El viceconsejero de Infraestructuras se despachaba hace poco con una extraña rueda de prensa, en la que anunciaba, entre otras cosas, una supuesta investigación del Principado sobre las que califica como decisiones políticas de un consejero socialista desaparecido de la escena regional hace ya prácticamente un año. En estas cuestiones, un año es un tiempo realmente largo cuando ese Gobierno ha sido sustituido por otro, del que, casualmente, este viceconsejero ha formado parte desde un primer momento.

Pero ocurre también que el mismo responsable de Infraestructuras, Juan Vega, que ahora afirma venir investigando a un antecesor, fue el mismo que pocos días atrás impuso en el consejo de administración de Sogepsa la decisión de que la empresa demandase al diario LA NUEVA ESPAÑA con el motivo de que este periódico había publicado una serie de informaciones sobre actuaciones de la sociedad que como poco podrían calificarse sin gran esfuerzo como ciertamente atípicas. Como se publicó en los medios de comunicación, los representantes del Partido Socialista se opusieron a esa demanda, los representantes de los privados se abstuvieron, y los miembros del Gobierno de Foro Asturias sacaron adelante la resolución con sus únicos votos.

Resulta realmente difícil, por tanto, saber cuál de las dos posiciones del Viceconsejero es la buena, admitiendo que alguna lo sea, y que todo ello no pueda considerarse simplemente una más de las muchas maniobras a las que es tan aficionado desde siempre Juan Vega. Porque, siguiendo un hilo mínimamente lógico, admitir al tiempo que se investiga -con lo que habría de concluir que si es así será porque ha encontrado motivos para ello- y que simultáneamente se demanda a un medio de comunicación por recoger los hechos que supuestamente se investigan, aparece como una posición realmente difícil de explicar, y que se coloca por sí sola en una situación insalvablemente contradictoria.

Lo más probable, y hablo sólo de probabilidades, es que la realidad sea más prosaica y ocurra que Juan Vega, en su puesto de viceconsejero de Infraestructuras, y a pesar de formar parte del consejo de la sociedad, no se haya enterado de nada de lo que ocurría en Sogepsa. Situación realmente curiosa, porque se trata de una persona que ha llenado hemerotecas enteras desde hace muchos años denunciando a diestro y siniestro lo que calificaba como desmanes de esa empresa. O, como puede ser incluso aún más factible, que Juan Vega haya sido abducido por la maquinaria de Sogepsa y el discurso fácil de sus directivos y haya perdido en veinticuatro horas toda su capacidad crítica. No hay muchas más explicaciones, porque Juan Vega viene reuniéndose desde hace meses con harta frecuencia tanto con el gerente de Sogepsa como con el responsable jurídico, y se supone que en esas reuniones, además de tomar café, algún minuto habrán dedicado a comentar la situación y las actuaciones de la sociedad.

Pero ayer, de manera sorprendente, Juan Vega parece haber descubierto que el responsable de los males de Sogepsa soy yo -después de seis años de haber abandonado la empresa- y me adjudica además la autoría de un dossier que, siempre según Juan Vega, habría hecho llegar en esa época a la Federación Socialista Asturiana. Cosa que, además de falsa, sería metafísicamente imposible por muchas razones, fundamentalmente porque la información que ahora conocemos a través de LA NUEVA ESPAÑA se refiere a acontecimientos que en aquella época aún no se habían producido.

La intención de este viceconsejero del Gobierno en funciones de Asturias organizando este montaje es tan manifiestamente clara, tan evidente, que no precisa demasiadas explicaciones: intenta a la desesperada crear dudas, y trata de arrojar sospechas sobre personas honestas, y busca adjudicar a personas que nada tienen que ver con el asunto responsabilidades sobre un tema que les ha sido siempre ajeno, y con el que no han tenido la mínima relación ni antes ni después, ni entonces ni ahora. Y trata Juan Vega de salvar su responsabilidad directa, y también el fracaso palmario que evidencia su ignorancia completa de la situación real de una empresa de la que es responsable. Y no ha encontrado mejor manera de tratar de esconder la forma en la que los actuales directivos de Sogepsa han estado jugando con él hasta engañarle lo suficiente como para que no se entere de la situación real que intentar cargarle el muerto de su fracaso personal a otros, buscando el modo de derivar la responsabilidad del problema que no ha sabido resolver a gentes que o bien no estuvieron nunca o bien hace ya muchos años que no estamos.

