Fernández contra Fernández. No es raro. Según la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (Sadei), Fernández es el apellido más frecuente en la región. Más allá de la antroponimia, el candidato del PSOE, Javier Fernández Fernández, y la candidata del PP, Mercedes Fernández González, se lo juegan todo a una carta el próximo 25 de marzo. Ambos tienen parecidos naipes para disputar la mano: poder absoluto en su partido, una lista renovada hecha a medida, la presión de un congreso interno inminente y la incertidumbre sobre el comportamiento electoral de Foro Asturias, el partido de otro Fernández, Francisco Álvarez-Cascos Fernández.

Con otra cara. Tanto Javier como Mercedes Fernández acaban de pilotar, cada uno en su partido, el mayor proceso de renovación que se recuerda en la región. Las cifras hablan por sí solas. El PSOE ha dejado fuera de su candidatura regional a nueve primeros espadas. Los secretarios generales de las cinco principales agrupaciones socialistas de Asturias -Gijón, Mieres, Langreo, Avilés y San Martín del Rey Aurelio-; las consejeras de los gobiernos de Vicente Álvarez Areces Ana Rosa Migoya, Mercedes Álvarez y María José Ramos, y la diputada Clara Costales se han quedado sin sitio en la lista. En el PP los números también cantan. Veinte caras nuevas incluye en su candidatura la formación conservadora, que ha llevado la renovación más allá de la lista electoral y ha dado el finiquito por sorpresa incluso a su presidente en Asturias, el lavianés Ovidio Sánchez. Entre los que salen en el PP: la anterior candidata, Isabel Pérez-Espinosa, y el portavoz adjunto en la Junta, Joaquín Aréstegui. Los Fernández han decidido romper con el pasado.

Fruta madura. La renovación que estalla ahora en el PSOE y en el PP no es cosecha de un día. Ambos procesos llevan tiempo gestándose, pese a lo cual no ha podido evitarse cierta brusquedad. «Son las tensiones entre lo nuevo que pelea por nacer y lo viejo que se niega a morir», explica un conspicuo socialista. Lo cierto es que ni en uno ni en otro partido, tras doce años de desgaste de Álvarez Areces, en el primero, y después de tres derrotas de Ovidio Sánchez, en el segundo, se tenía totalmente claro, en la previas de los comicios de mayo, que ambos líderes fueran a apartarse y facilitar el relevo. Más bien daba impresión de lo contrario. «A la gente le cuesta percibir cuándo se agota su tiempo», aseguran que contaba Javier Fernández en mitad de este proceso.

Sólo la cabeza. En mayo, PSOE y PP cambiaron sólo la cabeza. El resto del cuerpo era el mismo. Álvarez Areces y Ovidio Sánchez pasaban página como candidatos al Principado, pero los cambios no iban mucho más allá y sus herederos en el cartel electoral, Javier Fernández e Isabel Pérez-Espinosa, tenían que vestir un traje viejo retocado para la ocasión. Los equilibrios territoriales ataron a Fernández a una lista que era un remedo de la de Areces. A Pérez-Espinosa, por su parte, le costó Dios y ayuda colar en los puestos de salida a la vicerrectora Susana López-Ares. Con el médico Luis Antuña, al que había buscado para ocuparse de los temas sanitarios, no tuvo tanta suerte. La dirección impuso su ley.

Mayo llegó en febrero. Mayo siempre ha sido un mes evocador en lo revolucionario. Sin embargo los cambios que PSOE y PP no introdujeron entonces en sus candidaturas han llegado en febrero. La debacle electoral que sufrieron ambas fuerzas la pasada primavera y la convocatoria de elecciones anticipadas por parte de Álvarez-Cascos, cuando apenas llevaba siete meses en el Gobierno, han acabado forzando a las cúpulas de ambos partidos. El escenario también ayudó. Nunca como hasta ahora había estado tan denigrada la clase política, duramente criticada por su profesionalización y por sus ansias de perpetuarse en el poder.

Iguales y diferentes. Los movimientos renovadores en el PSOE y en el PP en Asturias coinciden en el tiempo, pero no son exactamente iguales. La poda es profunda en ambos casos, pero, en el socialista, la fuerza va de adentro hacia afuera, mientras en el de los populares viene desde fuera hacia adentro. Eso sí, la palanca que propicia el movimiento se apellida Fernández en ambos partidos. En el PSOE, la renovación surge de dentro. La defendieron la dirección, algunas agrupaciones locales y la militancia, que incluso se movilizó para reclamarla recogiendo firmas. «Había que renovar, era una exigencia de la dirección, de los dirigentes locales, de las bases, todo el mundo lo estaba pidiendo. Hay incluso a quien le parece poco», explica Javier Fernández sobre el proceso. Casi todos en el socialismo se muestran convencidos de que era necesario. «No pasa nada, quedamos fuera, pero es por el bien del partido, ahora lo que tenemos que pensar es en trabajar para ganar», señala una de las ex consejeras sacrificadas.

En el PP el movimiento viene de afuera, de Génova, de la nueva candidata, que hasta hace poco estaba apartada de la primera línea, y desde la militancia y los simpatizantes de la derecha, que en mayo dieron la espalda al partido en las urnas. «En cuanto pase el congreso nacional vamos a meter mano en Asturias, hay bastante desbarajuste», aseguraba, semanas después de las elecciones de mayo, un colaborador de Ana Mato, entonces vicesecretaria de organización del PP. Las elecciones anticipadas adelantaron el calendario.

