Oviedo, Javier CUERVO

Consuelo Marcos Vallaure, «Cuca» (Oviedo, 1940), mayor de una familia con mucha proyección pública, entró en política en UCD, siguió a Adolfo Suárez al CDS y fue llave en el Ayuntamiento de Oviedo con Antonio Masip y Gabino de Lorenzo, que la expulsó de la concejalía de Urbanismo. Dejó la política, se define socialdemócrata, y ahora está jubilada pero participa en una empresa de servicios sociales y limpieza. Se define como muy ovetense y muy del Real Oviedo. Está casada, tiene tres hijos y es abuela.

-¿Cuándo llegó a la política?

-En 1977. Me llamó Verduras, secretario general de UCD en Avilés, al que conocía, algo, del Náutico de Avilés, para que fuera interventora. Me interesaba aquella situación nueva. Era progresista y mi marido, de izquierdas, votante del PSOE. Su padre era militar, le cogió la guerra en Ceuta, luchó contra Franco. En 1944 quedó sin su carrera de ingeniero militar. Podía trabajar civilmente, pero lo echaban, hasta que un amigo, ingeniero naval, lo metió en la empresa nacional Calvo-Sotelo. Era muy buen ingeniero y muy buena persona.

-¿Dónde fue interventora?

-En El Quirinal. Me encantó. Por primera vez me sentí demócrata. Hasta entonces no sabía qué era eso. Entendí muchas cosas de la familia de mi marido, de los mineros...

-¿Cuándo se hizo de UCD?

-Después de las elecciones municipales de 1979. Me parecía que lo municipal me tocaba más de cerca. Empecé a ver telediarios y a leer periódicos de otra manera, a ir por la sede de la UCD... Tenía tres hijos, uno de 4 años. Me da un poco de tristeza haber dejado a mis hijos muy pequeños sin madre. Viajaba mucho, conozco todos los pueblos de Asturias.

-¿Qué le gustaba de UCD?

-Entonces, todo. Hoy, fríamente, nada. Me parecía una solución que, después de una dictadura, gobernase un partido aparentemente moderado y que PSOE, PCE, ORT y todos esos se fuesen consolidando para que el paso a la democracia fuese tranquilo. Ahora veo que UCD no tenía razón de ser: era una mezcolanza de ideologías y de intereses. Se empezaba a construir mucho, a hacer carreteras, y algunos se apuntaban a ver qué pillaban. Me gustaban los temas sociales y la educación. Fui secretaria de acción social de UCD.

-¿Quién le metió en UCD?

-Verduras y Luis Estrada, un médico de Avilés. Me eligieron diputada de la preautonomía a dedo. Allí conocí al presidente de Foro, Francisco Álvarez-Cascos, cuando era de AP; a Agustín Antuña, a García-Pumarino... Serafín Abilio Martínez todavía no había aparecido.

-¿Qué le pareció la preautonomía?

-Yo no soy regionalista. Soy asturiana sobre todo, pero soy muy española y no entiendo bien los nacionalismos de algunas comunidades. Allí lo mangoneaban todo Antonio Checa, José Manuel Fernández Felgueroso y Emilio García-Pumarino, y los demás íbamos a levantar la mano. Estuve en la comisión social y ciudadana, y no me sentí nada realizada porque no pinté nada, la verdad.

-Pero siguió en política.

-Sí, cuando UCD sólo tenía una corriente socialdemócrata muy difuminada, la de Fernández Ordóñez, con la que me identifiqué. Creí que Suárez también lo era cuando fundó el CDS en 1982. En 1989 me di cuenta de que el partido giraba a la derecha.

-¿Cómo veía a Suárez, que fue muy carismático?

-Suárez, siendo de derechas, fundó un partido donde toda la derecha se sintiera incluida y dio cancha a los de izquierda, muy importantes para que la democracia saliese adelante. Cuando fundó el CDS se equivocó, porque dispersó al votante de centro: había UCD, CDS y socialdemócratas en el PSOE.

-¿Qué era para usted Suárez entonces?

-Todo, el salvador, honesto, el que sin renunciar a sus ideas -había sido del Movimiento- supo coordinar la derecha y la izquierda de este país para sacar adelante la democracia. Un líder. Con Felipe González y Carrillo, tres grandes líderes.

