Dentro del drama del desempleo hay un grupo que enfoca la atención de todos, por razones obvias. Los jóvenes menores de 30 años que, con una tasa de desempleo del 54%, no pueden evolucionar ni hacer planes de futuro y, además, temen que la siguiente generación les «salte por encima» como una ola desenfrenada dejándoles en la cuneta.

Los socialistas, expertos en lemas y etiquetas -además de en arruinar el país, que ya van dos veces que lo logran-, llevan años con dos «cajones» etiquetados para los jóvenes. Por un lado, repiten, y no paran, aquello de que tenemos «la generación mejor preparada de la historia». Sí, claro, respecto a la universalidad de la escolarización y alfabetización anteriores. Pero, ¿qué hacemos con el 26% de fracaso escolar? «Sencillo» -en la versión socialista del mundo, claro- a los que no encajan en su «mejor preparados de la historia» les colgaron la nefasta etiqueta de «NI NI» (Ni estudian Ni trabajan) dando a entender sin mucho disimulo que con el «fantástico sistema socialista» si no estudiaban y salían adelante era porque no querían? etiqueta y realidad falsa que, por cierto, en el PP pretendemos cambiar a positivo «Ni desempleados Ni poco formados», porque, como dijo la Ministra, «para que tengan futuro y sean nuestro futuro tienen que tener presente, y en eso estamos trabajando intensamente desde el Gobierno».

Un trabajo a múltiples bandas que conlleva, por un lado, reformar el sistema de enseñanza, por más que la izquierda más retrógrada e inmovilista no quiera entender -ni admitir- que hay más modelos que el suyo, y, por el otro, destinando la primera batería de más de 100 medidas de estímulo al empleo para potenciar que los jóvenes puedan dar el paso adelante y ponerse a trabajar. Eso sí, no con el clásico y socialista modo de funcionar de «invitar y no pagar», sino con presupuesto, que el presidente del Gobierno consiguió que en la última Cumbre europea.

Pero aun contando con el enorme drama que supone ser joven y no poder «arrancar» tu vida, hay otro sector que a mi modo de ver -y al de muchos- se está encontrando en una situación, tan dramática o más si cabe, y me refiero a los mayores de 45, que añaden a la falta de empleo un plus de angustia porque ellos sí «arrancaron» y tienen familias, niños a medio educar y mantener, mayores a los que atender y el mismo temor -pero quintuplicado- a que esa «ola» de jóvenes que empuja y el deseo de los gobiernos de darles salida acabe con la suya propia.

Por eso, era imperativo que el Gobierno no se olvidase de este grupo de población que corre el riesgo de quedar fuera de todo y muy desamparado. Y de ahí la importancia del nuevo contrato «Generaciones» del que ha hablado hace pocos días la ministra de Empleo, que consiste en vincular a esas medidas que estimulan el empleo joven a la experiencia de mayores de 45 años, por medio de un contrato indefinido a tiempo completo o parcial dirigido a desempleados de 45 años o más, de larga duración o beneficiarios del «Plan Prepara», y que contará con una reducción de la cuota a la Seguridad Social del 100% durante el primer año de contrato.

En fin, que desde que el mundo es mundo las sociedades avanzan aunando el ímpetu de la juventud con la experiencia de la madurez, y en ese sentido nada se inventa, pero esta medida es novedosa y profundamente solidaria entre generaciones, porque más allá de lo que «toda la vida fue», que supone la figura del aprendiz, lo sugerente es que esta nueva idea funciona «al revés», de forma que jóvenes autónomos, con formación, fuerza y ganas contraten a un desempleado mayor de 45 años que, habiéndose quedado fuera, tiene sin duda una valiosa experiencia que transmitir. Algo que parece que en los años de Gobierno socialista, más inmersos en prejubilar y en generar ERE falsos, se había olvidado.