Es palpable la inquietud que provoca entre los asturianos la posibilidad de que las elecciones arrojen unos resultados similares a los de hace un año y que se repita la situación de bloqueo político que ha motivado, además de pérdida de tiempo y malestar, esta convocatoria electoral. Hasta ahí llega la desconfianza que sienten hacia los partidos y sus dirigentes. Y es posible que, al conocer las encuestas publicadas, su preocupación se haya transformado en temor, pues lo que se anuncia en ellas es un Parlamento más dividido y partido casi por la mitad en dos bloques. Habrá que leer con atención los próximos sondeos, que nos dirán, entre otras cosas, si la interpretación que hacen los electores de este momento político modifica su intención de voto. Las encuestas ya están actuando sobre la decisión de los votantes, pero han sido realizadas en febrero y, por tanto, es prematuro considerarlas como pronósticos definitivos.

Es habitual conceder valor a las encuestas preelectorales sobre todo por el dato de estimación de voto, que sirve para hacer previsiones de resultados y calmar la ansiedad que produce la espera del escrutinio de la noche electoral. Sin embargo, esta vez la información más valiosa que ofrece la encuesta del CIS es la referida a las valoraciones y actitudes de los asturianos. Y es verdaderamente amplia e interesante. Tras su consulta se imponen, por encima de otras de menor trascendencia, dos conclusiones. La primera es que la insatisfacción política en Asturias es general y muy profunda. Una mayoría opina que la situación es mala o muy mala y peor que la de hace un año. Un porcentaje creciente de asturianos no confía en ningún partido y opina que ninguno defiende los intereses regionales. La valoración de los candidatos es negativa en todos los casos. Así que no parece que la renovación parcial de las listas haya sido suficiente para cambiarla de signo. Quizá suceda que los asturianos se sienten defraudados con la respuesta de la clase política a la incertidumbre económica y al veredicto de las urnas en mayo pasado. Y por eso las perspectivas de los partidos mayoritarios, cuya responsabilidad es equivalente a sus apoyos electorales, no son muy halagüeñas.

La segunda conclusión es que en estos meses Foro y su líder han sufrido una pérdida importante de imagen y apoyo entre los asturianos, incluso entre sus propios votantes, tal como reflejan diversos indicadores del sondeo. La evaluación del Gobierno es negativa, la valoración de Álvarez-Cascos ha empeorado de forma notable y los encuestados se pronuncian a favor de un cambio de Gobierno. Lo más destacable al respecto es el cambio de actitud de los seguidores del PP, que ahora valoran más a su candidata y se muestran más distantes con el líder de Foro. Este estado de opinión se traduce en que son los votantes de Foro los menos dispuestos a repetir voto y en que la mayoría de los votantes de ambos partidos predicen una victoria del PP.

En resumen, no es previsible una transferencia cuantiosa de votos de la abstención a los partidos, al revés, o de estos entre sí, al contrario de lo ocurrido en las elecciones anteriores. El Gobierno forista ha decepcionado, pero persiste el enfado con los grandes partidos. Foro perderá apoyo electoral en favor del PP, aunque aún podrá contar con un núcleo numeroso de incondicionales de su líder. A ello debe sumarse una moderada progresión de IU y el acceso de UPyD a los escaños de la Junta General. Son pequeños cambios que, sin embargo, podrían alterar decisivamente el mapa electoral asturiano y orientar en otra dirección el curso político de la región. No hace falta un cataclismo electoral para que las cosas cambien, que es lo que de verdad desea la mayoría de los asturianos.