-Salió del CDS en 1989.

-Por lo que pasó en Oviedo y la derechización del partido. La época más feliz de mi vida política fue en 1987, cuando salí con tres concejales más, Álvaro López-Cueto Felgueroso, Enrique Campomanes y Javier Llaneza, excepcionales compañeros, comprensivos con mi manera de ser.

-¿Tan difícil es usted?

-Sí, soy una tía con muchísimo carácter. Pero éramos un grupo y lo hicimos muy bien. Gobernábamos con Antonio Masip, alcalde en minoría. Teníamos la llave del Ayuntamiento, pero ni nos vendíamos ni nos entregamos. Nos apoyó Oviedo. Masip era muy especial: honesto, trabajador, a veces un poco traidor, pero como lo hacía con gracia terminabas perdonándolo. La oposición del PP tenía al frente a una persona importante: Ovidio Sánchez, de lo más honrado dentro del PP. El jefe de la oposición debía ser Gabino, pero llegaba a las doce menos diez. Lo llamaban «el Ángelus». De sus cuatro primeros años de gobierno no tengo tan buen recuerdo.

-¿Qué pasó?

-Primero: me equivoqué sacando dos concejales. Tendría que haber hecho menos campaña. Segundo: llevaba de número dos a Javier Sopeña. Tercero: dado el vuelco a la derecha del CDS, no debería haberme presentado. Cuarto: haber aceptado Urbanismo con Gabino, porque sabía que no iban a aceptarme ni él, ni las constructoras, ni los arquitectos. Pero vienen las cosas dadas. Tener excesiva personalidad te hace no tenerla y ser un juguete de los que mandaban en el CDS.

-Gabino de Lorenzo.

-Cuando iba de candidata, mis amigos me avisaron de que no me presentara enfrente de Gabino, no sé si era porque iba a ganar o porque sabían cómo era. Y que no llevase de segundo a Sopeña.

-Defina a Gabino.

-Era todo lo contrario que Masip. Bueno, trabajador, sí, pero muy autoritario. Hizo la peatonalización, bien, pero lleno Oviedo de farolas isabelinas, el auditorio Príncipe Felipe, sacar el Tartiere de en medio de la ciudad, el Calatrava... Todos los centros comerciales del centro fracasaron: el pasaje de Uría, el pasadizo de Covadonga, las Galerías Pidal, el Centro Cívico, ahora el Calatrava. ¿Cómo terminará el Calatrava? No debí aceptar la concejalía de Urbanismo ni que los dirigentes del CDS -Alfonso Román López, Serafín Abilio Martínez y Pablo González-Nuevo Quiñones- me convencieran para que votara a Gabino. Gabino tuvo 13 concejales; Masip, 12, y yo, 2. Hiciera lo que hiciera, Sopeña me habría traicionado para ir con el PP.

-¿Y luego?

-De la política no saqué dinero, pero sí relaciones. Fundé una empresa de servicios sociales y de limpieza con dos socias. 350 trabajadores a convenio y dados de alta en la Seguridad Social. Hasta 1995 los políticos no éramos profesionales y no íbamos a ganar dinero, incluido Gabino de Lorenzo; otra cosa es lo que pasó después. La empresa funciona sin que le haga mella la crisis. Llevamos las cinco residencias de las Hermanitas Desamparadas, once centros de día, entre ellos los de las cuencas mineras.

-¿Cómo siente que le ha tratado la vida?

-Muy bien. Me da pena que termine.

-Sin prisa.

-Me da pena pensar en el futuro de mis hijos y nietos, tal como está el panorama, y en qué va a terminar todo este movimiento en contra de los servicios sociales y de la educación y la sanidad públicas. No tuve desgracias en mi vida. Lo peor fue que Gabino me echara de la concejalía de Urbanismo, por razones que nunca voy a explicar, que me coincidió con la operación de cáncer de mi marido. Afortunadamente, está sano, vivito y coleando.

-¿Por qué no da las razones de su expulsión de Urbanismo?

-No lo dije entonces y no lo voy a decir ahora. Siempre fui consciente de que no era la persona adecuada para ese puesto, con Gabino, porque trago mal: tengo un problema de garganta, de educación, de cultura y de honestidad. Tengo muchos problemas. Ahora me gusta la política, la sigo de cerca, pero no volveré a militar.