Oviedo, J. MORÁN

El nombre de Eduardo Gota Losada (Teruel, 1930) figura desde 2001 en la plaza del Palacio de Justicia de Llamaquique, en Oviedo. En esta tercera y última entrega de sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA narra su trabajo en la Sala de lo Contencioso y en la presidencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias (TSJA).

l La solución del Vasco. «Al Palacio de Justicia de Llamaquique, en Oviedo, le dediqué mucho empeño, pero además de caerse las losetas de la fachada nadie lo pone como un gran edificio y la prueba es que no se inauguró oficialmente. De todas maneras, yo me pregunto qué habría pasado si ese edificio no se hubiera hecho, y lo digo por el posible retraso de la solución de la parcela del Vasco. Estos días, en LA NUEVA ESPAÑA, Rodríguez-Vigil, ex presidente del Principado, hablaba de que seguimos teniendo juzgados en los sótanos de Llamaquique: los dos mercantiles. Y yo pregunto: si la operación del Vasco falla, ¿cuándo se hace un edificio judicial que evite que haya juzgados en sótanos o dispersos? He visto también declaraciones de mi compañero Vidau y dice que lo mejor sería que se hiciera lo del Vasco, que además está en el centro de Oviedo y evita a los profesionales tener que ir yendo de un extremo a otro. Esto tendría que resolverse. La autoridad europea ha dictaminado que tiene que ser por libre concurrencia y yo en esas cosas no me meto, pero me alegraría mucho que fuera en el Vasco, porque si no, ¿dónde? ¿En los terrenos que deje el Hospital Central? ¿Pero para cuándo? En Gijón, en cambio, venturosamente, el edificio del nuevo Palacio va hacia arriba. Un profesional cogerá el coche, llegará allí y se recorrerá en dos horas todos los edificios judiciales. Sobre el Palacio de Justicia de Gijón en Poniente no tengo en este momento la memoria centrada, pero creo que fue obra de Tini Areces, siendo alcalde, y se hizo en el suelo para equipamientos que dejaba la estación y la nueva playa. Ahí estuvo desde el primer momento el Ministerio de Justicia y se hizo relativamente bien porque cuando la bomba, en 1996, el edificio estaba prácticamente terminado».

l Hablará el Gobierno. «Vino después la creación de las salas de la Audiencia en Gijón y sucedió lo siguiente. La ley del Poder Judicial no permite a su Consejo General decir que aquí crea un Juzgado y otros dos allí y así sucesivamente. Ahora están transferidas las competencias, pero antes eso era competencia del Ministerio de Justicia. Por lo tanto, lo que yo pedía entonces al Consejo era que me diese dos magistrados, o uno, para Gijón y resolver que la Audiencia Provincial tuviese un poco de atraso en Civil (en Penal iba prácticamente al día). Pero Gijón quería una audiencia provincial y, claro, eso no cabía: tenía que ser una sección de la Audiencia. El que presionó mucho en ese sentido fue Cascos, que es de Gijón, porque me dijo un día: "Eduardo, no me ayudas para que Gijón tenga una Audiencia". Y le digo yo: "Hombre, si yo sólo soy el presidentín del Tribunal Superior; yo no soy nada y es más: el Consejo ha dicho que no hay plazas". ¡Ay, amigo! Añade entonces Cascos: "Sí, ha hablado el Consejo, pero ahora va a hablar el Gobierno". Auténtico; no recuerdo si había a mi lado alguna persona que escuchase esa frase: "Ahora va a hablar el Gobierno". ¿Y qué hizo? Presentar un proyecto de ley que modificó la ley de Planta Judicial, y se crea una sección en Gijón, otra en Vigo, otra en Mérida, Jerez y varias ciudades más que no eran capitales de provincia. Lo hizo el legislador y amén. Ahora en Gijón hay seis o siete magistrados para la sección y yo advertí de que era necesario. Según mis noticias, está funcionado bien, está dando resultado, pero no era yo el que podía crear eso».

