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La "fórmula Álvarez": tesón, trabajo y control férreo

Presidente durante 25 años, aplicó su disciplina a la diversificación de una empresa que, bajo su mando, absorbió a su principal rival y se internó por la senda del endeudamiento

en los premios "príncipe de asturias". Con su esposa, María José Guil, a las puertas del Teatro Campoamor de Oviedo, en 2010. MIKI LÓPEZ

Con la muerte ayer en Madrid a los 79 años de Isidoro Álvarez Álvarez, nacido en Borondes (Grado) el 8 de junio de 1935, desaparece el tercer presidente en la historia de El Corte Inglés y la tercera figura más relevante en los 79 años de historia de este magno grupo español de la distribución, de capital familiar y propiedad asturiana, con ramificaciones industriales y financieras, y con presencia internacional en Portugal y, a través de sus filiales Sfera y Viajes El Corte Inglés, también en diversos países europeos, hispanoamericanos y de Oriente Próximo.

Con su fallecimiento desaparece también el mayor accionista individual de la organización, y el segundo más relevante, sólo por detrás de la Fundación Ramón Areces, de la que era presidente y patrono vitalicio y sobre la que ejercía el mismo control absoluto que sobre la empresa, un emporio que ocupa a 93.000 personas y que, aunque en esta crisis -entre 2010 y 2012- perdió el liderazgo comercial nacional a manos de Inditex y de Mercadona, sigue siendo la más importante cadena española y europea de grandes almacenes y la tercera del mundo, tras los grupos estadounidenses Sears-Kmart y Macys-Bloomingdale's.

Sobrino nieto del fundador, primer presidente y mayor accionista de El Corte Inglés durante 30 años (el moscón enriquecido en Cuba César Rodríguez, fallecido en 1966) y sobrino de Ramón Areces (segundo presidente y gran impulsor y gestor de la compañía hasta su muerte en 1989), Isidoro Álvarez ha sido el dirigente de El Corte Inglés que más poder llegó a concentrar en la compañía desde que esta dinastía de campesinos de la vega de La Mata, Llantrales y Borondes, en Grado, se hizo a fines de 1935 con la propiedad de una prestigio sastrería madrileña de caballero y niño llamada El Corte Inglés, propiedad de la familia Gordo y con orígenes en el siglo XIX.

César Rodríguez (el verdadero jefe del clan) y Ramón Areces (la cabeza visible del grupo durante medio siglo) ejercieron el liderazgo con una autoridad indiscutida e indiscutible, y con un acusado sentido jerárquico y estilo presidencialista, pero nunca llegaron a sumar tantas funciones simultáneas y cargos de responsabilidad en el grupo como Álvarez. Si César Rodríguez se apoyó desde 1935 en su sobrino Areces como director-gerente y luego como director general, y si Areces, convertido en presidente en enero de 1966, contó con su sobrino Isidoro Álvarez como director general desde aquel mismo instante, el ahora falleció suprimió la dirección general desde que accedió a la presidencia y cuando se produjo el retiro y fallecimiento del vicepresidente, Luis Areces, también esta figura fue extinguida. Hasta 2013 nunca hubo un "número dos", aunque algunos directivos aspiraron a ello. De modo que en el seno de la empresa se hizo famosa la expresión de que "en El Corte Inglés manda Isidoro, después Isidoro, después Isidoro y después nadie".

Sólo el verano pasado, a los 78 años de edad, Isidoro Álvarez accedió a designar como director general a su sobrino (hijo de su hermana) Dimas Gimeno Álvarez, con lo que por vez primera insinuó su probable decisión sucesoria y por vez primera también delegó poderes.

Y lo hizo en otro miembro de la dinastía, en lo que, de confirmarse, será la cuarta vez que el poder siga en manos de esta familia que, desde su origen campesino en Grado, ascendió a la condición de propietaria y gestora del gran símbolo español por antonomasia del consumismo, la sociedad opulenta y la abundancia, lo que aún se hizo más notorio en la sociedad española tras el declive y posterior desaparición de la organización rival, Galerías Preciados, fundada por un primo del primer presidente de El Corte Inglés, Pepín Fernández, también natural de Grado, y cuyas tiendas fueron adquiridas por Isidoro Álvarez en 1995.

Isidoro Álvarez ha estado 25 años en la presidencia de El Corte Inglés, dos más que su tío y antecesor, Ramón Areces. Y, aunque la permanencia de Álvarez al frente del emporio no llegó a alcanzar los 31 años que estuvo su tío abuelo César Rodríguez, la presidencia de Álvarez ha sido más intensa y volcada en el negocio porque el fundador, residente en La Habana hasta 1960, delegó durante años el día a día en Areces.

