Oviedo, M. P.

Para explicar la actitud humana ante la incertidumbre y «la ambigüedad», para ilustrar la aversión natural al riesgo y a la duda sobre el porvenir, Jesús Fernández-Villaverde se extendió ayer lanzando su teoría a partir de la «paradoja de Ellsberg», un profesor de Harvard que propuso un experimento aparentemente simple para enseñar este comportamiento humano que resulta inexplicable para la teoría económica tradicional.

Se presentan dos urnas opacas, cada una con diez bolas. La primera tiene cinco rojas y cinco negras; las de la segunda también son rojas o negras, pero en una proporción desconocida. Hay mil euros para quien acierte el color de la bola que saldrá, sabiendo que puede elegir la urna de la que quiere sacarla. ¿Por cuál se decantaría usted? La mayoría opta por la primera, se responde el economista, porque «tenemos aversión a la ambigüedad, no nos gustan las situaciones en las que no conocemos las probabilidades».

La mayor parte de los sometidos al experimento no cambiarán de comportamiento si el pago por elegir la segunda urna mantiene los mil euros mientras que por la primera se pagan 999: «Estamos dispuestos a pagar un euro para evitar la ambigüedad», pero «nos la tragamos» si el beneficio que se promete por elegir la caja más «segura» desciende hasta los cincuenta euros, por ejemplo. «No existe un precio infinito que estemos dispuestos a pagar para evitar la incertidumbre», afirma el profesor Fernández-Villaverde. La paradoja, en cualquier caso, resalta la certeza de que aquel comportamiento de la aversión a la incertidumbre del futuro «no puede ser explicado por la teoría de la utilidad esperada, una de las bases de la economía moderna» y pide respuestas adecuadas. El noveno premio «Fundación Banco Herrero» trata de enfrentarse a ellas desde su versión del pesimismo y la cautela en la toma de decisiones macroeconómicas tratando de anticipar el futuro.