¿Por qué hay que celebrar la primavera? Yo confieso haberlo hecho, a veces con versos, con metro y rima incluso, para emular, supongo, a las florecillas, tan simétricas. Pero hace mucho ya que le he pillado afición a las flores que van a contramarcha, esas que llegan cuando las demás se van, o cuando no hay ninguna más en el paisaje, flores rebeldes que se alzan revolucionariamente contra el statu quo de la naturaleza, infringiendo sus leyes, igual que celebro sobre todo los frutos de invierno, aunque a veces sean venenosos, o, más bien, justo porque lo son. La del sol es una legislación fundamentalista y despótica, o sea, una dictadura, y el buen demócrata debe rebelarse. ¿Cómo comparar un florido y policromo paisaje primaveral con la desolación de un buen invierno, cuando los colores se apagan y la luz, escasa, puede centrarse en lo esencial? En tiempo de crisis sobran las alegrías.