Somiedo, Ana Paz PAREDES

Vestido con un «buzo» de un azul intenso, con gorro de lana y tapado hasta la nariz por el frío, con la nieve cayendo con fuerza sobre la localidad de Gúa, en Somiedo, el senegalés Issa Gueye regresaba ayer, como cada día, y al acabar la mañana, hacia la casa de José Manuel Otero, tras haber llindado las vacas y dejarlas en el establo. Ayer, a las dos de la tarde, a cuatro grados bajo cero y con unos caminos donde se hacían cada vez más presentes las placas de hielo, la única persona que caminaba por el pueblo era este senegalés. «Es normal que se sorprendan al verme. Yo lo entiendo. Como mucha gente, se preguntarán, ¿pero qué estará haciendo este negro aquí?», dice con una amplia sonrisa este natural de Thiaroye-sur-Mer, a unos 14 kilómetros de Dakar, en Senegal.

José Manuel Otero, vecino de Gúa, es «su jefe», como llama con cariño a quien le trajo de Murcia hace más de año y medio para cuidar de su padre, José Antonio Otero, un hombre actualmente dependiente y de quien habla, emocionado y tras darle un abrazo, Issa Gueye: «Este señor es la mejor persona que conozco. Le quiero mucho. Aquí le cuidamos entre los dos, su hijo y yo. ¿Sabe? Hay cosas que no se pagan con todo el dinero del mundo, como cuando alguien como él te abre su corazón y te lo da. Además, sepan que sólo yo soy capaz de hacerle sonreír. A los viejinos hay que quererlos y cuidarlos, en mi país los mayores son muy importantes en la familia y sus hijos y nietos son quienes les cuidan, no verán allí un ni un asilo», afirma rotundo este senegalés, que hoy se considera, sin duda, un somedano más. «Es cierto, sólo Issa es capaz de hacerle reír», añade a renglón seguido el hijo de éste, José Manuel Otero.

En Asturias, el año pasado, «superó» su miedo a la nieve, que nunca había visto. «Cuando llegó el mal tiempo empecé a preocuparme y creía que igual la nieve iba a llegarme hasta aquí», dice señalando con la mano a la altura de su pecho. «Luego ya me di cuenta que no era así, aún viniendo de un país cálido como el mío, y tras ver a estos paisanos sacar sus casas adelante, trabajar el campo y con los animales, me dije ¿si ellos pueden, por qué no yo?». Y es que la nieve no le disgusta. «Bueno, recuerdo cuando la toqué por primera vez, tan fría, tan fría. Se me escapaba entre los dedos, fue una sensación extraña», afirma en un español muy fluido, donde a veces intercala alguna palabra en francés y con un indudable acento asturiano. Lo primero que aprendió a decir, cuando llegó a Asturias, fue «¡qué, ho!».

Después de año y medio este hombre, que un día partió de su país en busca de un futuro mejor para él y su familia, se siente un somedano más. Habla con pasión y con cariño de sus vecinos, a quienes agradece la acogida que le han hecho. «Menos el hielo, aquí me gusta todo. La gente, el paisaje, la montaña, la verdura. Un día me gustaría volver a mi país y tener mis propias vacas. Yo soy de pueblo y aquí me siento libre. Al igual que agradeces a Dios lo que te da, para bien o para mal, también hay que dar las gracias a quien te da trabajo, a quien te da de comer, a quien te ofrece su amistad», señala el senegalés.

José Manuel Otero, por su parte, dice que en Somiedo todo el mundo conoce a Issa Gueye. «No hay bar donde no le inviten ni caleya donde no le saluden. Incluso ya fue de romería», añade entre risas. Y recuerda cierto día en que le llevó a la fiesta de Orderias, subiendo el puerto de San Lorenzo. «¡Menuda se armó entre las personas más mayores, que nunca habían visto un hombre negro!». Gueye interviene: «Es verdad, qué impresionados quedaron los viejinos al verme por primera vez», recuerda el senegalés con una amplia sonrisa. «Hombre, a mí al principio no me pareció muy bien pero, claro, luego entendí la situación perfectamente y a los diez minutos ya estaba allí sentado con ellos charlando y pasándolo bien».

Ni los cuatro grados bajo cero ni las primeras nieves que cayeron ayer en Somiedo inquietaron lo más mínimo a sus vecinos. «¡Estos trapos que caen no son ná! Frío siberiano no sé, pero aquí siempre hizo frío en invierno y además antes nevaba mucho más que ahora», señalaba ayer en el bar Peñarrubia, en Caunedo, Abel Feito Morán, mientras veía nevar por la ventana. «No ye tanto como dicen, de momento por lo menos», añadía tras la barra el propietario del establecimiento, Benigno Salgado. De la misma opinión era Manuel Suárez Argüelles, también de Gúa y a quien en la zona le consideran el hombre con más memoria de todo el concejo. «Hay mucho hielo y poca nieve. La última gran nevadona aquí fue en febrero de 1996, aunque también hubo una gorda en abril de 1998. Yo creo que igual puede nevar fuerte el domingo. Hasta entonces, posiblemente siga como hoy», señalaba en el bar Miño, en Pola de Somiedo.

Rubén Feito, que acababa de bajar a Caunedo con el ganado, tampoco le daba importancia a la nieve caída ayer. «En los últimos diez años yo creo que no hemos vivido unas nevadas importantes». Por su parte, Gloria Alonso y su marido, Manuel Rodríguez Feito, del mismo pueblo, también le restaban importancia a la llegada del frío siberiano y afirmaban que «no es plato de gusto que nieve mucho, pero es normal que pase si estamos en invierno». De igual modo pensaba Josefa Berdasco: «yo estoy bien, tengo carbón, tengo leña, comida, no me quejo». En cuanto a la forma de matar el tiempo mientras dure el temporal en Somiedo, Abel Feito fue claro: «¿pues que vamos facer mientras? ¡Comer y folgar!».