A pocos días de las elecciones en Asturias, las encuestas reflejan el fraccionamiento de los resultados previsibles, fruto no deseable de episodios y desencuentros del pasado. No quisiera aceptar que, como parece, las prioridades de los candidatos fueran, primero, el propio interés, después, el del partido, más tarde, el de sus votantes y, por último, el de Asturias.

¿Qué va a pasar aquí? La salud democrática, la crisis, el valor de la alternancia y los clamorosos casos aún en carne viva, como el de Riopedre, Renedo y compañía -nada explotados por sus oponentes y aún menos en el resto de España-, aconsejarían evitar a toda costa el retorno de una política arecista que ya supimos lo que da de sí y ha sido superada por los acontecimientos.

Contamos con un presidente, Álvarez-Cascos, casi inédito, entre otras cosas por el obstruccionismo ajeno, que propone el impulso decisivo. Por si acaso, también se muestra complaciente con la UPyD de Rosa Díez, un partido con vocación de bisagra y dispuesto a vender a buen precio su colaboración. Sin demasiados escrúpulos, por otra parte, pues expresamente lo mismo le da la derecha que la izquierda, la carne como el pescado, para acudir en socorro del vencedor. No hay que olvidar que viene de un socialismo con ribetes nacionalistas.

Un vencedor que, según las encuestas, podría ser el candidato Fernández gracias a la rencilla permanente entre Foro y el PP. No hay que negar que, hasta el momento en el que esto se escribe, la campaña socialista, con la miel del posible retorno al poder en los labios, intenta ser la más intensa y también la más elaborada. Mientras, el resto de los partidos pone el acento en destacar lo malos que son los demás, quienes han diseñado la campaña del candidato Fernández han decidido no dejar un cabo suelto.

Veamos: el aspirante, resuelto a «quemarse» en el intento y, emulando a San Juan de la Cruz, pasa por los setenta y ocho concejos con premura y promete en cada caso lo que convenga. Como reserva, en la propaganda impresa hay promesas para todo lo que cuenta en el momento: seriedad, seguridad, trabajo, garantía, responsabilidad, compromiso, solvencia, competencia, bienestar, tolerancia, solidaridad, futuro (que se repite media docena de veces)...

Pero lo más original son las imágenes que se prodigan en cartelones y pasquines con una palabra clave al fondo de la que se separa la primera sílaba, como quien aparta la cabeza de una gamba, para intercalar la vera efigie del aspirante. Tomemos el vocablo más utilizado: «Soluciones».

Primero va un «so», después un vano suficiente para tres letras inexistentes que se tapona con la foto del candidato y, a continuación, el resto de las sílabas: «luciones». ¿Qué se intenta con esta ruptura para insertar la cabeza de don Javier? Pues, sin duda, relacionarlo psicológicamente con esas hipotéticas soluciones. Y quien dice esto dice otras apelaciones que introduce sucesivamente como serenidad, garantía y futuro, a donde confío en que no llegue porque su primera sílaba es «fu».

La palabra clave queda así descoyuntada y, al rellenar el espacio -vacío, para más inri-, más que hacer al candidato Fernández parte de la solución se le hace más bien, a mi juicio, parte del problema, porque el concepto queda quebrado en el subconsciente del lector.

En cualquier caso, los creativos de la propaganda no se han exprimido mucho las meninges. Lo mismo da so que arre.