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Fallece José Cosmen

Y Alsa abrió la muralla

José Cosmen se enorgullecía de haber convertido la empresa en el primer operador extranjero en China, un gran hito del grupo junto a la integración en National Express

Un autobús de National Express.

José Cosmen Adelaida podía contarlo recitando fechas exactas y, después de una búsqueda en su completísimo archivo, enriquecer el relato enseñando también todas las pruebas: recortes de prensa, contratos, documentos. Así explicaba que Alsa empezó a asaltar mercados al otro lado del mundo un 8 de septiembre, el día de la Santina de 1983, mientras él leía el diario económico "Cinco días". Encontró una reseña sobre la presentación en la feria de importación y exportación de Cantón, en China, de un dentífrico multiusos con supuestas propiedades curativas para enfermedades respiratorias. La bombilla de empresario cangués enrojeció de pronto y el presidente de Alsa decidió tantear la importación de aquella pasta de dientes milagrosa que prometía remedios para los numerosos pulmones enfermos de la Asturias de los ochenta. Resultó después que en realidad el dentífrico chino no curaba nada, pero donde se cerraba una puerta se abría una ventana y China podía no tener medicina para los bronquios, pero el mercado en plena apertura del país más poblado y el tercero más extenso de la tierra parecía ideal para la ambición de expansión de una empresa de autobuses.

Dicho y hecho, el 30 de noviembre de 1984, el sábado hizo exactamente 29 años, Alsa empezó a transportar pasajeros chinos en 24 taxis Toyota que inicialmente sólo tenían permiso para circular por el casco urbano de Shenzhen, provincia de Guangdong. El 5 de abril de 1984, José Cosmen firmó el contrato de constitución de la primera empresa con participación hispano-china, "Nanyio Shezhen Cº Transport Vehicles". En 1990, poco a poco, abriendo camino por terrenos sin desbrozar, sobreponiéndose a las secuelas de una colisión cultural desconocida, Alsa ya se había convertido en la primera empresa extranjera que explotaba líneas de autobuses en China. Se había abierto la muralla veinte años después de la primera línea internacional trazada por Alsa, un Oviedo-París-Bruselas en 1964.

José Cosmen se entretenía en el relato de la aventura asiática sin escatimar detalles, fechas y anécdotas con el orgullo de un recuento de resultados que casi tres décadas después hace que Alsa tenga en China más de 8.000 empleados, 5.000 autobuses, 167 líneas en 18 provincias, incluida una, Tianjin-Ruian, de 1.855 kilómetros... El patriarca podía bendecir su olfato con delectación. Su instinto y su temple. "Primero, conozcámonos; luego, hagamos negocios", decía que le decían los chinos. El país del sol naciente, con todas las dificultades del desembarco, con aquellas negociaciones pausadas, adaptándose "al estilo de la paciencia de Confucio", contaba Cosmen, era el gran hito en la expansión de su grupo empresarial. Al menos hasta que en 2005, en otra fecha señalada, al día siguiente del cumpleaños número 77 del gran impulsor de la compañía, Alsa firmó su integración en la multinacional británica National Express. Partiendo de las carreteras estrechas y sinuosas de Cangas del Narcea, del suroccidente asturiano, la empresa había cerrado el siglo XX llevando pasajeros en el extremo oriente y al entrar en el XXI volvía a darle otra vuelta al globo terráqueo, optando esta vez por la integración en un conglomerado que en el momento de la fusión era doce veces mayor que la corporación asturiana. Alsa había sacado billete a todo el mundo.

El acuerdo que se suscribió en Madrid pasadas las ocho de la mañana del 11 de octubre de 2005 era una fusión por absorción mediante la cual Alsa era aportada a National Express y la familia Cosmen Menéndez-Castañedo recibía a cambio el pago en efectivo de 217 millones de euros además de una participación en acciones del gigante británico equivalente al 9,9 por ciento de su capital. Hoy, después de varias vicisitudes accionariales, los Cosmen son el primer accionista del grupo multinacional, en el que controlan casi el dieciséis por ciento.

En aquel otoño de 2005, la empresa que José Cosmen sacó poco a poco de Cangas del Narcea salió de la bifurcación a la que se enfrentaba optando por el camino del liderazgo, aunque fuese a costa de sacrificar parte de su independencia. El acceso al accionariado de un gigante global como National Express integraba al grupo español más importante del sector en el mayor operador de transportes terrestres de Europa. Con más de 14.000 vehículos y 43.000 empleados, una facturación por encima de los 3.000 millones de euros y para Alsa la posibilidad de una salida hacia un área de actividad en la que no estaba presente hasta entonces, la de los ferrocarriles, donde el conglomerado británico gestiona el treinta por ciento de los tráficos de pasajeros en el Reino Unido.

Decidieron entonces crecer hasta donde no les era posible llegar en solitario. El aliado era potente y la estrategia, salvando las distancias, similar a la que a partir de 1960 puso en práctica la Empresa Cosmen con Alsa, cuando aquélla fue absorbida por ésta, mucho mayor, y mediante la adquisición progresiva de participaciones se fue haciendo con el control de la compañía. Todo lo importante ha pasado, antes y ahora, en el interior de la familia. Andrés Cosmen se hizo cargo de la tutela de la expansión en China. Su hermano Jorge representa al grupo en el consejo de administración de National Express.

En China, Alsa impuso un concepto occidental desconocido, el horario de salida fijo de unos autobuses que hasta el desembarco de la empresa asturiana salían cuando se llenaban y no conocían la tarifa de ida y vuelta ni el taxímetro. Pero nada comparable, contaba José Cosmen, al enigma de la escalada de robos que sufrieron los equipajes en sus autobuses. Sólo desaparecían objetos de valor, se perpetraban sin romper las maletas y continuaron incluso después de que la compañía reaccionase instalando un servicio de vigilancia intensiva y un sistema de facturación provisto de cintas transportadoras para tener los equipajes controlados en todo momento. No se esclareció el enigma hasta que un autobús tuvo una avería en ruta y hubo que abrir la bodega de los equipajes. Apareció entonces el culpable, un enano al que nadie había visto entrar ni salir porque había accedido al vehículo escondido en una maleta.

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