Oviedo, Miguel L. SERRANO

Marcos Álvarez y Mónica Franco abrieron en 2007 un negocio de alojamiento rural en Piloñeta (Nava). Dos jóvenes treintañeros que apostaron por emprender en Asturias. El proyecto gustó tanto que en 2009, en plena crisis, el Principado le concedió el sello de calidad turística y año tras año era uno de los reclamos del máster de Turismo de la Universidad de Oviedo. Este mes, seis años después de su apertura, esta pareja gijonesa se ha visto obligada a clausurar su negocio, que también es su casa. En las próximas semanas, su banco les va a desahuciar y les va a dejar en la calle con su hijo Telmo, de veinte meses.

Tienen voluntad de pagar pero la entidad asturiana con la que siempre han trabajado, Cajastur Liberbank, no les quiere escuchar. Lo han intentado, sin suerte, de todas las maneras posibles. Y nada. «Estamos desesperados, desmoralizados. No me extraña que la gente acabe mal», explica este técnico de teledetección por la Universidad Politécnica de Madrid, que está recibiendo asistencia psicológica por primera vez en sus 38 años.

Esta pareja emprendedora pidió en 2007 una hipoteca por el 60% de la inversión para lanzar el primer hotel rural en Nava. Para concedérsela, el banco les pidió que vendieran su casa, y le hicieron caso. Han pagado seis años en los que han amortizado 100.000 euros más los intereses, cercanos al 8%. Ahora que les deben restan nueve años y les deben menos de la mitad les quieren desalojar. El banco es su único acreedor.

En 2011, cuando la crisis se agudizó, ellos ya avisaron a le entidad financiera de que tendrían problemas. Propusieron rebajar la cuota hipotecaria en torno a un 50%, hasta los 1.500 euros mensuales. Le mandaron toda la documentación de los últimos tres años del negocio para demostrar que sus ingresos habían bajado. Aceptaban un empeoramiento de las condiciones y matizaban que era con carácter temporal, hasta que remontase la crisis. Pero el banco ni les recibió ni les escuchó. La única vez que lograron reunirse con un directivo su frase les fulminó: «Estamos dejando que os pudráis».

La pareja dejó de pagar al banco en noviembre de 2012, un año después del aviso. «No podíamos afrontar las cuotas firmadas hace seis años porque la situación ha cambiado», asegura Marcos. Pero el banco se muestra inflexible. «Es un abuso de poder. Si eres mi único acreedor y quiero llegar a un acuerdo conmigo, ¿por qué no me lo facilita?», se pregunta. «Es un abuso de poder. Utilizan técnicas mafiosas para hundirte, para hacerte más débil y apoderarse de ti. Nos tratan como a despojos sociales y su único fin es llevarse todo lo que tienes», añade Marcos con voz entrecortada, con alma desesperada.

Esta pareja se conoció a los 15 años en el Instituto Roces, en Gijón, y desde entonces no se separaron. Se casaron en 2002 y poco después empezaron a darle vueltas a la idea de emprender. Apostaron por Asturias y ahora, dicen, Asturias, su banco, no les da una oportunidad. «¿De qué vale ser emprendendor? ¿Para qué los quieren? ¿Para especular con su trabajo? Nos están sacrificando. Al más mínimo problema te pegan un tiro en la nuca», insiste Álvarez, que nota cómo el tiempo se le acaba, cómo se le apaga su sueño, el de su mujer y el de su hijo.