Es la primera vez que Asturias tiene unas elecciones autonómicas independientes, sin la influencia de otras elecciones paralelas nacionales o locales, que de una u otra manera inciden siempre en el resultado final. Sin embargo, lejos de haber un especial entusiasmo por este protagonismo, lo que se percibe es una atonía general. La situación no está para tirar cohetes y se tiene la sensación de que una vez más los platos rotos por los políticos los acaba pagando el ciudadano. En este caso, se llama a los asturianos a solucionar en las urnas lo que no han sabido resolver sus representantes elegidos nueve meses atrás. El hartazgo es evidente y unos desangelados mítines marcan el paso de esta primera semana de campaña.

La causa de la convocatoria electoral es clara, la ingobernabilidad de Asturias. La causa de esta ingobernabilidad ya no lo es tanto, y la culpa se reparte, aunque no por igual, entre los tres partidos con más representantes: Foro, porque ha asumido un gobierno en minoría sin ánimo de pactar con su clon ideológico, el PP. Éste, porque no le ha prestado apoyo, mirando exclusivamente sus intereses de partido en una estrategia de ahogar a quien le fracturó en dos. El PSOE, porque, siendo el partido más votado, renunció desde el principio a comprometerse en la labor de gobierno y en ningún momento se presentó como alternativa.

Así las cosas, el elector se pregunta qué es lo que ha cambiado para que vaya el 25-M a votar o a modificar su voto expresado en mayo de 2011. Desde luego, no serán los reclamos y promesas de los partidos en una campaña descafeinada en la que, además, la autocrítica brilla por su ausencia. Lo que ha cambiado es básicamente lo siguiente: Foro, con Álvarez-Cascos a la cabeza, ha dilapidado el caudal de crédito que obtuvo en las otras elecciones regionales. Se vio en las elecciones nacionales del 20-N, perdiendo la mitad de su apoyo, y a ello se añade la incapacidad y torpeza para gobernar mostrada en estos meses y que le ha llevado a tirar la toalla, dejando cadáveres por el camino.

El PP ha cambiado su cartel electoral dando una sensación de mayor solidez como fuerza política y cuenta con el viento aún favorable de un Gobierno nacional que gusta a la derecha por sus decisiones económicas y sus propuestas ideológicas (enseñanza, aborto).

El PSOE no ha cambiado, pero sí las circunstancias que le rodean y que de rechazo le benefician. La trifulca fratricida entre Foro y PP reedita el fracaso que en su día tuvo Sergio Marqués y advierte de lo que puede ser un voto mayoritario a una derecha dividida e irreconciliable. Las medidas impopulares del Gobierno de Rajoy (subida de impuestos y reforma laboral) espabilan el voto ausente de la izquierda y tapan las tomadas en su día por Zapatero contra funcionarios y pensionistas. El PSOE puede volver a aparecer como un partido serio ahora que el «caso Marea» no está en primera página. De hecho, no perdió votos entre las dos últimas citas electorales y ahora puede subir.

El problema del PSOE se llama IU, porque este partido puede hacer un discurso más radical, que en el contexto actual se ve altamente favorecido por la propia radicalidad de las medidas del Gobierno de Rajoy, y que estimula a un electorado dispuesto a expresar en las urnas su rechazo frontal a esa política, pero que, a la vez, no olvida que el PSOE fue el que puso en marcha algunas de ellas.

Si en 2011 la cenicienta electoral fue Foro, ahora puede ser UPyD, que seguramente sacará alguna tajada del hastío que para cada vez más votantes provocan los otros partidos con tradición parlamentaria. Su aparición ofrecería un pluralismo mayor, pero también una complejidad añadida para llegar a pactos.

La cuestión estará en saber si estos posibles movimientos del electorado servirán para que pueda formarse un gobierno sólido en Asturias o simplemente causarán una distinta correlación de fuerzas políticas, en la que éstas se muestren incapaces de suplir su insuficiente mayoría por unos acuerdos estables de gobierno. Esperemos que haya vida inteligente más allá de las elecciones, aunque visto el nivel de la campaña electoral sólo cabe creer en los milagros.