Gijón,

Luján PALACIOS

Rrezarta Avdyli es una chica kosovar que un día tuvo un sueño y, en plena guerra en su país y contra todo pronóstico, logró cumplirlo. La joven era apenas una niña de 15 años cuando decidió que de mayor quería ser psicóloga, porque en su campamento de refugiados en Albania había unas personas, cooperantes españoles, que hacían mucho bien a sus compatriotas.

Fue entonces, en el año 1999, cuando conoció a un equipo de la Asociación de Bomberos de Asturias que se encontraba prestando apoyo a la población civil bajo el fuego cruzado. Como Rrezarta sabía hablar español, «por influencia de la televisión», no dudó en ayudar a los bomberos en labores de intérprete y traductora. Fueron momentos duros para todos, pero en medio de la tristeza y la destrucción el sueño de la joven kosovar fue tomando forma hasta hacerse realidad. La ayuda de los bomberos asturianos resultó fundamental para conseguirlo: ellos se encargaron de realizar las gestiones necesarias para que Rrezarta pudiera venir a España, ingresar en la Universidad de Oviedo y realizar sus estudios. «Y aquí estoy», concluía ayer la joven con emoción contenida, varios años después y a punto de concluir sus estudios de Doctorado.

La joven kosovar dice ahora que se siente como una hija de los voluntarios y que lo que quiere es devolver la ayuda que otros le prestaron. La historia de Rrezarta Avdyli es uno de los motivos que han hecho que la Asociación de Bomberos de Asturias haya sido galardonada con el premio «Igualdad y Tolerancia» que concede el área de la mujer del Partido Popular de Gijón, y que fue entregado ayer en un acto con la presencia de la presidenta de los conservadores locales, Pilar Fernández Pardo, y el eurodiputado Salvador Garriga.

La joven kosovar sigue manteniendo un estrecho vínculo con los asturianos que ayudaron a dar alas a sus sueños. Juan Carlos Herrero, presidente de la Asociación de Bomberos, quiso dedicarle ayer el reconocimiento, porque «siendo una niña tenía una idea, la persiguió y la consiguió».

La vocación de este grupo de bomberos es la de funcionar como una ONG, en lugares de conflicto y siempre de manera voluntaria, «empleando nuestras vacaciones y nuestros permisos y perdiendo dinero en ello», indica Herrero. Han estado prestando apoyo en lugares como el Sahara, Bosnia, Irak o Haití. Siempre cerca de los civiles que sufren los conflictos y también como una unidad de apoyo para el Ejército español desplazado a esas zonas castigadas por la guerra o los desastres. Tal y como destaca el presidente de la asociación, «ésa es nuestra vocación y así seguirá siendo». La Asociación de Bomberos pide ahora que se reconozca su derecho a ir a trabajar con ejércitos, como hacen otros países como Estados Unidos, Francia e Inglaterra.

También están a favor de que se les reconozca una figura que se llama licencia por cooperación. En la actualidad, cuando los bomberos realizan una de estas misiones tienen que hacer uso de sus días de descanso.

Rrezarta Avdyli llegó junto con otra chica kosovar que ahora se encuentra en Suecia con una beca. Ella está ultimando su trabajo de Doctorado, con una investigación sobre las dificultades en la lectura. «He querido que mi labor estuviera relacionada con los problemas en mi país; siento que debo ayudar a mi gente con lo que hago». Por ahora, seguirá en Asturias, «pero algún día volveré», promete.

Gijón, L. P.

La Asociación de Bomberos de Asturias cuenta en la actualidad con 25 miembros activos, dispuestos a desplazarse allá donde su presencia sea necesaria. Ahora mismo están pendientes de una resolución de la Agencia Española de Cooperación Internacional en virtud de la cual podrían acompañar al contingente asturiano de la brigada ligera aerotransportable a Afganistán. Si la decisión es favorable, los bomberos voluntarios prestarán apoyo al Ejército.

De esta manera, darán continuidad a una labor que comenzó a gestarse en el año 1979 por iniciativa del bombero Corsino Suárez, fallecido en acto de servicio en el accidente de helicóptero que segó la vida de siete personas que buscaban al niño Germán Quintana, desaparecido en los Picos de Europa en 1987. El galardón que recogieron sus compañeros también sirvió de homenaje a su idea, viva 31 años después.