Oviedo,

Elena FERNÁNDEZ-PELLO

La ciudad de Oviedo perdió ayer a uno de sus ciudadanos más insignes y queridos. Asturias se despertó con una mala noticia. Luis Fernández-Vega Diego, reputado oftalmólogo, referencia indispensable en la historia de la medicina española y patriarca de una prestigiosa saga de profesionales, falleció en la madrugada. Tenía 87 años y la muerte le sobrevino hacia las cinco de la mañana a consecuencia de una enfermedad respiratoria que le había obligado a ingresar en el Instituto Nacional de Silicosis hacía ya más de un mes.

La capilla ardiente quedó instalada unos horas después, hacia el mediodía, en el salón de plenos del Ayuntamiento de Oviedo, que lo distinguió en su día con su medalla de oro y como hijo predilecto, y hoy, a las cinco de la tarde, en la Catedral, el arzobispo de Oviedo oficiará el funeral por su eterno descanso.

«Nunca le oímos quejarse, nunca», contaba ayer su hijo mayor Luis Fernández-Vega Sanz. Su padre mantuvo el carácter afable y optimista, la clave de su éxito personal y profesional según quienes le conocieron, hasta el último momento de su vida.

Su familia llegó a la plaza de la Constitución acompañando el coche fúnebre: su viuda Teresa Sanz, sus hijos Luis y Maite, su nuera y su yerno, Victoria Cueto-Felgueroso y Felipe Fernández. En el interior de la Casa Consistorial esperaban ya Manuel Fernández-Vega, hermano del difunto, y el alcalde Gabino de Lorenzo. A lo largo de la mañana se reunió toda la familia, el pequeño de los hermanos, Álvaro, y sus dos nietos, Luis y Andrés.

Su primogénito y su sucesor al frente del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, la obra que lega a la posteridad, reflexionaba a los pies del féretro «Todos los padres son muy buenos para los hijos, pero mi padre era excepcional. Era muy generoso, siempre nos ayudaba, muy optimista, creía que todo se podía resolver con buena voluntad y que todo el mundo era bueno».