Porque resulta que mi marcha de Sogepsa se produjo en la primavera del ya lejano 2006. Y, como, afortunadamente, las palabras vuelan pero los escritos permanecen, puedo aportarle una idea cabal de la realidad de aquella casa, y ni siquiera con lo que pueda decir ahora, sino con palabras de 2006, pues estaban ya contenidas en la carta de despedida que envié a mis compañeros de la empresa, y en la que explicaba blanco sobre negro las razones que justificaron la llegada de un momento en el que ya no quise seguir trabajando en ella.

Esa carta tiene además una historia peculiar, extraña, casi diría que inverosímil. Porque estaba escrita en un tono respetuoso, pero debió parecerle tan intolerable al entonces nuevo gerente de Sogepsa que puso a dos informáticos a trabajar un fin de semana para borrar y secuestrar el correo de los ordenadores de toda la plantilla. Ya entiendo que puede parecer inconcebible, pero ésa fue la actuación del gerente. Inconcebible, por una parte, por la violencia que supone destripar cuarenta ordenadores para retirar de su correo un mensaje, y, por otra, por la ilegalidad manifiesta de una intervención de ese tipo. Para mí, la explicación está en que José María Quirós pertenece al modelo de directivos que están convencidos de que el hecho de ocupar la cúpula de una empresa es suficiente para anular por sí mismo el derecho de los subordinados a la privacidad y la inviolabilidad de su correo. Inconcebible, y además estúpido, porque, como podemos intuir todos, no hay más que volver a enviarlo. Creo que esta sola acción retrata por sí mismo el nivel de inteligencia que demuestra el autor de la hazaña, el mismo personaje que ha dirigido la empresa, ya pueden intuir cómo, a lo largo de estos últimos seis años.

Y esta carta, además de dejar meridianamente claras las razones de mi abandono de Sogepsa, sirve también para demostrar más allá de cualquier duda razonable, y con años de antelación, que lo que ahora imagina este viceconsejero en su rueda de prensa no es más que una pura invención, una ensoñación suya, y que nada tiene que ver con la realidad.

En ella queda claramente de manifiesto mi radical disconformidad con la gestión que se hacía de la empresa ya en ese momento de 2006, y que, por lo que puedo deducir ahora, no ha hecho más que empeorar desde entonces. Pero como desde ese año ya lejano he estado total y absolutamente desligado de Sogepsa, allá Juan Vega con las responsabilidades que no haya querido o sabido ejercer como viceconsejero y responsable de esa empresa. Ha pasado su etapa de gobierno en ella sin cambiar una silla de sitio, y él sabrá cuál es la explicación, si la tiene, para tanta inutilidad.

Y, en consecuencia, a los que nunca estuvimos en esta guerra de estos últimos tiempos que no trate de meternos en ella. Es una tarea demasiado inútil y una maniobra desnortada, «propia de una mente turbia y dispersa», como define al Viceconsejero con todo acierto el abogado Gerardo de la Iglesia, típica de un personaje que no sabe lo que quiere, de un personaje confuso que en un tiempo fue militante socialista, al que yo y mis compañeros podemos recordar perfectamente siendo miembro de la Agrupación Socialista de Oviedo, luego secretario de Antonio Masip, más tarde hombre de confianza de Gabino de Lorenzo, otrora enemigo mortal de Gabino de Lorenzo, y en los últimos tiempos seguidor de Cascos y viceconsejero del Gobierno de Foro Asturias. Toda una trayectoria de funambulista político que no deja de constituir un vivo ejemplo de coherencia personal, y que todos podremos coincidir seguramente en que se califica por sí sola.

Y que hoy, en la duda que se le ha suscitado entre investigar irregularidades o demandar a un periódico, tira por el camino de en medio y dice que hace las dos cosas?

Y lo más probable es que, de la misma manera que no ha hecho nada en este tiempo en el que ha venido ocupando el segundo nivel de responsabilidad de la Consejería de Infraestructuras, se marche sin hacer ninguna de las dos.

Ramiro Fernández es periodista, fue responsable de Prensa del Gobierno del Principado con los presidentes Rafael Fernández y Pedro de Silva, y fue director de relaciones externas de Sogepsa entre 2002 y 2004, y jefe del área de suelo industrial de esta empresa entre 1999 y 2006.