Perseguidos. Así se sienten la mayoría de fumadores ante las nuevas restricciones al tabaco que contempla el proyecto de ley de atención integral en materia de drogas del Gobierno regional, que prohibirá fumar en marquesinas y espacios con cubierta de más de un metro de profundidad a la entrada de establecimientos o centros institucionales o de trabajo donde esté prohibido el tabaco. En su intento por acabar con los malos humos del tabaco, el Gobierno regional ha encendido los de muchos ciudadanos.

La indignación se siente a pie de calle. En el corrillo de amigos de Miguel Ángel González no se habla de otra cosa. Trabaja en la edificio «inteligente» del Principado, en Oviedo, y, de aprobarse la ley, él y sus compañeros tendrían que buscarse un nuevo sitio donde encender los pitillos. «Tendremos que salir a la calle a fumar, aunque no sé cómo piensan comprobar que se cumple la medida. A lo mejor nos espían con las cámaras, pero espero que no lleguen a tales extremos de control», especula. Para González «es una forma de desviar la atención y disfrazar la incapacidad del Gobierno asturiano para actuar en cuestiones importantes».

Ignacio García lleva 20 años fumando pero si se aprueba la ley tendrá que olvidarse de esta arraigada costumbre mientras espera el autobús en la marquesina. Se queja de que los coches contaminan más que el humo de tabaco y nadie protesta por ello. Asegura que «la medida no va a servir para nada, solo para perjudicar a los comerciantes. Lo que deberían hacer es meterse con las tabacaleras, que son las que meten sustancias adictivas al tabaco. Yo ya he intentado dejar el vicio en varias ocasiones pero no puedo porque engancha».

La hostelera ovetense Arancha Alonso está indignada con la medida que supone «un ataque a los fumadores». En su opinión, es una discriminación que se aplique sólo en Asturias. «Seguro que en Madrid, con Eurovegas, van a dejar fumar en cualquier parte, pero aquí tratan a los fumadores como apestados. La gente no saldrá a tomar el café ni a ver el fútbol si no pueden fumar ni siquiera a la entrada de los bares. Si no quieren que se fume, que no vendan el tabaco», dice.

María del Carmen Alas se muestra más conciliadora. Fumadora desde los 18 años, dejó la nicotina cuando el Gobierno central aprobó en diciembre de 2005 la ley antitabaco. Ahora, con 59 años asegura que se le revuelve el estómago con el humo. «Hay mil lugares para fumar. No hay que obsesionarse ni tomarse la medida como un ataque personal. Si hay que apartarse un poco, pues se hace y no pasa nada. Hay que intentar entre todos las cosas más fáciles», sostiene.

Mucho más tajante se muestran Mitsy y Jessica Prada. Estas hermanas aplauden la medida, pero señalan que «es incompleta y tendría que ser más restrictiva. Fumar no tiene sentido y no debería permitirse en la calle para no dar mal ejemplo a los jóvenes». No obstante, matizan que «antes que con prohibiciones, debería hacerse hincapié en la educación, y mostrar las consecuencias de este mal hábito.

La opinión de los turistas es encontrada. Algunos, como Luis Azpillaga y Estibaliz Odriozola, que vienen a pasar unos días con su hijo al Principado, no son fumadores, pero se ven sorprendidos por una medida que califican de «desproporcionada». «Espero que no se aplique en el resto de España», indica Estíbaliz Odriozola.

José Luis Blanco nació en Oviedo hace 63 años, pero ha pasado su vida en Argentina. Fumador desde los 16 años, está convencido de que los jóvenes fumarán menos gracias a esta medida. «El daño que me hace el tabaco lo pagan todos y no es justo», reflexiona. Su amigo Horacio Castaño, presidente del Centro Asturiano de Rosario, dejó de fumar hace 37 años. Considera que «es un ataque a los que fuman. Cada uno debe ser dueño de sus actos y actuar con respeto frente al prójimo. Prohibir no es la solución».

A los ovetenses Juan Morán y Carmen Álvarez no les parece «normal que la medida se vaya a aplicar sólo en Asturias». Además, «las marquesinas no están bien delimitadas y no se sabe bien en qué zona se puede fumar y en cuál no», indican. No obstante, agradecen que no se permita fumar en lugares cerrados, porque así la ropa no huele mal. Por el mismo motivo opinan que el humo al aire libre no molesta.

La gijonesa Reyes González, que no es fumadora, muestra sin embargo cierta solidaridad con los que sí tienen el vicio. «Las nuevas medidas me parecen un poco extremas, cualquier día prohibirán fumar incluso en medio de la calle», dice. Otro gijonés, Joaquín Llames, fumador, pone el dedo en la llaga. «Me parece tremendamente hipócrita. Si tan malo es fumar por todo el tema de las enfermedades, que directamente lo eliminen, como ocurre con otras sustancias que sí están prohibidas. Pero claro, si lo hicieran, ¿cuánto dinero dejaría de ganar el Estado?».

