La carrera que comenzó en el mes de julio de 2009 finalizó ayer. Francisco Álvarez-Cascos ya es el presidente del Principado. Hace dos años ahora que un grupo de personas de confianza del entonces militante, cualificado, sí, pero sólo militante, del Partido Popular promovió por primera vez su posible candidatura a la Presidencia de la comunidad autónoma. Nadie de ellos, ni por supuesto el propio ex secretario general del PP pensaban, ni por lo más remoto, que el camino a recorrer iba a ser tan complicado como finalmente fue. Ninguno imaginaba siquiera que Cascos iba a acabar enfrentado a Mariano Rajoy, dándose de baja en el partido de toda su vida, constituyendo una nueva organización política y ganando con ella, sólo en cinco meses, las elecciones en Asturias. Un gran éxito de todo punto impensable hace dos años.

En todo este tiempo Álvarez-Cascos ha ido adaptándose como ha podido a las circunstancias impuestas por los hasta el pasado mes de diciembre sus compañeros de partido. Impuestas por ellos y también por él mismo, por su cerrazón, por su falta de mano izquierda para solventar situaciones no excesivamente complicadas para un político de su experiencia. Pero Cascos creía que era la persona más adecuada para el cargo y no admitió que alguien lo pusiera en duda, ni Rajoy, ni por supuesto algunos dirigentes del PP asturiano, liderados por el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, a los que siempre acusó de dejadez y de falta de laboriosidad y profesionalidad y a los que ahora desprecia y no duda en desairar siempre que tiene oportunidad. Defendió su idea, luchó hasta el final y ganó.

Álvarez-Cascos ya es presidente de Asturias y ya tiene Gobierno. No es el de sus sueños. Seguro. Pero entra dentro de lo esperado. Cascos, ante la imposibilidad de contar con consejeros de auténtico peso político y con trayectorias contrastadas, ha apostado por gente nueva, se ha decantado por la regeneración de la que viene hablando en los últimos meses. Y mucho empuje deberá tener este Ejecutivo para afrontar una legislatura con el apoyo de sólo 16 de los 45 diputados de la Junta General y, al menos, por el momento, sin acuerdos con otros grupos que faciliten la estabilidad del gabinete y la gobernabilidad de la región.

Florentino Alonso Piñón regresa con Álvarez-Cascos. Será de nuevo su mano derecha, su hombre de máxima confianza, como lo fue desde 1991 a 2004. Alonso Piñón acompañó a Cascos en su exitosa carrera política en Madrid casi desde el principio. A comienzos de los años noventa, Cascos, por entonces secretario general del PP, buscaba un periodista para que se ocupara de sus relaciones con los medios de comunicación. Quería que fuera asturiano. Y encontró a Florentino Alonso Piñón, quien durante cinco años acompañó al «número dos» de Fraga y después de José María Aznar por todos los rincones de España. Se convirtió en su sombra. Sus competencias sobrepasaron con mucho las de un simple jefe de prensa.

Cuando Álvarez-Cascos pasó a ser vicepresidente primero del Gobierno y ministro de la Presidencia con Aznar Alonso Piñón fue nombrado director general de Información con despacho en la Moncloa. Por sus méritos profesionales, seguro, pero también en pago a su lealtad. Porque si algo caracteriza a Florentino Alonso es su fidelidad al ahora presidente del Principado. De todos los colaboradores que ha tenido Cascos en su larga carrera política el que más tiempo ha estado con él ha sido, con mucha diferencia, Florentino Alonso Piñón. Lo sabe todo del ex secretario general de los populares y es de los que mejor cumplen con una de las máximas del nuevo jefe del Ejecutivo autonómico: si, explica, siempre fue leal con Fraga y Aznar diciéndoles lo que realmente pensaba (aunque no les gustara) los que trabajan con él deben hacer lo mismo. Por el carácter de Cascos no es fácil cumplir con esta recomendación. Más bien es muy complicado, imposible en la mayoría de los casos. Sólo algunos de los que lo conocen muy bien y desde hace mucho tiempo lo hacen.

Alonso Piñón va a ser la mano derecha de Cascos en el nuevo Gobierno del Principado, pero con una influencia política muy limitada. Siempre ha sido así cuando se trata de Cascos. Quien va a tomar las decisiones políticas del nuevo Ejecutivo va a ser él. Las importantes, todas. Y muchas de las otras, también. La composición del Ejecutivo lo deja meridianamente claro. Sólo hay tres consejeros con cierta experiencia, aunque sólo sea de gestión de la cosa pública: el propio Alonso Piñón, Emilio Marcos Vallaure (Cultura) y José María Navia-Osorio (Sanidad). Los demás se estrenan y están obligados no a esperar sino a exigir, en el mejor sentido de la palabra, la tutela política del Presidente para poder salir adelante con éxito en su labor, al menos en los primeros momentos.

La oposición esperaba alguna sorpresa de Cascos, alguna incorporación de gente con pasado en otra organización política, de izquierda fundamentalmente. No la hubo. ¿Qué es que no quiso o es que no pudo conseguirlo?