado, muy excesivo y al final tuvimos que lamentarlo.

-Llega un momento en el que el PC da la orden de que se acabe la guerrilla.

-Lo que pasa es que esa orden no se pudo publicar; si se anuncia eso, la desmoralización hubiera sido grande. Lo que intentamos en ese momento fue retirar a Francia a los grupos guerrilleros; retiramos a cuantos pudimos, pero la verdad es que no pudimos retirarlos a todos.

-La guerrilla en Asturias se resistió y quiso continuar.

-Sí; el problema era que para la guerrilla no había la posibilidad de desbandarse y de mezclarse con la población. La gente que estaba en el monte era conocida por los órganos de represión y en cuanto hubieran bajado del monte hubieran sido capturados. Por eso no había más salida real que retirarles a Francia, pero era una tarea dificilísima que costó también la detención de enlaces enviados desde Francia. Por eso en muchos lugares los grupos de guerrilleros volvieron a ser grupos de huidos.

-¿Qué sucede cuando en 1956 el PC adopta la política de reconciliación nacional? ¿Cómo es recibida en Asturias?

-En general, esa política fue bien recibida porque habían pasado ya bastantes años desde el final de la guerra y la división en España ya no se situaba tanto en la línea de las trincheras de la Guerra Civil, sino que habían surgido nuevos problemas que afectaban tanto a la parte del pueblo que perdió la guerra como a la que estaba con los vencedores. En 1956, en Madrid, se producen las primeras manifestaciones estudiantiles contra la Falange, y están apoyadas por gentes como Ruiz Jiménez, Dionisio Ridruejo (uno de los fundadores de Falange), o Ruiz Gallardón, monárquico; y por profesores como Laín o Tovar. Es decir, ya en ese momento aparece una primera división dentro del régimen, lo que luego se denominaron los liberales surgidos del franquismo. En el 56, después de esas manifestaciones, la Policía detiene a Ridruejo, a Gallardón o a algún otro personaje del régimen, y con ellos detienen a intelectuales jóvenes, hijos de los vencedores, que ya están organizados en el PC, como Javier Pradera, Ramón Tamames, Sánchez Dragó o Enrique Múgica. En el primer momento, en el exilio hay grupos políticos o sindicales que critican esa posición del PC y dicen que el partido quiere aliarse con los falangistas. Los acontecimientos en España era una película lenta, lentísima, pero en definitiva esa política de reconciliación, mucho más tarde, es lo que realiza la transición, que se hace por un acuerdo de la oposición democrática y de los reformistas del franquismo.

-¿Cómo se articula en Asturias la reconstrucción del PC?

-El PC está ya en la Universidad y en ese momento empezaba a penetrar en los sindicatos verticales. Tenemos ya muchísimas juntas de esos sindicatos verticales, que eran elegidas por los trabajadores, y tenemos posiciones dentro del Sindicato de Estudiantes Universitarios (SEU). Aparece ya la posibilidad de acabar con la dictadura, no solamente por parte de los viejos republicanos, sino también con las generaciones jóvenes. La reconstrucción del PC en Asturias sufrió golpes, pero uno de los artífices de esa reconstrucción fue sin duda Inguanzo, que jugó un papel esencial junto a gentes como Otones, «Juanín» (Muñiz Zapico) y otros muchos. Eran un grupo de camaradas que unas veces desde la cárcel y otras en la clandestinidad o andando por la caleya mantuvieron el fuego sagrado encendido.

-Los veteranos de la lucha antifranquista asturiana, de cualquier formación política o sindical, reconocen que el PC estaba en todas partes.

-Cuando hablo algunas veces con dirigentes socialistas me reconocen que ellos no existieron como organización en ese período. Eran gente suelta que hacía lo que podía, pero sin duda alguna, con la política de reconciliación, el PC se convirtió en el partido hegemónico en la oposición.

-Dice usted en su libro que Inguanzo fue el militante que más le impresionó. ¿Por qué?

-He conocido a muchos militantes que en esa época dieron una talla extraordinaria, pero Inguanzo ha sido un prototipo del militante comunista, tenaz, heroico, desinteresado de si mismo, entregado a fondo. Ha habido más. Por ejemplo Tini Areces fue también durante un período el responsable del PC en Asturias, cuando Inguanzo estaba en la cárcel. Pero la figura de Inguanzo, no sólo en Asturias, sino en el conjunto del PC, es uno de los prototipos al que todos queríamos parecernos. Lo que siento es que ahora mismo la memoria no me da para recordar a todos los que trabajaron y pelearon en ese período, pero, desde luego, Asturias estuvo en cabeza de todo.

(En el libro «Los viejos camaradas», página 155, Santiago Carrillo expone que «en uno u otro momento trabajaron con Inguanzo hombres como Mario Huerta, Ángel León, Tini Areces, Lito, Gerardo Iglesias, Vicente Gutiérrez Solís, Fausto Sánchez, Juan Fernández Ania, Laso, Otones, Pin Torre, Chus Pesetes, Alfonso Braña, Juan Muñiz Zapico, Merediz, Víctor Bayón, Julio Gallardo..., y mujeres como Constantina Pérez, Anita Sirgo, Celestina y Luisa Marrón, Sara Fresno, Conchita Valdés, así como otros muchos y muchas que dejaron su huella en la resistencia antifranquista asturiana y en la transición democrática»).