La Nueva España

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El periodismo es caro; el periódico, no

El diario, en papel o digital, tendrá que ser de pago, salvo que se encuentren otras formas de rentabilizar contenidos informativos que duran poco y exigen mano de obra especializada

Imagen de la edición digital de LA NUEVA ESPAÑA.

Llegó el futuro y sigo sin opinión sobre el futuro de la prensa escrita. Hay cosas muy presentes. Todo lo que puede ser digitalizado tiende a perder su soporte físico, lo que no habla muy bien del papel; pero ¿se habló bien alguna vez del papel de prensa?

Lo más incómodo de leer el periódico es el periódico. A los lectores de los diarios de tamaño sábana se les preguntaba si estaban haciendo la cama y en el parque y la playa, al papel de periódico le sale el alma de cometa. Cuando se domina la papiroflexia que permite su lectura y mejora su transporte, sigue manchando los dedos. El papel siempre se usó, antes que nada, para devaluar la función del periodista: "mañana envuelve un canario muerto", decía Walter Matthau en "Primera plana". Hay algo contraperiodístico en ello. Nadie le dice a Ferrán Adriá en qué se convierte su comida a las 12 horas.

"El papel ha muerto", proclaman algunos zombies del periodismo resucitados en gurús. Es la información, estúpido. ¿No decíamos que era información, que dejamos de vender papel en el momento en que costaba más cada ejemplar que su precio de venta y que la diferencia la pagaba la publicidad?

A internet le sobran apóstoles. Cualquier usuario ve sus ventajas presentes: más servicios, conocimiento y diversión del que el internauta podrá administrar en su vida. "Todo está en internet", sí, pero eso es la misma cosa que nada. "Todo" incluye lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, lo extenso y lo corto, lo útil y lo inútil. Sírvase usted mismo.

"¡El negocio está en internet!", sí, sobre todo en plataformas que dan servicios que, si los sabes usar, hacen la vida más cómoda, más ancha y más rica pero que muchas veces no saben cómo ser negocio y sólo lo son en expectativa (precio en Bolsa). La gente está en internet para hacer o encontrar algo. Aunque tener gente es negocio -publicitario- hay que "dar contenido" a Internet. "Contenido" son contenidos y "dar" es dar hasta que se estabilice una forma de vender o de rentabilizar. Muchos internautas salen pitando en cuanto la información cuesta dinero. Como lector, agradezco los periódicos que regalan todos sus contenidos. Aunque me escama algo: si el negocio no es vender una mercancía muy cara, ¿cuál es el negocio?

La información es cara aunque el diario sea barato. Para aquellos a los que nos gusta leer periódicos, se trata del euro y poco mejor gastado del día porque todavía no se ha inventado nada que por esa cantidad produzca más alegrías y disgustos, tantas ideas y tópicos, novedad y rutina. El periódico es un enorme espacio de muy amena exploración abierto a encontrar un tesoro o una mierda.

Por más que el kilo de periodista esté cada día más barato y se vendan como periodísticos productos hechos con cuarto y mitad de profesional, el periodismo siempre será intensivo en mano de obra. Necesita muchas cabezas, cada una con su boca que alimentar. Y buenas cabezas. El periodista siempre está en minoría frente a la actualidad (pasa más de lo que se puede contar) y en desventaja frente a los gestores políticos y económicos que quieren controlar su relato. ¿Le interesará a alguien en el futuro que exista un oficio que intente vigilar al poder, discriminar lo falso, contar lo que sucede y explicarlo? ¿Alguien va a pagar ese trabajo?

El periódico cada vez vale menos. Las noticias son sólo una parte de lo que ofrecen los medios escritos y no la que más se ha resentido. Hemos visto devaluarse otros contenidos que ofrecen los periódicos. Las mil razones que había para comprar un periódico se han reducido. Cuando llegabas a Madrid, buscabas alojamiento en el "Ya". En Barcelona se encontraba trabajo en los clasificados de "La Vanguardia". Aún hoy sabemos quién se muere en Asturias por las esquelas de LA NUEVA ESPAÑA. Un televidente ya no necesita el periódico para conocer la programación. La información meteorológica actualizada puede ser salvapantallas en tu móvil.

Las noticias se han visto devaluadas no sólo porque las dan otros medios que, además, aportan sonido, imagen, ambas cosas, inmediatez, instantaneidad. Los periódicos gratuitos hace años que pasaron a regalar la información nacional, internacional y los principales sucesos y espectáculos y algunos servicios. Cuando la falta de publicidad los retiró, mucha gente se había pasado a leer las noticias en el ordenador. Hay muchos contenidos de los viejos periódicos que cuestan, y valen, y sirven, pero ya no se paga por ellos.

