Casi 1.248 millones de euros invertidos en ladrillo y hormigón sustentan en Asturias museos que nunca lo fueron, centros de interpretación y de recepción de visitantes jamás abiertos, aulas didácticas en las que nada se enseña, piscinas cubiertas sin agua, viejas fábricas en perpetua fase de rehabilitación, edificios administrativos carentes de destino e, incluso, grandes polígonos industriales sin industria.

Son el saldo de una abultada suma de un centenar obras públicas hechas con dinero público en la época de la bonanza económica y que ahora, en plena recesión, están infrautilizadas, abandonadas o sin inaugurar. La asociación Sendas de Asturias se impuso en 2009 la tarea de cuantificar todo ese caudal de dinero público invertido en cemento durante los años de la alegría gastadora. La cuenta con el coste detallado de los setenta y cuatro proyectos más significativos arroja la friolera de 1.248 millones de euros distribuidos en instalaciones entre las que se incluyen proyectos tan dispares como la ampliación del puerto de El Musel, presupuestado en 623 millones de euros, y el Museo de Fernando Alonso, en Llanera, con un coste de 5,2 millones de euros; pero es que a estos bienes se une, hasta el centenar, otra larga lista de inmuebles englobados en la amplia categoría de «otros despilfarros».

Uno de los proyectos que lleva dos años finalizado y cerrado a la espera de que se adjudique su gestión es el Museo de la Mina de Arnao, en Castrillón. La alcaldesa del municipio, Ángela Vallina, anunció la pasada semana su apertura para este verano. Las instalaciones costaron cinco millones de euros, de ellos más de tres llegaron de fondos europeos.

La Azucarera de Pravia, inaugurada en 1903 como el revulsivo económico para la comarca, y posteriormente abandonada tras el desplome de los precios del azúcar, alberga hoy en día en su interior más de cuatro millones de euros en inversiones de incierto destino. El Ayuntamiento pretende utilizarla para albergar Juzgados, un centro de iniciativa empresarial, restaurante y cafetería, y también para servir de sede de la Mancomunidad «Cinco Villas», Archivo Histórico Municipal y Casa de Encuentros de la Mujer, entre otros propósitos. El Museo de la Historia Urbana de Avilés, con 1,5 millones de euros en obras a la espalda, ha salido esta misma semana de la lista negra del derroche improductivo regional, al iniciar su andadura el jueves de la pasada semana tras una larga espera de tres años. El primer museo público del municipio avilesino ya puede visitarse en el edificio ubicado frente a la iglesia de los Padres Franciscanos.

En el apartado de infraestructuras deportivas hechas «a lo grande» figura el circuito de karting y el museo que llevará el nombre del bicampeón del mundo de F-1 Fernando Alonso, que el Gobierno asturiano construye en La Morgal (Llanera), y cuya primera piedra se colocó en 2008. A finales de 2012 la consejera de Educación, Cultura y Deporte del Principado, Ana González, anunció su finalización para este año. El complejo tiene un coste de 5,2 millones y se adjudicó con un plazo de ejecución de dieciocho meses, ampliamente superado.

Tras este reguero de millones se esconde «mucho dinero tirado y deudas a las que hacer frente», como indica Manuel López, presidente de Sendas de Asturias. López y el resto de los socios se han cansado de dirigirse a la Administración autonómica con proyectos en la mano para dar utilidad a las instalaciones cerradas o apenas usadas.

Y es que los años pasan y el deterioro llega. «Ahora lo que nos falta es que haya que demoler o reparar lo que nunca se ha abierto, porque se queda inservible», señala López. La campaña de localización de inmuebles impulsada por Sendas de Asturias bajo el sugerente título de «Aquí se gastaron... ¿y ahora qué?» fue una auténtica fuente de sorpresas. Se realizó por comarcas, por ser la figura la más utilizada por las administraciones para el reparto de ayudas y subvenciones. «A medida que íbamos avanzando por la región descubríamos más y más cosas, una auténtica locura», sentencia López. Los socios localizaron un total de 164 instalaciones, de las que descartaron 24, consideradas las más importantes por su relevancia o contenido, entre ellas el Museo del Jurásico de Colunga o el de Bellas Artes de Oviedo. Otras treinta se desecharon por ser privadas o gestionados por distintas fundaciones.

La mayoría de las restantes están cerradas, abandonadas o sin concluir. El diagnóstico del desastre estriba, para López, en la repetición de motivos, la falta de contenido, la ubicación en lugares poco atractivos y, sobre todo, la dependencia absoluta de las subvenciones públicas para funcionar. Por eso la asociación defiende el fin de las subvenciones a fondo perdido para financiar infraestructuras de este tipo. «Proponemos créditos a interés cero, una fórmula mucho más interesante que se emplea en otros lugares con éxito», matiza el presidente de Sendas de Asturias.

Mientras llega una solución para dar nueva vida al ladrillo durmiente, Asturias acoge, en concreto, más de setenta museos, aulas y centros de interpretación pagados con fondos públicos, exponente del gasto descontrolado de los años de bonanza, con los que nadie parece saber muy bien qué hacer. Para darles salida la asociación estima viable la creación de una red de centros ocupacionales, de educación ambiental, promoción turística y nuevas iniciativas. El modelo de gestión debería basarse en buscar acuerdos entre los titulares de los centros y los candidatos que participen en su gestión, con especial repercusión de los beneficios sobre los habitantes de las zonas.

«Me gustaría saber quién paga todas estas aberraciones, si no sería necesaria una investigación judicial y cómo es posible que el despilfarro de dinero público no constituya delito», considera López. La depuración de responsabilidades debería extenderse a los políticos que promovieron las obras, opina. «No es posible que los responsables de este desastre se vayan de rositas».