Ración doble en el PP. El empeño de Génova en recuperar el terreno perdido ante Cascos hizo que no dolieran prendas a la hora de darle la vuelta al calcetín del PP en Asturias. María Dolores de Cospedal y Ana Mato pensaron de nuevo en Mercedes Fernández, la fórmula que tan buen resultado dio en las generales de noviembre, y no hubo reparo en respetar las condiciones puestas por la ya diputada, que, por otra parte, se encontraba como pez en el agua en la dirección del grupo parlamentario del PP en el Congreso. Listas renovadas, control del partido y apoyo de Madrid en la campaña eran sus peticiones para ser candidata. Manos a la obra, Cospedal llamó a Ovidio Sánchez para que preparara el relevo e incluso habló con Pérez-Espinosa para prometerle una salida. Era justo, la candidata de mayo puso la cara para que se la rompieran cuando el partido más la necesitaba. En Madrid niegan la intervención, pero luego se delatan. El siguiente diálogo reproduce la conversación entre un periodista y un miembro del equipo de María Dolores de Cospedal horas antes de que LA NUEVA ESPAÑA desvelara que Mercedes Fernández iba a sustituir de inmediato a Ovidio Sánchez al frente del PP asturiano:

-Mañana vamos a publicar que Cospedal ha forzado la salida de Ovidio Sánchez para que Mercedes Fernández acceda a la presidencia del PP en Asturias.

-No, no, de ningún modo, la dirección nacional no ha tenido nada que ver, es un proceso natural del partido, deciden los militantes asturianos, es lo mismo que ocurrió en 1998 cuando Ovidio Sánchez sustituyó a Isidro Fernández Rozada.

Que en Génova, donde siempre se ha dicho que Asturias pinta más bien poco, se tengan tan claros con nombres y fechas los procesos de relevo que siguió el PP asturiano en 1998 resulta cuando menos revelador. El foco estaba puesto en el Principado.

Necesario, pero doloroso. Así ha sido el proceso en ambos partidos. «Hasta el once no hay ningún problema, todos los problemas empiezan a partir del once», respondía Cruyff cuando le preguntaban, en su época de entrenador, por las tensiones en el vestuario del Barcelona. En la política como en el fútbol todo el mundo quiere ir en el once titular. «Hacer las listas siempre es algo doloroso. Y meter gente nueva siempre precisa hacer sitio y quitar a alguien. Hay una aritmética, un poder territorial, hay que respetar la paridad, no es sencillo», se justifica en privado Mercedes Fernández, que sabe por experiencia lo duro que es verse apeada de una lista.

Javier Fernández ha contado a algún colaborador que el diseño de su candidatura le ha costado «algunos de los días más duros que recuerda». «Es duro decirle a la gente que no cuentas con ella», explica el ingeniero de minas a sus cercanos. Es fácil entender la incomodidad y la tragedia. En ambos partidos quedan fuera diputados que han dedicado toda su vida a la política y que no tienen otro trabajo ni empresa a la que regresar. Y para algunos la sorpresa fue mayúscula. Javier Fernández trató de llamar personalmente a los que quedaban fuera, aunque no pudo hacerlo con todos. Se encargaron sus colaboradores. En el PP fallaron los tiempos y hubo quien se enteró por la prensa. Hasta pocos días antes de trascender que Mercedes Fernández daría un vuelco a la lista, había dirigentes populares que aseguraban: «No habrá grandes sorpresas, será como siempre».

Nos duele en el mismo sitio. Queda claro que el impacto fue tremendo para algunos. La poda deja la lista del PSOE sin rastro de arecismo. En el PP desaparece casi toda la dirección. Se salva sólo Fernando Goñi, secretario general del partido y presidente de la Junta, dos cargos difíciles de borrar de un plumazo. Los miedos eran evidentes durante los días en que se estaba cociendo la candidatura. «Si puede ser, ni me cites para decir que no hablo, no digas ni que existo», apuntaba un dirigente al ser preguntado por el proceso. Tanto en el PSOE como en el PP el malestar se ha concentrado en la costa: Avilés y Gijón. Los hombres y mujeres del socialista avilesino Álvaro Álvarez, que llegó a optar a la secretaría general de la FSA, y de la popular gijonesa Pilar Fernández Pardo se sienten ninguneados. En el PP hay también dirigentes molestos por la forma en la que se ha llevado el proceso, con que algunos compañeros se hayan enterado por los medios, y con Ovidio Sánchez y Gabino de Lorenzo, que «sólo trataron de salvarse a sí mismos». Para otros, el «supermartes», 14 de febrero, día de San Valentín, cuando se oficializó la catarsis popular, constituyó un acto de entrega del poder a los antiguos partidarios de Cascos, los que habían quedado en el PP. «Una cosa es renovar y otra purgar, y las purgas suelen fastidiar el aparato digestivo», señalan los críticos.

Solos ante el peligro. Los Fernández quedan ahora solos ante las urnas. Acuden al duelo con las armas que ellos han elegido. Se la juegan. En el horizonte hay congresos. Si malgastan la última bala, Javier Fernández, que lleva a Fernando Lastra de número dos, sí parece haber pensado en una salida. Pero Mercedes Fernández de momento no ha dado pistas. La gijonesa no tiene ejército en el PP y repetir de presidenta en el próximo congreso sin juntas locales que te apoyen puede resultar harto complicado a no ser que te aúpen las urnas. Eso sí, ambos están convencidos de su victoria y piensan pelearla aunque con ello se le caiga a Cascos la metáfora del pacto del «duernu», el ya famoso y supuesto complot urdido por populares y socialistas para repartirse Asturias. Aunque todo indica que ambos necesitarán pactos para gobernar, el líder del PSOE no quiere hablar de ello. Su oponente, Mercedes Fernández, escapa a esas preguntas, sonriente, con una evasiva. «Pero ¿veis a Cascos como mi vicepresidente?». Lo único seguro es que el 25 de marzo ganará un Fernández.