Según la última medición, la edad del universo es de 13.750 millones de años. Parece mucho tiempo, y desde luego lo es, pero al menos resulta comprensible para la mente humana. Una suma semejante, más o menos, resultaría de multiplicar el número de latidos de un corazón normal a lo largo del día por el número de kilómetros que un conductor normal recorre en cinco o seis años. Son magnitudes que al menos caben en la cabeza. O sea, que, bien mirado, el origen del Big Bang no es tan antiguo. Más difícil de comprender es el tamaño del universo, de unos 90.000 millones de años luz, porque el año luz rompe las paredes de cálculo de la mente. ¿Cómo puede haber crecido tanto en tan poco tiempo? Hacer vida en el interior de una onda expansiva, cabalgando en ella, ¿dará sentido a nuestra vocación de infinitud, de que el calendario de la carne rompa también sus costuras y nos aviente fuera de ella?