Valencia, Susana Golf

El psiquiatra Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1943) lleva 17 años participando en el maratón de Nueva York, donde vive desde hace más de cuatro décadas y trabaja como director médico de tres hospitales. Estaba a los pies de las Torres Gemelas el 11-S. Por eso sabe de que habla cuando lo hace de los mecanismos humanos para enfrentarse a la adversidad, el tema de su último libro titulado «Superar la adversidad. El poder de la resiliencia». Una tragedia no se olvida, dice, pero se supera.

-«La vida es un valle de lágrimas», «Lo que no te mata te hace más fuerte». ¿Acaso venimos a este mundo a sufrir?

-Esa idea me hizo pensar. Hay personas que sacan de la adversidad algo positivo porque descubren en ellos mismos una fuerza que no creían que tenían. ¿Es el sufrimiento en sí o es la lucha contra el sufrimiento? En mi opinión, el sufrimiento en sí no nos hace más fuertes. Luego es la capacidad de superación. Todos tenemos un límite. Cuando se estudian las personas que han sufrido grandes tragedias, por lo general las que la sufren por primera vez tienden a superarlo más que las que han sufrido otras anteriores. Los estudios sobre las víctimas del 11-S demuestran que las personas que antes ya habían perdido algún ser querido o se encontraban en proceso de depresión o los inmigrantes recientes han tenido más dificultades a la hora de superarlo que las personas para quienes aquél fue el primer golpe. Aquí, por motivos culturales, religiosos, el sufrimiento se ha glorificado; para ir al cielo hay que sufrir. En la cultura estadounidense es lo contrario. Los creyentes en EE UU piensan que quienes son felices tienen más posibilidades de ir al cielo.

-Consideramos a los que se crecen ante las adversidades son héroes. ¿No nos podemos permitir derrumbarnos?

-La mayoría de las personas tiene la capacidad de superar las adversidades. Pero hay un sufrimiento normal. Uno de los mensajes del libro es desmitificar el mito del héroe. Vivimos dos o tres adversidades cada uno. Pero resistimos. Si no, ¿cómo explicar que cada día somos más? Algo deberemos estar haciendo bien.

-La pervivencia de la especie dice que es en parte por la «resiliencia»... esa mezcla de resistencia y flexibilidad que tenemos todos. ¿Con la «resiliencia» se nace o la «resiliencia» se hace?

-Las dos cosas. El componente genético es importante. Cada día estoy más convencido que los genes juegan un papel fundamental en nuestra forma de ser, aunque no lo es todo.

-Entonces, ¿la resistencia se puede trabajar?

-Se puede trabajar pero no quiero dar yo la impresión de que uno tiene que estudiar la «resiliencia». Tener conexiones afectivas nos ayuda a superar la adversidad. Pero a lo mejor a alguien no le va. Cambiar eso cuesta. Hay que estar convencido, e invertir tiempo y dinero en psiquiatras. Allí tenemos un chiste con el que aquí nadie se ríe: ¿Cuántos psiquiatras hacen falta para cambiar una bombilla? Solamente uno, pero la bombilla tiene que querer cambiar.

-¿Hay personas, sociedades y sexos más «resilientes» que otros?

-La mujer para empezar vive un promedio de siete años más. Más niños mueren en el parto que niñas. En los infanticidios, el niño tiene más posibilidades de ser asesinado por sus padres que la niña.

-Factores genéticos. En cambio, cuando es al revés, como en el tsunami de 2004 que mató más mujeres que hombres, es ambiental, porque ellas no sabían nadar.

-Exacto. Lo que está claro es que hay personas que son más resistentes que otras. Y sociedades, probablemente. Las más avanzadas, donde las personas están acostumbradas a tener control sobre su vida, más van a resistir. La persona que piensa «yo puedo hacer algo» lo va a intentar más que la que piensa «que sea lo que Dios quiera». Yo prefiero volar con un piloto optimista.

-El 3 de julio de 2006 en Valencia hubo un accidente en el metro. Murieron 43 personas. Todos los meses las víctimas y las familias se reúnen para recordar y pedir responsabilidades. ¿Hacen bien?

-La autoayuda nace hace 50 años. En Alcohólicos Anónimos no hay médicos y es muy útil para muchas personas. Hoy hay grupos de autoayuda para todo. Pero esto hay que separarlo de la identidad de víctima perpetua. Una cosa es reunirnos para ver cómo nos podemos ayudar uno al otro y salir, y otro caer constantemente en la identidad de víctima. Incluso acomodarnos en ese papel porque es muy limitante. Por eso hay que pasar página, pasar a superviviente. Luché y lo superé. No se pueden olvidar las tragedias, pero son una parte más de nuestra vida.

«¿Cuántos psiquiatras hacen falta para cambiar una bombilla? Uno, pero la bombilla debe querer»

«A lo largo de la vida salimos a una media de dos o tres tragedias cada uno de nosotros»