Hugo Montes, comercial de hostelería gijonés y fumador, se queja amargamente. «Estoy completamente en contra de la medida. Cada vez lo ponen más difícil, lo que perjudica muchísimo sobre todo al sector hostelero, al que me dedico». Otro comercial gijonés, Javier Fernández, también expresa su indignación. «Esto es una vuelta de tuerca más. Cuando ya te acostumbras a la ley anterior, la endurecen más. No tiene sentido», opina.

Javier Pila, también de Gijón, y fumador, le ve poco sentido a las nuevas restricciones. «Estoy completamente en contra de estas medidas. Me parecen absurdas y muy difíciles de regular. Es rizar el rizo».

Incluso los no fumadores, como Rafael López, ven poco sentido a los que se propone. «Me parece una medida muy poco viable. ¿Quién se va a dedicar a ponerle multas a toda la gente que esté fumando en una terraza? ¿Quién va a ir a una fiesta de prao a las cinco de la mañana a ver si estás fumando debajo de un toldo o no?». Hay quienes ven un futuro poco halagüeño para los fumadores, como Pablo Lara, gijonés. «Me parece muy excesivo. Como esto siga así empezarán a surgir guetos para los fumadores», señala.

El hostelero Luis Muñiz, propietario del bar «El Carmen», en Gijón, ve poco sentido a las medidas propuestas. «Con leyes como esta rozamos un extremo al que no se debe llegar. Si quieren que cierre mi bar que me lo digan directamente y les llevo mis llaves al Ayuntamiento. El problema es que los hosteleros no protestamos todo lo que deberíamos, ni sabemos atacar de verdad y así van las cosas. Hacen lo que quieren», se queja.

«Sólo falta que prohiban fumar en casa», se queja la avilesina Ainhoa López, mientras fuma un cigarro a la puerta de su trabajo, un espacio con repisa de más de un metro donde, si se aprueba la normativa que plantea el Principado, no se podrá fumar más. «La gente va a seguir fumando, por lo menos que haya sitios donde se pueda», reclama su compañera Julia González.

Cristina Cuervo cuenta que va a dejar de fumar porque volverá a practicar baloncesto. Sin embargo, afirma en relación a la nueva normativa que no dejaría de fumar porque se lo prohibiesen. «Son espacios al aire libre y la gente va a seguir fumando, no molesta a nadie», opina esta avilesina.

Isabel Menéndez, que regenta un comercio en Avilés, considera el anteproyecto del Principado «una ridiculez». «El hecho de que prohiban fumar en los locales no lo discuto, pero una marquesina al aire libre...», se queja. «Es como los americanos, que prohiben que fumes a menos de tres metros de un árbol», añade. Además, considera que la normativa «no se va a cumplir y es una cortina de humo para que no se hable de otras cosas».

Otros encuestados apuntan a esta misma tesis. «Así no te acuerdas de la hipoteca y te cabreas con el tabaco», opina Mila Manzano, otra empresaria avilesina. No es fumadora, pero explica que prohibir fumar bajo repisas o en marquesinas es «una estupidez». «Si el tabaco es tan malo, ¿por qué lo venden», se pregunta. Menéndez vaticina que todo quedará en «alguna llamada de atención por parte de la seguridad ciudadana». Y reflexiona que «la cortina de humo puede ser positiva o negativa, igual puede evitar hablar tanto de la crisis. Hay una psicosis que te consume», lamenta.

«La norma no se va a cumplir», consideran Eva Martínez y Sergio Álvarez en la terraza de un café avilesino. «Entiendo a la gente que no fuma, pero no creo que fumar en un sitio exterior vaya contra los derechos de nadie», valora Martínez. Ambos consideran que «no va a ayudar a que nadie deje de fumar». «Va a servir para lo mismo que las cajetillas en las que se incluyen fotos terribles sobre los efectos del tabaco. El que quiera va a seguir fumando», vaticina Martínez.

Pero el anteproyecto de ley no sólo se centra en el tabaco. Prohibe la venta y el consumo de alcohol por menores de 18 años, establece multas para los padres que permiten a sus hijos menores beber, y prohibe «la promoción del consumo de bebidas alcohólicas en establecimientos, locales y demás espacios autorizados para su consumo hecha mediante ofertas, premios, intercambios, sorteos, concursos, fiestas promocionales o rebajas de precios que incluyan las ofertas que se anuncian con nombres como "barra libre", "dos por uno", "hora feliz" u otros similares, que inciten al consumo abusivo e ilimitado». La normativa desciende hasta el punto de vetar que se ofrezca alcohol a menores de 18 años en las visitas a lagares, bodegas o plantas de producción o embotellado, donde deberán acudir siempre acompañados de mayores de edad.