Con el PP volcado en el campo rival gracias, entre otras cosas, al empuje de la crisis, no hay día que a los populares no se les atragante alguna cuestión interna. La penúltima tiene que ver con Asturias y los movimientos orquestales para aupar al ex ministro Francisco Álvarez-Cascos como candidato de los populares a la Presidencia del Principado. En la calle Génova Mariano Rajoy sigue sin dar señales de vida sobre todo lo que está ocurriendo con el partido por estas tierras. Quizá sea por las coincidencias que se están produciendo. Si aquí en Asturias los partidarios de Álvarez-Cascos quieren que la decisión del candidato la tome la militancia, a nivel nacional las encuestas dicen que el 70 por ciento de los militantes populares quieren otro candidato de cara al asalto a la Moncloa en 2102. Así que si Rajoy escucha el clamor de la calle, hace caso a la marea creciente que pide el regreso de Álvarez-Cascos, tendría que ir pensando en convocar un congreso extraordinario. Salvo que la voz de las bases no tenga el mismo valor a uno y otro lados del Pajares.

Dejando a un lado de las contradicciones con la militancia, y sin salir del tema, el casquismo ya no se fía ni de su sombra. Así hay que tomárselo cuando incluso entre los partidarios más conocidos del ex ministro Francisco Álvarez-Cascos, aquéllos a los que hay que reconocer que siempre han dado la cara, comienzan estos días a hablar en clave incluso entre ellos. Y no nos referimos al «pico y pala» con el que los casquistas se reconocen entre ellos en foros, debates y habitaciones oscuras. ¡Tan lejos, tan cerca de aquel CAFÉ (Camarada Arriba Falange Española) del treinta y seis! Ahora, cuando se le pregunta a un casquista ¿qué hay de lo mío?, la respuesta varía: «Toi en Marbella», «Tengo que ir a cuidar las burras a Tiñana» o «toi catando».

En la acera de enfrente los socialistas se frotan las manos en grupo, aunque no conozcan al que tienen sentado codo con codo. Si no, que se lo digan a Pili Varela, alcaldesa de Avilés, cuando a la hora de presentar a Diana González, aspirante a alcaldesa en Mieres, la rebautizó como Ana.