El periódico cada vez vale más. Los diarios son audiovisuales en internet y la posibilidad de ofrecer contenidos no está limitada por la cantidad de papel que van a ocupar. La edición digital de LA NUEVA ESPAÑA ofrece en torno a 400 noticias al día. La de papel, unas 250. Es posible dar una mayor oferta periodística y es necesario hacer una mayor selección periodística. Falta personal y no la puede tirar Gasol. Hay más trabajo.

Los periódicos no pierden lectores, los ganan. En la suma de la edición impresa y la digital.

Muchos suscriptores de papel hacen del periódico su vademécum por la confianza que otorgaban a sus contenidos y porque -"vade", anda, y "mecum", conmigo- van con él a todas partes. Esa foto fija de ayer que se lee hoy está intercalada en su rutina.

La media de tiempo de lectura de los lectores de edición digital es de 16 minutos.

La primera página del periódico cuesta un dineral y muy excepcionalmente vende más ejemplares. Los periodistas que más cobran de la plantilla deciden y escriben ese destilado que tiene al mejor corrector en su máxima alerta. Casi la mitad de las personas empiezan el periódico por detrás o van directos a deportes, sucesos, espectáculos.

En el bar se ven personas a las que lo que más les gusta del café es el periódico por la forma en que se beben sus páginas. Otros lo ojean buscando algo que no encuentran.

En el periódico de papel es difícil saber lo que leen los compradores, pero en internet, como en la película policiaca española y en el simultáneo chiste del papel higiénico, "los ojos dejan huella".

Una de las secciones más frecuentadas de las ediciones digitales es la que ofrece lo último, lo más leído (lo que más interesa) y lo más votado (lo que más gusta).

"Lo último" es algo que el periódico no podía permitirse cuando sólo nombraba un objeto de papel. A cambio es muy difícil proteger la exclusividad de las informaciones propias. Tendrá que crecer la redacción de internet destinada a dar noticias de actualidad y filtrar las trolas que circulan por internet, una necesidad creciente también en papel; pero los informes, reportajes y análisis no se pueden hacer sin que sedimente la información y repose la opinión.

"Lo más leído" da pistas acerca de lo que interesa a los lectores que hasta el momento no podíamos calibrar con tanta finura. "Lo más votado" también, aunque es más manipulable.

Si leen distinto, ¿son lectores distintos?

Si lo que selecciona un diario en su primera página y lo más leído en internet fueran los únicos indicadores por los que nos guiáramos, saldría que o los periodistas o los lectores no saben lo que es un periódico.

Hace una semana murió Adolfo Suárez y ratificamos que España entierra muy bien. Todos los medios de comunicación abrieron con la noticia. En la página web la primera noticia relacionada con su muerte el domingo era la sexta más vista. Tenía 39.000 visitas menos que el partido del Real Oviedo, 19.000 menos que el clásico Madrid-Barça y 18.000 menos que el partido del Sporting. ¡Vale, es fútbol! El fallecimiento de Suárez también tenía siete mil visitas menos que la noticia de una mujer de 82 años muerta en accidente de tráfico en Oviedo.

Hay muchos correctores a estos resultados. La lectura de la edición digital de LA NUEVA ESPAÑA baja los fines de semana, cuando más sube la venta en papel. Suárez estaba en todas partes, el Real Oviedo, no. Es lógico que se busquen en LA NUEVA ESPAÑA las noticias más locales. Es seguro que el lector digital lee de otra manera, pica, puede saltar de cabecera para hacerse su propio diario con varios periódicos; pero, arrancadas esas capas, ¿cabe pensar que la página web tiene otros lectores, como ese ojeador del bar, que nunca fue comprador?

A su vez, en las ediciones digitales hay algunas noticias muy celebradas que no llegan al papel porque se mueren antes de llegar a imprenta, se caen en disputa del espacio con otras o, sencillamente, van por otros circuitos. No se pagaría el precio de un periódico por verlas impresas.

No cabe pensar que todos los lectores digitales son distintos de los de papel, pero sí discernir qué se ofrece gratis al que nunca pagó por el periódico y qué contenidos son de pago como han sido siempre.

¿Por qué pagar por la información? Porque cuesta. Y no poco. La obligación de los periodistas es hacer que, además de costar, valga. En esta sociedad de mercado la respuesta no puede ser que la información es gratis: la experiencia nos dice que la información que es gratis es propaganda o publicidad.

Está por ver cómo lograrán los empresarios rentabilizar el negocio periodístico que hasta ahora cambiaba cada mañana y costaba mucho dinero y ahora cambia cada segundo, sigue siendo muy caro y tiene menos publicidad y más barata en internet sin que cubra la bajada de los costes de producción y distribución.

Hay varias maneras que ya se ha visto que no son buenas para el negocio periodístico: buscar beneficios mayores de los que le han sido propios a lo largo de toda su historia ampliando a áreas del espectáculo que se rigen por otras cuentas (fútbol, cine). Mezclar periodismo y rascacielos cuando hay una burbuja inmobiliaria y crisis en la prensa. Regalando una mercancía que, por más que se abarate, sigue siendo muy cara.

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