La Fiscalía remonta las andanzas delictivas de Renedo a 2003 cuando empezó a lucrarse con subvenciones falsas a nombre de inmigrantes, que ella cobraba en cuentas abiertas ex profeso. Con el tiempo, ya en la Consejería de Cultura, fue refinando el método, falsificando las firmas de sus superiores y creando empresas ficticias, para desviar cantidades cada vez mayores. Posteriormente, en el enjuague intervino Igrafo, con contratos falsos como el mobiliario de un centro en Belén (Valdés).