Tras diez meses de desconcierto e incluso de caos en algunos momentos, a la política asturiana le está costando encontrar el camino de la normalidad. No es tarea sencilla. Francisco Álvarez-Cascos decidió, al poco de ser presidente, cerrar los cauces al diálogo con el resto de las fuerzas parlamentarias, postura que mantuvo hasta el final, hasta el debate presupuestario, con la vista puesta únicamente en el adelanto electoral que, creía él, le iba a permitir reforzarse con un mayor número de diputados en el Parlamento regional.

Pero no fue así -perdió cuatro escaños con relación al 22 de mayo- y ello ha obligado al aún presidente del Principado en funciones a cambiar de estrategia.

A diferencia de lo sucedido en los meses de junio y julio del año pasado, Cascos se ha sentado a negociar en igualdad de condiciones con el Partido Popular. Y lo ha hecho él, no dirigentes de segundo nivel, dejando así patente un interés por pactar que no había ni tan siquiera insinuado tras los comicios del 22 de mayo pasado.

No le debió resultar fácil a Cascos este cambio de actitud, esta política de mano tendida a los populares, al partido cuyo líder, Mariano Rajoy, lo había descartado como candidato al Principado en diciembre de 2010. Pero lo hizo, evidentemente obligado por las circunstancias, pero también convencido de que, al final, como había sucedido en Gijón en junio de 2011, la presión llevaría al PP asturiano a votarle para impedir un Gobierno de la izquierda en la región.

Es en esta situación, con Cascos persuadido de tener el control total de la negociación con los populares, cuando su actual presidenta regional en funciones, Mercedes Fernández, en colaboración con la dirección nacional del partido, se descuelga con que sí, con que Gobierno de la derecha sí, pero abierto a cualquier opción para la Presidencia. Y ella, ante las diferencias irreconciliables entre Cascos y el presidente del Gobierno español, Rajoy, que a su juicio sólo pueden perjudicar a Asturias, se postula para el cargo.

El PP ha movido ficha. Ha jugado fuerte. Pero es consciente de que lo complicado viene a partir de ahora. Tras comprometer sus votos, no le va a ser fácil controlar las presumibles acometidas de Cascos.