De manera que con la desaparición de Álvarez termina la etapa más dilatada de marcado carácter personal y en la que será imposible disociar la evolución del grupo, con sus éxitos y fracasos, de la gestión, el talento, el ímpetu y la capacidad de trabajo de Isidoro.

Porque si en El Corte Inglés es norma de la casa que la empresa es lo primero, y a ella han de supeditarse cualesquiera otros intereses, nadie llevó más lejos ese dictado que el propio Isidoro Álvarez. Su ejecutoria ha estado ligada las 24 horas del día a la compañía, más allá de sus escapadas a algunas cacerías -a las que era muy aficionado desde la adolescencia-, sus esporádicos viajes a Asturias y sus cortos veraneos en Guadalmina (Marbella). Los sábados por la tarde los dedicaba a inspeccionar sus tiendas, las juntas generales de accionistas las celebraba el último domingo de agosto y en sus desplazamientos al extranjero su prioridad era visitar grandes almacenes y centros comerciales.

Esta acusada laboriosidad lo había distinguido desde niño, cuando en la aldea de Grado en la que nació en 1935 combinaba los estudios con la ayuda a sus padres en las tareas campestres y en la labranza.

Desde su infancia, en la posguerra, cuando acompañaba a su padre a pie desde Borondes, en la parroquia de Báscones, al mercado dominical de Grado para vender los escasos sobrantes de la producción agraria de la familia, Isidoro y sus dos hermanos (César, ex director general de Induyco, el grupo industrial textil vinculado a El Corte Inglés, y María Antonia, la madre de Dimas Gimeno) conocieron el sacrificio, la penuria y la escasez, aliviados muy relativamente por el reducido sueldo del padre y un tío en la fábrica de armas de Trubia y la ayuda mensual que el pariente rico de América (el millonario comerciante y banquero César Rodríguez) les enviaba, al igual que a otros parientes, desde La Habana.

Fue en ese tiempo, como estudiante de primaria, cuando ya despuntó Isidoro Álvarez por su tesón, tenacidad y disciplina. Y fue entonces cuando sus maestros de Camales, Fuexu y Trubia elogiaron su afán por superar las dificultades del medio y progresar. Esa disposición al trabajo y al estudio le permitió acceder al protectorado del tío de Cuba.

César Rodríguez, presidente de El Corte Inglés y de Induyco en España, de los Almacenes Ultra en La Habana y consejero del Banco de Comercio y de diversos negocios industriales en Cuba, costeó sus estudios y el internado en el Colegio Auseva, de los Maristas, en Oviedo. El brillante expediente académico de Álvarez en el bachillerato, donde volvió a ser reconocido por el pundonor y el esfuerzo, le ratificó la confianza de César, hermano de su abuela paterna. Y en plena tragedia familiar por el fallecimiento del padre de Isidoro Álvarez -atropellado por un ferrocarril en Trubia-, César lo becó para que estudiara Ciencias Económicas en Madrid.

Ahí empezó la doble gran formación de Isidoro Álvarez: la académica, con profesores de primer nivel, como José Luis Sampedro, Enrique Fuentes Quintana, Juan Velarde, Manuel Varela Parache, José Castañeda y otros en la entonces Universidad Central, de Madrid, y la profesional. Porque fue entonces cuando para obtener algunos ingresos, César Rodríguez decidió que Isidoro empezara a trabajar por las tardes en El Corte Inglés a las órdenes de Ramón Areces.

Y lo hizo, de acuerdo con la cultura americana de la emigración, desde abajo, descargando camiones y compartiendo bocadillo y cigarrillos Celtas con los operarios. De ahí pasó al departamento de zapatería, donde en alguna ocasión atendió a su profesor Castañeda, afamado por su exigencia.

La conclusión de los estudios de Ciencias Económicas en 1957, con premio extraordinario, le abrió la puerta definitiva de El Corte Inglés. Se incorporó de pleno a la empresa por decisión de César. Dos años después, en 1959, su tío abuelo lo nombró consejero de El Corte Inglés y de Induyco, y le dio acciones de ambas sociedades, y ahí empezó el ascenso que, treinta años más tarde, en 1989, lo llevó a la presidencia.

