Oviedo, Javier CUERVO

Lilián de Celis, asturiana de Fíos, fue la joven reina del cuplé en los años cincuenta del pasado siglo. Con sus canciones triunfó en la radio, llenó teatros, grabó infinidad de discos e hizo dieciséis películas en España y América. Hace cuatro años volvió a Asturias, a Fíos, porque «la vorágine de Madrid no me apetecía. Ahora en Asturias voy más al teatro, a los conciertos, a la zarzuela y a eventos que en Madrid».

-Sigue en la brecha y no piensa retirarse.

-Hoy estoy fuera de los espacios de promoción de la televisión y es un milagro que aún van a verme. Actué en Bruselas hace un mes y fue un éxito, y en el teatro Avenida de la Gran Vía de Madrid entregué los premios del concurso de karaoke para la tercera edad de la Comunidad de Madrid, canté un par de canciones y fue muy bien.

-En 1962 se fue a América. ¿Estaba casada con Manuel Monreal?

-Estaba separándome. Entonces no te podías mover sin autorización marital, pero yo le había hecho firmar un poder notarial por el que podía hacer todo sin su autorización.

-Su matrimonio duró poco. ¿Cómo le había conocido?

-En la academia, donde él tocaba el piano y me enseñaba. Yo le llamaba «maestro». Tenía 32 años más que yo. Mis padres no querían que me casara con él, no les hice caso y nunca me arrepentí tanto? Yo era un filón y él quería vivir a expensas mías, ser mi marido, mi administrador, mi pianista, mandar. No fue amor, fue un capricho, una estupidez. Y la pagué, claro. Me separé por medio de un abogado y nunca lo volví a ver. Empecé la separación legal a mi regreso a España, en 1972, y luego el divorcio. Supe que era viuda tres años después de que muriera. No hubo discusiones muy violentas, pero sí malas palabras, y antes de llegar a más corté. No soy de malos modos, no los vi en casa y no los tolero.

-¿Tuvo algún amor después?

-No. No he tenido tiempo. Mi vida ha sido tan bonita, he estado tan absorta. No he compartido. Me equivoqué una vez y ya estuvo bien. Puse un tabique en medio. No necesitas equivocarte dos veces.

-¿Pero tuvo romances?

-Uno en 1981-82 que no duró mucho. Me alegro de no haber vuelto a meter la gamba.

-¿Qué pasó?

-Incompatibilidad. No quiero cambiar a los demás ni que me cambien a mí. No he sido de compartir ni de rendir más cuentas que decirles a mi padres dónde estaba.

-En México, Venezuela y Colombia hizo más películas.

-Tengo 16 en total. Las iba encadenando. Cada vez que quería regresar a España recibía una oferta nueva por más dinero. Así pagué mi casa en Madrid. Llevé una vida magnífica en un país enorme en el que podías pasar 48 horas en carretera. Me gustaba la comida picante. Nunca me gustó fumar ni beber, ni de noche ni de día. Tenía amigos mexicanos y españoles y vivía como en Madrid. Las amistades de artista, salvo dos o tres personas, son de poca intimidad, de «hola y adiós», ya no te digo de «cómo estas de bonita» y que por la espalda digan que te encuentran fea.

-Actuó con figuras de primer nivel como Lucha Villa o Miguel Aceves Mejías. ¿Cómo eran?

-Entrañables compañeros. Nunca mantuve relación después porque para mí el escenario es mi oficina y cuando salgo de él voy al supermercado.

-El México con fama machista.

-Sí, pero no con la violencia de género de que se habla ahora. Había mecanismos de compensación. El patrón del rancho estaba al mando y si un trabajador tomaba tequila y le pegaba a la mujer, ella iba a quejársele y él decía al empleado que si no sabía beber ni respetar a su mujer la próxima vez le daría correazos. Nunca he vuelto a México y no me apetece, porque tengo recuerdos hermosos que no quiero perder. No quiero más tristeza ni crueldad de la que hay. No pago para sufrir en el cine o el teatro. No me interesa un accidente en la carretera salvo que pueda hacer algo.

-Volvió a España en 1972.

