Oviedo, Eloy MÉNDEZ

Tres comicios en diez meses no deberían dar para demasiados cambios en las preferencias de un electorado, pero los asturianos ya han demostrado recientemente que son capaces de mudar su opción política con mucha facilidad. Las incertidumbres políticas y económicas que atosigan a la región y la evolución del voto entre las pasadas autonómicas de mayo y las generales de noviembre, con un fuerte trasvase de Foro al PP, complican un pronóstico claro de cara al 25 de marzo. Por eso, una de las principales claves será el comportamiento de la derecha sociológica, que aupó a Francisco Álvarez-Cascos a la Presidencia del Principado y, poco después, le dio la espalda mayoritariamente para convertir a los populares en la primera fuerza de la circunscripción en las nacionales.

Las variables que pueden influir en la conducta electoral del asturiano son tantas que, según los expertos, es muy difícil hacer una previsión certera en base a criterios objetivos. La resolución de algunas de esas variables, como la elección de los candidatos -un factor clave-, quedará despejada en cuestión de dos semanas. La de otras, como el peso de la gestión del gobierno en el resultado, sólo se conocerán tras el recuento de las papeletas. «El PP está en condiciones de batir a Foro porque se han mitigado las ansias de castigar a los principales partidos que hubo en mayo y porque mucha gente duda de la labor realizada desde entonces por Cascos», explica el sociólogo Óscar Rodríguez Buznego. De todas formas, considera que será determinante «conocer qué líderes se enfrentarán y qué discurso van a hacer».

Aun así, hacer pronósticos es complicado porque los números son tozudos a la hora de mostrar la volatilidad del electorado conservador. En las autonómicas de mayo Foro consiguió sus 16 diputados con 177.588 votos. Sin embargo, en noviembre sufrió la pérdida de más del cuarenta por ciento de los apoyos y se quedó con 92.549 sufragios, registro que le valió sólo un acta de diputado en el Congreso, la que obtuvo Enrique Álvarez Sostres. La tendencia en el PP fue justamente la contraria. Tras el fuerte varapalo sufrido en las regionales, con los 118.930 apoyos y los diez representantes en la Junta que obtuvo Isabel Pérez-Espinosa, logró erigirse en el más votado medio año después, al alcanzar las 222.179 papeletas y tres asientos en la Cámara baja, con Mercedes Fernández como cabeza de lista.

Este fuerte trasvase en tan poco tiempo se explica por las afinidades entre los votantes de ambos partidos, que premian a uno y castigan a otro en función de la coyuntura. Estas similitudes quedaron constatadas por el sondeo poselectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de septiembre, que situaba a Foro ligeramente a la derecha del PP en la percepción colectiva de los asturianos y también en la de sus respectivos seguidores. «No creo que exista un voto dual entre ambos partidos, que cambie de orientación en función del tipo de elección del que se trate. Más bien creo que estos cambios se produjeron por otro tipo de factores. Ahora la situación es algo más favorable para el PP», razona Rodríguez Buznego.

Pero también la actitud de la izquierda ofrece muchas dudas ante esta nueva cita con las urnas. El PSOE sufrió en 2011 dos severos castigos por la gestión que hizo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de la crisis económica. Primero perdió el Gobierno del Principado al cosechar Javier Fernández 15 escaños y 177.714 votos. Después cedió el primer puesto en las generales con 183.170. Su porcentaje de voto apenas varió: pasó del 29,77% al 29,19%. Un suelo del que probablemente no bajará y que, sin embargo, tampoco propició un gran ascenso de Izquierda Unida, con 61.513 apoyos y cuatro asientos en mayo y 83.312 y un solo diputado en noviembre.

Por último, el tercer factor determinante será el índice de abstención. «No es para nada descartable que mucha gente se quede en casa por la consecutiva celebración de comicios o porque ninguna de las opciones consiga ilusionarles», explica Rodríguez Buznego. Es decir, que muchos ciudadanos podrían optar por no ejercer su derecho, cansados por la insistente celebración de procesos electorales y alejados de una clase política que se ha manifestado incapaz de llegar a acuerdos para sacar adelante proyectos vitales para la región. También ellos, los que no voten, jugarán un papel determinante el 25-M.