Oviedo, Eloy MÉNDEZ

Vocación es la palabra que define a los universitarios de «Letras». Una fugaz conversación con algunos de los mejores expedientes académicos de las titulaciones impartidas en el campus ovetense del Milán es suficiente para leer entre líneas que están encantados con sus estudios porque sabían que estaban llamados a cursarlos. Casi todos coinciden en que sus especialidades están aquejadas de cierta infravaloración y, en algunos casos, cuentan con limitadas salidas profesionales. Pero también se saben una pieza fundamental para la dignificación de la sociedad y para ahondar en el conocimiento del ser humano. Son conscientes de que su formación es su gran fortaleza y apuestan por la especialización.

«Es habitual que me respondan que estoy loco cuando digo lo que hago», asegura Lucas Álvarez, premio fin de carrera en la licenciatura de Filosofía del último curso. Aun así, este ovetense de 23 años resta importancia a la eterna coletilla que acompaña a casi cualquier conversación sobre su carrera. «Muchos me preguntan que si pienso vivir de pensar. Pero creo que si pensáramos las cosas nos iría mucho mejor. La mayoría de la gente no se da cuenta de la vinculación entre pensamiento y acción», dice. Tampoco le angustia demasiado pensar en las elevadas tasas de paro para los titulados en su carrera. «Las salidas más recurrentes son funcionario o profesor. Pero a mí siempre me han dicho que, con mis estudios, puedes acabar en el sitio más inesperado», razona. De momento, ha comenzado un máster en Historia y Análisis Cultural, previo a la preparación de su doctorado.

«Elegí Historia porque creo que no se puede comprender la realidad actual sin entender las raíces de los pueblos y su desarrollo», explica Angélica Ramos, de 24 años y premio extraordinario de esta licenciatura, que echó en falta «materias destinadas a la formación del historiador en ciertos programas informáticos». Por lo demás, está encantada, a pesar de que también ha percibido cierta falta de comprensión en su entorno. «Vivimos en una sociedad marcada por los avances tecnológicos y que mira continuamente al futuro. Por eso, a menudo se olvida lo terrible que sería vivir sin conocer la identidad de uno mismo. ¿Cuántos errores volveríamos a cometer?», se pregunta esta joven de Noreña, que actualmente cursa un máster de Formación del Profesorado, cuenta con una beca de colaboración en la biblioteca de la Universidad y ha realizado prácticas en el Archivo Histórico de Asturias. «Las salidas profesionales no son muy halagüeñas, pero quienes realizamos estos estudios somos conscientes de la importancia de la especialización. Por eso, casi todos aprendemos idiomas», sostiene.

No le hará falta a Alberto Fernández, premio extraordinario de doctorado en Filología Inglesa. «Siempre he estado orgulloso de haber escogido esta titulación porque creo que aporta una serie de competencias muy necesarias para la sociedad global en la que vivimos», sostiene, pese a la infravaloración social. «Los estudios universitarios se valoran en función del retorno económico de los egresados, es decir, del dinero de los profesionales con esa titulación. En eso, siempre hemos estado por debajo», subraya. Aun así, considera que su especialidad es una excepción dentro de la rama de «Letras». «Muchos colegas trabajan en multinacionales de nuevas tecnologías o consultorías, por ejemplo», dice. Su paso por el programa de Lengua Inglesa de Arcelor-Mittal lo demuestra. Actualmente, es profesor ayudante doctor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad, tras dedicar varios años a su tesis premiada, dedicada a estudiar el proceso de traducción de páginas web institucionales.

Pelayo González-Pumariega se hizo con el premio extraordinario de doctorado del departamento de Geografía gracias a un trabajo sobre la aportación del ingeniero de minas Guillermo Schulz a la modernización de Asturias. «Me decanté por esta especialidad porque necesitaba completar mi formación de ingeniero técnico en topografía y la verdad es que estoy muy contento», asegura. «Creo que la Universidad debería plantearse captar a personas mayores que dispusieran de tiempo y ganas de desarrollar proyectos de carácter vocacional», comenta este profesor del área de Cartografía.

La astorgana Julia María Martínez-Lombó, premio en la licenciatura de Historia y Ciencias de la Música, escogió su camino casi de forma natural, guiada por lo que le gustaba. «Con la situación económica actual, en la Facultad poco más podemos pedir. Contamos con una biblioteca que es un referente en mi materia», afirma cuando se refiere al centro en el que ha pasado cinco años, tras conseguir la titulación superior de Violonchelo en el Conservatorio Superior del Principado y antes de iniciar la preparación de su tesis doctoral sobre el heavy metal en Asturias. «La pérdida de peso de las Humanidades en beneficio de las Ciencias Naturales, primero, y de los saberes tecnológicos, después, es un hecho. La razón es evidente: existe una imposición, desde la escuela, de que la formación académica y personal ha de fundamentarse en adquirir conocimientos útiles para la inserción de profesionales en el mercado de trabajo, olvidando las otras disciplinas», denuncia.

«El problema es que la sociedad, guiada en ocasiones por un pragmatismo patológico, tiende a clasificar los estudios en función de si "sirven" para algo o no. Puede que los estudios de Letras no curen enfermedades, pero intentan curar la ignorancia con reflexión crítica», apostilla Rubén Rodríguez, natural de Pola de Siero y el mejor expediente en Filología Inglesa. Igual de contundente habla cuando se refiere a su panorama laboral. «Los estudiantes de Letras, al igual que los de Ciencias, debemos tener en cuenta que la Universidad proporciona un bagaje teórico sobre el cual debemos construir nuestro perfil profesional. Con fuerza, tesón y una buena formación todo se consigue», dice. Predica con el ejemplo como alumno de un máster en Enseñanza del Español.

«Para mí han sido cinco años preciosos y he tenido la suerte de cursar una licenciatura, mucho mejor que los nuevos grados», sentencia Paulino Pandiella Gutiérrez, premio fin de carrera en Filología Clásica, con 25 matrículas y 14 sobresalientes. Este gijonés tiene su propia teoría sobre el supuesto desprestigio de los estudios humanísticos. «A los poderes que nos gobiernan les conviene que se generalicen el pragmatismo y la falta de solidaridad. Un ejemplo de marginación es que los premios a mejores expedientes aplican diferente baremo en función de la carrera», sostiene. De momento, prepara un máster relacionado con el profesorado, aunque advierte de que «las salidas que tenemos son, en realidad, mucho más numerosas de lo que la gente se cree».