No por compromiso ni tampoco por esa suerte de costumbre laudatoria en la muerte de alguien conocido, entiendo de justicia decir una palabra en recuerdo de Ricardo Pedreira, cuyo fallecimiento nos ha sorprendido el viernes, aunque no desconociéramos su delicado estado de salud. Antes que a su llena y brillante biografía profesional, que a otros compete hoy, apelo a su lado más humano.

Ricardo deja entre nosotros, aparte de su labor de medio siglo largo en Oviedo, la impronta de su bonhomía, su inteligencia, su cercanía a sus amigos y hasta su galaico sentido del humor. Era además un hombre generoso y desprendido. Tengo en la memoria dos casos de personas a las que dio clase «gratis et amore» en la preparación de oposiciones.

No hace tres meses que Mondoñedo, su pueblo natal con el que se sentía muy vinculado, le había rendido un cálido homenaje (como unos años antes se hizo al periodista Pepe Díaz Jácome, otro ilustre mindoniense ligado a nuestra ciudad). En enero LA NUEVA ESPAÑA publicaba una larga entrevista seriada del mayor interés en la que él destacaba algunos nombres de sus mejores alumnos en Oviedo: Florentino Braña, Efrén Cires, Ricardo Loy...

Doctor en Derecho, intendente mercantil, actuario de seguros, catedrático, hacendista, miembro de organismos internacionales, autor de numerosas publicaciones de su especialidad, asesor contable del Arzobispado, brillante «coleccionista» de oposiciones y cargos, que rechazó altas oportunidades en Madrid, nada de eso pudo quebrar su conocida modestia personal. Tentado por la socialdemocracia y UCD, salió de la política un poco desengañado.

Creo sinceramente que Pedreira se ha ido antes de tiempo, pero sin duda se ha presentado en el otro mundo con una obra bien hecha. Le recordaremos.