l Al fútbol en 1982. «Hay un momento en el que crece muchísimo el número de demandas judiciales de lo Contencioso. No he hecho ningún estudio sociológico de ello, pero puedo contar una anécdota de mi sala de lo Contencioso, siendo yo presidente y magistrados Jaime Barrio Iglesias (que fue después al Supremo) y Félix Salgado Suárez, un gran magistrado con el que sigo viéndome todos los miércoles. En 1982, cuando se celebró el Mundial de fútbol y hubo encuentros en Oviedo y Gijón, yo me iba a los partidos y los veía por la tele porque no tenía trabajo. Un día me dijo Félix: "Eduardo, que no tengo trabajo, que no tengo papel". "¿Y qué quieres que haga?". Habían bajado los pleitos, pero, ¡ay amigo!, empezó a aumentar el Contencioso y fue el tribunal que más creció, hasta el punto de que llegamos a tener, siendo yo magistrado emérito, entre 2000 y 2005, hasta 18.000 asuntos. Había bajado antes porque no habría tantas expropiaciones forzosas, pero luego se empezaron a hacer carreteras y carreteras... Y luego, que las administraciones públicas funcionaban bien, porque la gente no reclamaba tanto; en cambio, ahora... Ya digo que el trabajo en el Contencioso depende de las épocas, pero las expropiaciones, últimamente, cuando yo estaba, eran terribles. No podíamos con ello, que si Montecerrao, que si La Corredoria..., y en uno había cien asuntos, y en el otro trescientos, y así. En urbanismo, salvo la impugnación de planes general de ordenación urbana, que eso es muy delicado, había mucha impugnación de licencias, pero eran materias relativamente fáciles. Hombre, había que estudiar el asunto, claro, pero no llevaba el tiempo que te lleva un plan de urbanismo. Y había muchos asuntos de personal y de tributario».

l Los tochos caerán. «Para los casos utilizaba una frase familiar: "Ya caerás". Y era porque te tocaba un tocho inmenso, que podía ser de una materia que conocía bien, o no, porque había cambiado el ponente o porque, cuando fui magistrado emérito, yo no había tramitado ese asunto. Pedía unas carpetas o carteras, pedía un taxi y llegaba a casa con el tocho, sobre todo temas urbanísticos, que tienen muchos planos y los escritos de los abogados son largos y con muchas citas de jurisprudencia. Empezaba a estudiarlo; leía los primeros folios y luego llegaba una demanda de 60 folios y aquello había que leerlo con tranquilidad, y tomando notas de lo que yo consideraba importante. Llegaban las ocho y media y mi mujer, Mariví, me avisaba: "Eduardo, el telediario". Me gustaba ver el telediario; había que distraerse un poco. Entonces ponía un cartón marcador en el tocho y le decía: "Ya caerás". Al día siguiente, otro tanto, y a los 15 o 20 días me cogía el tocho o mis notas y lo comentaba con mis compañeros. Enfocábamos el asunto, yo planteaba dudas, me decían los compañeros: "Tranquilo, tú por aquí o por ahí; eso otro déjalo". Y llegaba la deliberación y votábamos. La justicia es cuestión de lógica y de deliberación. Para juzgar hay que tener sentido común. Las leyes, generalmente, son claras; los hechos ya son más discutibles: uno dice una cosa y otro dice otra. En fin, pero para eso está el estudio y el trabajo. Los pleitos dan la solución ellos mismos; lo que pasa es que hay que dedicarles tiempo y cierta experiencia».

l Persecución política. Tuve un problema de urbanismo con cierto ayuntamiento que me llevó mucho tiempo. Era una modificación de planeamiento y la demanda de una empresa contra el Ayuntamiento la llevó precisamente Eduardo García de Enterría. Elegí a un arquitecto de mi absoluta confianza para que me asesorase y estuvimos trabajando cuatro o cinco meses. Yo estudiaba y planteaba dudas, y al final, con todo ese estudio y asesoramiento pude escribir la sentencia. No lo dije así, pero aquello no era un Plan General y su modificación, sino una auténtica persecución por razones políticas, y era contra una empresa minera. Enterría había hecho un estudio demoledor, pero como había muchos aspectos complejos, me dije antes de escribir: "A ver, mi querido arquitecto, asesóreme". En realidad no era que tuviese una dificultad extrema, es que el asunto requería cinco o seis meses de estudio, que es lo que yo le dediqué».

l La corrupción urbanística. «Recuerdo que sobre urbanismo di en 1976 una conferencia (tras salir la ley del Suelo de ese año) y en ella admití que con la cantidad de planeamientos, clases de planes y la creación de los estudios de detalle tenía miedo de que al estar encargadas todas esas funciones a los ayuntamientos pueda ser origen de problemas. Yo no me imaginaba que iba a ser la corrupción lo que acabaría viniendo, pero apunté que esa diferenciación de suelos (decir que aquí ocho alturas, y allí zona verde) podía crear muchos problemas, y la prueba es que todos los partidos políticos lo primero que hacen es pedir la concejalía de Urbanismo».