Oviedo, E. M.

En la localidad colunguesa de Poladura todavía se acuerdan de Armando Graña. El etnógrafo que dirigió la rehabilitación de once hórreos en 1998 con fondos del Principado dejó su impronta en esta aldea apretujada y con vistas a la capital del concejo. «Quedó como nuevo», relata María Collado, la dueña de la construcción, seleccionada por su valor artístico. Además de retejarlo, también se fortalecieron sus estructuras y se limpiaron los liños decorativos del siglo XVI. «Si no, se hubiera caído abajo», remata.

Collado troncha madera a la velocidad de la luz junto a la puerta de su casa. Viuda desde hace años, asegura que lo mejor de su vida son sus hijos y nietos. «Y el hórreo», añade entre risas.

Además de la propiedad de Collado, el plan regional de rehabilitación que ahora quiere rescatar la Consejería de Cultura benefició hace trece años a otro granero de Colunga, ocho de Villaviciosa y uno de Piloña. «Nos pidieron que quitáramos el corredor que teníamos, porque así luce más guapo. Lo único que hicieron fue retejarlo, pero así se evitó que continuara el deterioro», explica Roberto Manjón, dueño de uno ubicado en la parroquia maliayesa de Bayones, que su abuelo compró a los monjes de San Salvador de Valdediós a principios del siglo XX y que llevó, por piezas y en un carro tirado por vacas, hasta el pueblo. «Un buen día llegaron unos señores del Principado y nos preguntaron que si lo podían arreglar gratis. Por supuesto, dijimos que sí», añade.

Lo mismo ocurrió con otro en Piedrafita, que tiene tres propietarios y que usa Gonzalo Valdés. «Me parece buena idea que inviertan en salvar hórreos», señala. «Son parte de nuestra cultura», remata, a dos metros de un pegollo.