El sector agroalimentario asturiano, la tercera área económica más importante en la región, con el 39% de la actividad industrial y 8.500 personas empleadas, es un enfermo con buenas expectativas de futuro, si huye del localismo y aplica medidas innovadoras para ofrecer los productos que demanda el mercado, con calidad y a precios bajos.

Las conclusiones se extrajeron ayer en el octavo debate de la serie sobre los «Sectores con futuro», organizado por la asociación Compromiso Asturias XXI y moderado por Melchor Fernández, consejero de Editorial Prensa Asturiana y autor del análisis dedicado al sector, en el documento de Compromiso Asturias XXI, sobre los sectores con futuro.

Los ponentes -la economista María Matilla, el empresario José Severino Monte, el investigador Pedro Castro y el profesor universitario José Antonio Pérez- coincidieron en la necesidad de producir a bajo coste, para vender en un mercado global, que se fija menos en el lugar de procedencia de los productos y sí valora la calidad y el precio.

María Matilla, miembro de la asociación y directora de marketing operacional para Europa, África y Oriente del consorcio de productores agrarios Agrofresh, con sede en Fráncfort, aconsejó explorar y conocer otros mercados. «Es mejor potenciar una gran marca que veinte denominaciones de origen diferentes», indicó. El kiwi es, a su juicio, la fruta asturiana con mayores posibilidades de salida. «Sobre todo, en el mercado nacional y si se diseña un producto que guste a los consumidores».

Argumentó con datos: Italia, el mayor productor europeo, vende 442.000 toneladas anuales. España produce 10.000 y el consumo interno es de 120.000. Matilla consideró que Italia es el espejo en el que debe mirarse la agricultura regional. «Con explotaciones familiares de un máximo de siete hectáreas se han agrupado en cooperativas y son monstruos en ventas».

El secreto del éxito es la fusión. En esa «receta» Matilla coincidió con el empresario cárnico José Severino Monte, gerente de embutidos El Hórreo, quien criticó la excesiva atomización empresarial del sector alimentario en Asturias. «Hay demasiadas micropymes que deben aglutinarse; todos queremos vender en el mismo sitio y no existe mercado para todos», señaló.

Predicó con ejemplos. Hace años su empresa se unió a otras cuatro asturianas y una de Guijuelo (Salamanca) para exportar embutidos. En el consorcio entrará ahora otra compañía catalana. El chorizo curado es uno de los alimentos que se venden como rosquillas en Alemania. Monte ve con claridad que el futuro va ligado a la exportación. «Y para eso hay que desarrollar los productos que nos piden y ofrecerlos baratos». La crisis golpea duro. «El empresario que diga que las ventas no bajan miente», señaló. Para Monte, ya no tiene vigencia esa afirmación de que la alimentación es el último sector que se resiente. «Vaya si se recorta en la cesta de la compra; ahora un chorizo se reparte entre cuatro miembros de la familia». Matilla añadió como problema la estructura minifundista de las explotaciones agrarias asturianas, así como la falta de estandarización del producto. «Una vez encontré cabrales en un supermercado de Fráncfort, pero eran piezas de un kilo y al mes siguiente ya no lo tenían», comentó. De desentrañar la estructura de las caserías actuales se encargó el profesor José Antonio Pérez Méndez, del departamento de Contabilidad de la Facultad de Económicas de la Universidad de Oviedo. Centró su análisis en el sector lácteo, cuyas posibilidades de viabilidad ha analizado en un estudio realizado con Antonio Álvarez Pinilla.

Pérez partió de la base de que será muy difícil mantener actividad industrial agroalimentaria en Asturias «sin un sector agrario fuerte». Uno de los handicaps para el sector lechero asturiano, que supone el 27% de los ocupados en la actividad agraria, es la fuerte dependencia de la política agrícola europea (PAC), que mantiene un sistema de cuotas de producción vigente hasta el año 2013. Además, en estos momentos, la crisis agrava la situación. «El sector está muy expuesto a la volatilidad, señaló. La reconversión, que supuso el cierre de más de 20.000 ganaderías, agrava la situación, «porque al disminuir el número de explotaciones, aumenta el tamaño, se intensifica la producción y suben los costes. El resultado es una leche más cara y menos competitiva», matizó.

También aconsejó a los ganaderos que se unan y creen una marca común para colocar en el mercado la leche de la cornisa cantábrica. «Que disfruta de una magnífica imagen», recalcó.

Pedro Castro, investigador del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario de Asturias (SERIDA), destacó que el soporte tecnológico que ofrece la entidad a los empresarios es «fundamental para elevar la competitividad del sector». Una de las líneas de investigación que desarrolla el SERIDA, dependiente del Gobierno regional, es el cultivo del arándano, que, según refrendaron los ponentes, es otra producción frutícola con opciones de salida en mercados exteriores, aunque no a gran escala.

Melchor Fernández destacó la actividad de la asociación, destinada a buscar soluciones a los problemas de Asturias «y a ayudar a detectar oportunidades en la región». Fernández no pasó por alto que la actividad agraria es uno de los «tractores de la economía asturiana y si se aprovecha su potencialidad permitirá crear riqueza».

En el coloquio que siguió a las ponencias, Higinio Blanco, pionero en la producción de productos ecológicos en Asturias, reivindicó apoyos para la leche producida conforme a las normas de la agricultura ecológica. Pedro Castro destacó el trabajo que se lleva a cabo en colaboración con los agricultores. María Matilla apostilló que el kiwi ecológico es otra de las alternativas para llevar a cabo cultivos más especializadas y descartó la producción de manzana de mesa.

Tras el debate de ayer, celebrado en la sala polivalente de la Federación Asturiana de Empresarios (FADE), en Oviedo, solamente queda pendiente de análisis el sector forestal. Será el 2 de noviembre en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA.