La imagen de Cospedal y Cherines dentro de un tonel en el Museo de la Sidra de Nava me recordó aquella vez que entrevisté allí a Aguilé y pusimos en el titular que él y Juan Bau, compañero en el cartel de las fiestas, regresaban «por el tonel del tiempo». El problema no es tanto que exista un Museo de la Sidra en Nava como que también haya uno de la leche en Morcín o dos centros de interpretación (con perdón) del urogallo que yo sepa, uno que se llama «aula» en Santibáñez de Murias y otro que se llama «casa» en Tarna y que se había inaugurado vacío. La lista de los equipamientos pintorescos es larga. Les ahorraré los detalles. Lo que quiero decir es que con ese panorama, pintado en su mayor parte por la mano del socialismo alegre y generoso en aquellos años, no me extraña que Cospedal venga por aquí, eche un vistazo y proponga a los jóvenes que se dediquen a «mayar». La sidra, igual que la gaita o el tallado de madreñas, todo el mundo lo sabe en Madrid, es un gran yacimiento de empleo y un formidable motor económico. Ya lo veo claro: autarquía, proteccionismo, involución industrial y en dos días al XVIII.