La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Llamazares cuelga las botas

El subteniente del GREIM de Mieres, con más de 400 rescates de montaña en la mochila, deja la Guardia Civil y se dedicará a la abogacía, "otro enfoque de la ley"

El subteniente José Luis Llamazares muestra el material del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña de Mieres. J. R. SILVEIRA

El subteniente José Luis Llamazares González (León, 1954), una leyenda como rescatador en la Cordillera y los Picos de Europa, se jubila de la Guardia Civil tras vestir el uniforme durante la friolera de cuarenta años y 112 días, la mayor parte desde noviembre de 1976, en el Grupo de Rescate e Intervención en Montaña (GREIM) de Mieres. Llamazares se va del Grupo de Montaña de la Benemérita con la satisfacción de haber participado en 435 rescates y salvado un montón de vidas. También con la tristeza de haber dejado grandes compañeros en el camino, los últimos en el accidente de helicóptero de Maraña (León), en el que fallecieron tres guardias, entre ellos un amigo íntimo de Llamazares, el capitán Emilio Pérez Peláez. "Fue un trago muy fuerte, nos conocíamos desde hacía muchos años, habíamos hecho el curso de sargento juntos", afirma.

Ahora se dedicará a otra carrera, la de la abogacía. Durante siete años se dedicó a sacarla -llevándose los libros incluso al Picu Urriellu, donde leía ayudándose de la luz del frontal, durante los entrenamientos- y la compagina desde hace tres con su labor en la Benemérita. A partir del 22 de diciembre, fecha en la que cumple 60 años y deja la Guardia Civil, será su única actividad.

Sus ojos se humedecen al repasar una carrera que le ha valido cinco medallas y tres cruces. "Para mí la montaña lo fue todo, divertimento y trabajo. Vivir y realizarme en ella ha sido extraordinario, sobre todo en una montaña como la asturiana, de una belleza inconmensurable. Por eso siempre digo que nadie suba solo, las cosas bellas hay que compartirlas", señala este apasionado de Peña Ubiña, de Pajares, de las gentes de Tuiza y Bulnes. Porque Llamazares jamás ejerció con frialdad, y menos altanería. "Me voy con una mochila repleta de grandes amigos. Siempre me gustó hablar con la gente, sentarme con el paisano, como Ramonín, el de Tuiza de Arriba", dice.

La Guardia Civil ha cambiado mucho desde que llegó en 1974. Su primer destino fue en Turón, pero al año siguiente ya hizo el curso de montaña. "Al principio, en Pajares y San Isidro (que luego pasó a depender de Sabero, en León) hacíamos de todo, desde orden público hasta socorrismo, y llevábamos los servicios de Medio Ambiente, antes del Seprona, caza, pesca, control de basureros, incendios...", rememora. "El primer jersey para el frío me lo hizo mi madre, teníamos el único Land Rover de la Comandancia. Menos mal que Chus Valgrande (el esquiador olímpico Jesús Suárez-Valgrande, impulsor de la estación de Pajares) nos regaló bajo manga unos esquís y unos pantalones pulgueros", relata.

A Llamazares le costó convencer a los mandos de la necesidad de cuidar el Grupo. "Pedía diez clavijas para escalar para cada agente y me contestaban que con una para cada uno era suficiente. Hemos tenido el handicap de los helicópteros, los BO no están suficientemente dotados para actuar en montaña, pero lo suplimos con unos grandísimos pilotos", añade. Considera que la Guardia Civil debería contar con helicópteros especializados en montaña, dotados de grúas. "Con una de ellas se hubiesen evitado los tres muertos de Maraña", sentencia.

Los guardias ahora llegan con una preparación distinta, "diferente", con entrenamiento en barranquismo, espeleología, "con un gran nivel en cuestiones físicas y técnicas, en legislación". Ahora en Mieres hay ocho agentes y la unidad "está encarrilada". Llamazares distingue entre rescates y auxilios. Un rescate exige material especial de montaña y jugarse el tipo. "Llegar y bajar a un tipo que se ha perdido es un auxilio, y de ésos hemos realizado 6.514 desde 1979".

El subteniente puede decir que ha estado en las operaciones más difíciles que se hayan realizado en la montaña asturiana. Participó, por ejemplo, en la búsqueda durante cinco meses de los montañeros ovetenses Héctor Centeno y José Luis Cabal, sepultados por un alud en Peña Ubiña, el 5 de enero de 1986, en la que llegaron a estar 600 personas. "Sus padres son como de la familia para mí, convivimos diariamente durante cinco meses", asegura.

Técnicamente, el más difícil fue el rescate del espeleólogo húngaro Gabor Windhoffer, fallecido al precipitarse, el 21 de julio de 2005, por la grieta de la cueva Torca del Cerro (Cabrales). La dirección de aquel rescate le valió una Cruz al Mérito Civil. "Fue una operación compleja, con tres grupos, había que poner a gente a 300 metros de profundidad. Cuando terminamos, me derrumbé exhausto en el helicóptero", recuerda.

La montaña, dice, ha cambiado. "Si antes subían cuatro, ahora, cuatro mil. Habría que decir a la gente que sólo avise cuando realmente lo necesite, para que no pase que sacas a dos que no tienen nada y al tercero llegas cuando está muerto. Antes la gente se pasaba dos o tres días en la montaña y no pasaba nada. Ahora, uno está un par de horas perdido y ya considera que debe ser rescatado", indica.

Llamazares el letrado está inscrito en el turno de violencia de género. "La abogacía me permite otro enfoque de la ley", asegura un hombre que también ha cultivado las letras. Ha publicado cuatro libros y acaba de remitir a la Dirección General de Deportes la "Ley de la nieve", un texto que podría ser aprobado por el Gobierno en forma de reglamento.

Compartir el artículo

stats