La salida de la violencia de ETA de la escena política española la transformará profundamente. Como se ha repetido aquí, ETA ha venido siendo un tapón del independentismo democrático -que late con fuerza en al menos dos regiones españolas- a causa de la identificación independentismo-violencia. Ahora esa partida concluirá y se abrirá otra en la que el independentismo pacífico presionará con fuerza, en la calle y en las instituciones, sin que exista ya el argumento central para descalificarlo. Los políticos españoles, y el discurso político, habrán de adaptarse a toda prisa, para ser capaces de afrontar un reto de menor dramatismo, pero mucha mayor complejidad. Los mensajes del tradicional discurso antiindependentista eran sencillos y su fonética desde el Estado de derecho, tan elemental como la de las bombas desde el terrorismo criminal. Ahora habrá que aprender a hablar.