Julio León Costales fue un hombre discreto, más bien callado y extremadamente tímido, que pasó buena parte de su vida de soltero impenitente dedicado a sus vibrantes pasiones: las cosas de Asturias y los asturianos -con especial atención a Mieres y su valle de San Juan, de los que escribió numerosas crónicas y cartas al director en LA NUEVA ESPAÑA, el diario que sentía como suyo- y una acendrada fe religiosa heredada de sus mayores, que le llevó, como si fuera un discípulo tardío de algunos místicos del Siglo de Oro, a restaurar capillas, recuperar procesiones y contar minuciosamente historias parroquiales. Conocíamos todo eso. Y también que, durante buena parte de su vida, fue un indesmayable fotógrafo por pueblos y caleyas de su geografía natal, territorio minero entre Murias y el Alto de Santo Emiliano, terraza ya de las Cuencas, bajo las nieblas del desmochado monte Polio. Lo que ignorábamos, más atentos a esas otras dedicaciones que le llevaron a ser galardonado con el "Mierense del año" en 1986, es el notable valor estético y documental de esas imágenes: un álbum de la vida y el tiempo, de sus luces y sus sombras, que ha sido cedido estos días al Muséu del Pueblu d'Asturies.

"Nos interesa tener testimonios reales de la vida de los asturianos. Por eso este archivo es muy valioso, porque documenta un valle concreto, rural e industrial a la vez, en una época en que hay aún poca fotografía", explica Juaco López, director del museo con sede en Gijón. La adquisición de este fondo documental, que reúne 4.111 negativos (es posible que se conserven algunos más en la casa solariega de los León, en la aldea mierense de Planta, en la Güeria de San Juan), ha sido posible por la generosa donación que acaban de rubricar los sobrinos del fotógrafo: Pilar, Carmen, José Manuel y María del Rosario. Esos negativos de 35 milímetros, en blanco y negro, ordenados y completados por una "libretina" en la que Julio León registraba fechas y datos de sus fotografiados, ocupan un arco temporal que va de abril de 1956 hasta agosto de 1969, aunque hay también imágenes de fechas más recientes.

"Es un archivo que aporta variedad a nuestro fondo y que guarda ciertas similitudes con el del fotógrafo Eladio Begega, dedicado a El Condado", indica Juaco López, impulsor de un depósito fotográfico que comenzó en 1992 y del que se hizo la primera exposición un año más tarde, con la obra de Modesto Montoto. El Muséu del Pueblu d'Asturies se ha puesto ya a digitalizar y catalogar estos 4.111 negativos para montar una próxima exposición (la Casa de Cultura de Mieres organizó una primera muestra pública tras el fallecimiento de Julio León, en Gijón, el 6 de septiembre de 2010, a los 80 años) y editar una selección de estas imágenes, en las que vemos siempre, como una marca de estilo, la complicidad de una mirada amiga.

Y es que Julio León, coautor de "Noticias históricas de Mieres" y del "Álbum fotográfico de Mieres", es el fotógrafo de su gente: vecinos, conocidos y parientes de los pueblos altos de la Güeria de San Juan. Y le gusta fotografiarlos en sus alegrías y tristezas, en sus labores y ocios, y hasta en la hora misma en que la muerte les sorprende. El fotógrafo, que ama su terruño y a quien en él vive, enfoca con soltura y desde la comprensión hacia los protagonistas de sus imágenes: mineros que van o vienen del tajo, familias al completo camino de las labores de la hierba, guardias civiles de ronda por parajes que muy poco antes habían frecuentado los del monte, mujeres en el lavadero o con los mondongos del sanmartín o a caballo, lecheras que regresan de dejar su mercancía en la villa, niños en el esplendor de una gran nevada o jugando al corro, a la puerta de la escuela de El Campu... "Es un gran testimonio de la vida real de los asturianos", subraya Juaco López.

A Julio León, que llegó a reunir una importante colección etnográfica en la vieja casona de Planta, donde nació en 1930, le interesa todo lo que tiene que ver con la vida de su gente, desde la cuna a la sepultura. Hijo de Manuel León Roces y de Mercedes Costales Pardo, llegó a trabajar en la mina La Centella siendo joven. Enfermó y perdió un pulmón. Pasó una larga convalecencia en Madrid, en el Sanatorio de La Fuenfría, de donde regresó a su Güeria de San Juan con una inquietud cultural que cultivaría toda su vida. Fue funcionario del Ayuntamiento de Mieres, en donde llegó a encargarse del archivo. Austero, conservador y reservado, tuvo sin embargo una cierta vocación aventurera, que le llevó, en los años setenta del siglo XX, a enrolarse de camarero en un barco para conocer mundo. Viajó también a Canadá y a Argentina para encontrarse con sus familiares y hasta se sumó a un viaje organizado para dar la vuelta al mundo. Y fue un gran amante de la montaña asturiana, de las aldeas perdidas, en las que encontraba con frecuencia un cacharro que rescatar y alguna vieja y hermosa palabra que anotar; también de la tonada, que ensanchó con la letra de alguna canción.

"Tenía siempre muchos deseos de saber", cuenta su sobrina Pilar Guerra León, a quien debemos el descubrimiento público de este notable legado fotográfico. No es difícil intuir que a su autor, personaje polifacético y silencioso, cordial sin estridencias, sensible sin afectación, le hubiera gustado saber que esas imágenes forman ya parte de la memoria de todos los asturianos.