Gijón

«Cuando me puse a comprimir en unas pocas páginas las experiencias y los sacrificios de treinta años no pensaba en nadie, salvo en mí mismo. Creo que se me había olvidado la dureza del proceso para llegar aquí y no fue fácil volver a revivirlo».

Daniel Rodríguez llegó un día a la redacción de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, donde había quedado citado con una periodista para contar su iniciativa de plasmar, en un libro autoeditado, sus reflexiones sobre la diversidad funcional. Llevaba una carpeta y, dentro, al menos tres folios. En ellos, Daniel se había tomado la molestia de plasmar preguntas y respuestas -una de ellas es la declaración inicial- «para facilitar el trabajo, por si no quieres leer el libro», explicó.

Acostumbrado a que todo le cueste un poco más, esos folios sólo eran una demostración de cómo se ha tomado Daniel la vida: «Con el convencimiento de que para conseguir ser independiente tengo que reconocer mis propias limitaciones y poner toda la voluntad, y algo más, en superarlas, sin rendirme ante las dificultades». Ninguno de los tres folios habría hecho ninguna falta porque su propia vida, de superación constante desde que a los 4 años dejó asombrados a sus terapeutas arrancándose a caminar a trompicones -algo que casi nadie veía posible- ha ido encadenando éxitos fáciles de relatar. En el libro no elude los malos y duros momentos, pero su generosidad lo lleva a quedarse con «un mensaje de esperanza para aquellos que tienen que enfrentarse a una realidad dura, para que sepan que hay que enfrentarla con valentía, conscientes de que merece la pena luchar por superarse y llegar a tener una vida digna».