-Sí, en México empezaba a haber crisis y en España papá empezaba a estar mayor. Estando yo en México sufrió su primera trombosis y perdió la movilidad y el habla. Los recuperó a base de esfuerzo y constancia. Me escribía con la izquierda y me decía que esperaba ir por su propio pie a buscarme al aeropuerto. Así fue, con bastón. Murió en 1982 con 94 años. Mi madre murió a los 101 años, hace tres.

-¡Qué longeva!

-Mi familia no muere de enfermedad, sino de aburrimiento. Yo sigo trabajando porque siempre he vivido de mi profesión y porque si vivo tantos años como ellos me voy a comer el patrimonio nacional. En Asturias me ha apoyado Vicente Álvarez Areces, al que he conocido por mi profesión y me ha amparado profesionalmente por mi forma de ser y por mi tesón. Trabajaré mientras pueda y mi voz y mi físico me lo permitan.

-¿Cómo vio España al regreso?

-Como la había dejado. Seguí trabajando, pero con menos intensidad. Trabajé en Zaragoza con Luis Pardos dos o tres temporadas en un espectáculo de variedades, con vedettes, coro, músicos y comicidad, un modelo de espectáculo y de empresario ya desaparecido.

-¿La recordaban?

-Sí. Dialogo mucho con la gente y he encontrado abuela, madre y nieta en el público. Es maravilloso sintiéndome como me siento. Los años no son los que tienes, sino los que sientes.

-¿Cuántos años siente?

-18, y con ganas de trabajar y vivir y pensando que la vida es lo más maravilloso si Dios te da salud.

-Usted es creyente.

-Sí, pero no fanática. Dios ha sido importante en momentos críticos de mi vida.

-¿Y políticamente?

-Soy políticamente correcta.

-¿Tiene amigos?

-Conservo amigos entrañables como Enrique Marzal, un gran estilista que viste a muchas artistas y famosas. Viví en su casa una temporada muy grande. Tony River, también de Valencia, y los empresarios de Espectáculos Saga.

-Desde su regreso han pasado 40 años con sus altibajos.

-Lo difícil es mantenerse. Lo vivo con normalidad. Este año ha ido bien, a ver el siguiente? vivo de mi trabajo y no quiero medalla del Trabajo porque ésa te la dan cuando estás en una silla de ruedas o te queda una pelada de vida. Quiero el reconocimiento del público. Me mantengo, es un milagro, con las mismas medias un poco desparramadas, llevando una dieta muy normal que se premia con una fabada al mes; uso máquinas de gimnasio.

-¿Está contenta con lo que ha sido su vida?

-Volvería a hacer lo mismo saltándome cuatro errores a los que me llevó la impulsividad. Una vez los cometo, apechugo. Si la vida va bien, fenomenal, y si va mal, «al mal paso, darle prisa». Me han quedado algunas cosas en el tintero.

-¿Qué echa de menos?

-No haber nacido 20 años después. Le oí a Di Stéfano que si hubiera nacido 20 años después habría sido más mediático y cuatro veces más millonario. Hemos cambiado de siglo y de era. El XXI es caótico.

-¿Qué le desconcierta?

-La barbarie, la violencia, la mala educación, la falta de interés y los que se aprovechan y han hecho que el rico sea más rico y el pobre más pobre. No entiendo ese abuso de que si una persona necesita dinero y tiene que vender algo que vale diez le paguen cuatro. Medrar a costa del otro es odioso. Ojalá tenga castigo y yo lo vea. El que hace mal debe recibir mal; ojo por ojo, dice la Biblia. No soy de la otra mejilla. Si me dan una y puedo devolver siete, las devuelvo. Vivir día a día es muy duro, y como no sepas?

-Contesta en abstracto, pero parece contar algo muy personal.

-No tengo una depresión porque mi cabeza no me lo permite, no tengo tiempo y siempre intento agilizar la mente, tener inquietudes, miras. No me rindo, supero todo.

-Habla de recuerdos bonitos, pero da la sensación de que su vida ha sido dura.

-Mi papá me decía: «Ríe y el mundo reirá contigo; llora y llorarás tú sola». No soy nada pesimista. Si algo me sale mal pienso que mañana lo haré mejor.