Para que eso fuese posible, Isidoro aún tuvo que superar la prueba de su aceptación por Ramón Areces, consejero, director general, primer ejecutivo y previsible sucesor entonces del millonario astur-cubano. Areces fue reticente a la llegada de un joven miembro de la dinastía con los estudios universitarios y la formación de la que él carecía, pero más allá de algunos encontronazos -algunos dolorosos para Álvarez-, la convergencia y el entendimiento se produjo y ambos, Areces y Álvarez, acabaron formado un tándem indisociable. Álvarez fue plenamente leal a Areces y le dio pruebas de la aceptación del orden sucesorio y Areces lo distinguió con su confianza, que fue creciente una vez que en 1966 se produjo el primer cambio en la presidencia.

A partir de entonces, Álvarez pasó a ser director general y desde entonces fue el gran impulsor de las tiendas de gran magnitud, lo que acabó llevando a un esfuerzo, por imitación, que arruinó a su rival, Galerías Preciados, líder hasta fines de los años 60.

La hemiplejía que padeció Areces en los primeros años 70 aún le obligó a delegar mucho más en Isidoro, hijo de un primo, y la figura del ahora fallecido empezó a emerger en la organización con mucho más brío, aunque con la extrema cautela de no eclipsar a Areces, quien había pasado a ser no sólo el presidente sino también el mayor accionista del grupo, y a quien Álvarez consultó todas las decisiones hasta que Areces falleció en 1989.

Iniciativa de Isidoro Álvarez fueron los nuevos formatos y conceptos de tiendas (los hipermercados Hipercor, la supermercados Supercor, los Supercor Express, las tiendas de conveniencia Opencor, los establecimientos de mobiliario Vivir, la cadena de moda Sfera, las franquicias Tintoretto, Miguel Berbell, Bus Stop y otras). Y, aunque la actividad industrial textil (Induyco) y la fabricación de mobiliario de cocina (Moinsa y Forlady) se remontan a décadas antes, la entrada en la industria de la informática, del equipamiento militar y otras actividades tecnológicas llevan el marchamo personal de Isidoro Álvarez.

También la entrada como accionista en negocios ajenos fue una novedad en la historia de la empresa. Y lo mismo ocurrió con la aún hoy débil internacionalización del grupo, que empezó con Areces (el fracasado intento de los grandes almacenes Harris en EE UU, luego Gottschalks, clausurados por Álvarez), y que retomó Álvarez, con la implantación de los grandes almacenes e hipermercados en Portugal y la expansión de pequeños formatos (agencias de viajes y las tiendas Sfera) por tres continentes, aunque muy lejos de la proyección de otras cadenas rivales como Inditex y Mango.

Álvarez, convertido en presidente, impuso un estilo propio y modificó pautas en muchos ámbitos del negocio. Algunas modificaciones de la acrisolada cultura corporativa de la empresa y en la formación de equipos -que se habían basado siempre en la promoción interna- aún escuecen en la casa. Son heridas que tendrá que cerrar el sucesor. Al igual que la internacionalización insuficiente, cuyo impulso demanda el grupo para compensar su elevada concentración y saturación de centros comerciales en el renqueante mercado nacional. La misma compra de los grandes almacenes Galerías Preciados en 1995 fue un hito insólito y que supuso una revisión (con opiniones en contra dentro del consejo) de uno de los grandes preceptos que había establecido Areces, quien se había negado a quedarse con el rival en 1983 cuando, en plena reprivatización de Rumasa, se lo ofreció el Gobierno de Felipe González.

De la adquisición de Galerías procede la ruptura de otro axioma capital de la casa: no endeudarse. El poderío financiero y capitalista de César Rodríguez había permitido al grupo autofinanciar su meteórica y ambiciosa expansión por España a partir de 1962 sin incurrir en deudas. Ahora el endeudamiento bancario del grupo es muy alto y éste será la otra gran asignatura pendiente del grupo. La reciente incorporación al consejo y como adjunto a la presidencia del financiero Manuel Pizarro es indisociable de ello y de la defensa de los intereses acreedores de la banca.

Isidoro Álvarez, que permanecía soltero, se casó en los primeros años 90 con María José Guil Navarro, viuda del hostelero madrileño Alfonso del Rey Cámara. Álvarez adoptó a las dos hijas del primer matrimonio de su esposa, que ahora llevan su apellido y que serán herederas de la gran fortuna del empresario, uno de los más acaudalados del país. Una de sus hijas está casada con un hijo del financiero Juan Abelló. Se estima que la participación accionarial de Isidoro Álvarez en el capital social El Corte Inglés puede situarse en el 25%. Además, en tanto que presidente de la Fundación Ramón Areces, ejercía el poder sobre otro 40% de los títulos aproximadamente en manos de esta institución.

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