Entre los casos sorprendentes de la represión estuvo el fusilamiento del comandante Gay Plazón, jefe de la Guardia Civil de Gijón, que se había sublevado al frente de sus guardias. Juzgado por este hecho, fue condenado por los republicanos a pena de muerte y la sentencia conmutada por el Gobierno republicano, por la de 30 años de prisión, pasando toda la guerra en la prisión de El Coto. Liberado al entrar las fuerzas franquistas en Gijón, volvió a ser detenido al poco tiempo. Acusado de haberse rendido a los republicanos, fue condenado a muerte. El Gobierno de Burgos no fue tan clemente y confirmó la sentencia, ejecutada en Gijón el 5 de enero de 1938.