Avilés, Elisa CAMPO

La presión social sobre las mujeres para conformar una «imagen» física de belleza, que no es innata en el ser humano sino un plan diseñado estratégicamente, es el tema que aborda el libro «El mito de la belleza», un éxito de ventas escrito por Naomi Wolf en 1991. La doctora Alejandra Moreno Álvarez, profesora del departamento de Filología Inglesa de la Universidad de Oviedo, hizo ver el lunes la actualidad de este enfoque en el taller «Imprescindibles del género», organizado por la concejalía de la Mujer de Avilés.

-¿Realmente la belleza es un mito?

-De lo que habla Naomi Wolf en este libro, escrito en 1991, es de que asumimos como naturales muchas pautas de belleza que realmente no lo son, y ella lo desenmascara. La traducción del libro al español fue en el mismo 1991, dada la escasez de textos teóricos sobre la sociedad del cuerpo. Una de las pautas que asumimos como naturales es la depilación, que en realidad es una construcción. El libro es una denuncia del patriarcado que sustenta una forma de presión, un burka que pesa sobre la mujer.

-¿Qué otros ejemplos existen de ese canon de belleza impuesto?

-El libro se divide en diferentes capítulos, y analiza por ejemplo el traje de chaqueta, que la mujer adopta en cuanto se incorpora al mundo laboral. Es una ropa similar a la masculina, y así pierde parte de su identidad. También está el lenguaje: la mujer adopta un comportamiento más agresivo, siguiendo pautas patriarcales. En la religión también se ven las diferencias: por ejemplo, los curas son hombres. O en la sexualidad, donde tras los logros conseguidos en las décadas de los sesenta y setenta, de repente llegan la pornografía y el sadomaso y hacen que nos sintamos culpables de nuestro cuerpo.

-Temas actuales, pese a que ya transcurrieron 20 años de este libro.

-Claro. En occidente hablamos mucho del burka, pero tenemos también nuestras propias fronteras. La presión de la talla 36 es otro burka. Tenemos que revisar todas esas imágenes que tenemos.

-Teniendo en cuenta, además, que la mujer perfecta, según esos parámetros, no existe.

-Exacto. El poder hace que la mujer siga esas pautas y que el hombre codicie la mujer perfecta. Y la pregunta es por qué, después de tantos avances, se pensó en que ya estaba todo hecho. «El mito de la belleza» tuvo muchas críticas negativas, había quien decía que no tiene base científica... Pero es que es una reflexión y una denuncia.

-Se refirió antes a los avances en la igualdad de las décadas de los sesenta y setenta. ¿Hemos desandado el camino?

-Se estancó, precisamente porque se dio todo por hecho. Pero 20 años más tarde nos damos cuentas de que estamos en las mismas. Muchas veces, en la Universidad, sale este tema en clase, y tanto mujeres como hombres dan por hecho de que la igualdad ya se ha alcanzado. Basta ver que ahora, con el debate de los recortes presupuestarios, hay muchas voces que piden la supresión del Ministerio de Igualdad, que se preguntan que para qué sirve.

-¿Y para qué sirve?

-Pues para atender a todas esas desigualdades sociales que existen. Porque a veces hay que escarbar, rascar y sacarlas a la luz. Como por ejemplo el hecho de que la mujer invierta un tercio de su sueldo en su belleza, algo a lo que el hombre no está obligado.

-Visto así, la belleza es una tiranía.

-Es una tiranía impuesta, consentida, no natural. Vuelvo a lo que dije antes de la depilación, es una tiranía que asumimos y que si no seguimos rompemos ese esquema de poder planteado por el patriarcado.

-¿Tenemos que dejar de depilarnos para rebelarnos contra la tiranía del patriarcado?

-No necesariamente, pero al menos sí tener la elección de poder o no hacerlo. Y ser conscientes de que no es algo natural. Hay que desenmascarar toda esa construcción del mito de belleza que frena el avance. Nos quedamos en la cirugía estética, en los trastornos de alimentación... Y no avanzamos. Ahí entra la misión del Ministerio, para investigar por qué ocurren estas cosas.

-Un mito, el de la belleza, claramente asociado al consumismo: maquillajes, tratamientos...

-Eso es lo que dice Naomi Wolf con ese tercio del sueldo que invierte la mujer trabajadora en belleza. Lo mejor de esta obra es que está destinada tanto para mujeres como para hombres. Recientemente se citó este texto a colación de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín, donde salió una niña muy guapa que realmente no era la que cantaba. Y la periodista asturiana Isabel Menéndez se preguntaba por qué entonces al nadador Michael Phelps se le permitía tener orejas de soplillo.

-«El mito de la belleza», ¿una lectura recomendable?

-Totalmente recomendable.