Juan Carlos Susano Álvarez se despertó a primera hora de la mañana con cierto nerviosismo. Ya no sabe si abrir o no el bar que regenta en Cerredo (Degaña). Está casi tapiado por la nieve. Él recuerda muy bien la última nevada de las mismas características, "aquélla de enero de 1981", cuando tuvo que enterrar a su abuelo y para que pasara el coche fúnebre al cementerio "hubo que coger pico y pala". Dice que esta vez está nervioso y, sobre todo, enfadado. Cerredo, el pueblo más alto del concejo de Degaña y el que más población concentra del municipio, está aislado. La estampa es perfecta para hacer una fotografía llamativa, pero no para vivir en el lugar. "Así no se puede estar", dice Juan Carlos Susano, de 51 años. "Y lo peor de todo es que la ayuda no llega", lamenta.

En Degaña, además de empezar a odiar la nieve, están indignados. El alcalde, José Manuel Fernández, 'Pepo', dice que se les está negando una ayuda a la que tienen derecho "como cualquier habitante de Asturias". Anteayer cursó una petición para que la Delegación del Gobierno solicitara la intervención de la Unidad Militar de Emergencias (UME). No llegó. Por eso, el Ayuntamiento ha contratado dos máquinas quitanieves, pero el pronóstico es malo. "Ni así damos abasto", explica el regidor.

El concejo, 1.324 habitantes y 87 kilómetros cuadrados, se congela y teme por la falta de víveres. Juan Carlos Susano asegura que Cerredo se lleva la peor parte por estar tan alto. "Yo de momento tiro con la mercancía del bar, pero esperamos que esto pase pronto", dice. Cada día son menos los vecinos que se paran o salen de casa a tomar algo. Ayer, sábado, por la tarde en la barra había ocho personas, cuando lo habitual es que al menos se reúna una treintena. Su bar tiene dos puertas y por una no se puede entrar. "Imposible, habría que estar un día trabajando para quitar la nieve", detalla. Por la otra sí ha abierto un acceso no sin esfuerzo, "un agujero, a duras penas".

La nieve pasa de los dos metros. Algunos vecinos calculan dos metros veinte. Otros, dos metros cincuenta. Depende de dónde se mire y de lo cerca que estén las casas. "Cae de los techos y se acumula en las puertas y en las ventanas de las casas, ¡y que no te pille limpiando!", dice Susano. En Cerrero ya hay que lamentar sucesos. Se ha caído el tejado de la bolera, donde se juega al bolo vaqueiro, y hay tejados de casas casi abandonadas o viejas que están a punto de hundirse. "La nieve, que ya pesa, en todos los sentidos", indica Susana Rodríguez. Ella se ha quedado sin gas butano. No hay posibilidad de comprar bombonas. Las dos tiendas del pueblo ya no tienen suministro y nadie se arriesga a salir del pueblo en busca de suerte. "Me salvé porque tenía reserva mi suegra, si no estaríamos sin agua caliente en casa", detalla.

La única posibilidad de salir de Cerredo con ciertas garantías, prosigue Susana Rodríguez, es recurrir a la carretera privada que da servicio a la mina y llevaría a Páramo del Sil. "Pero ésa es la mejor opción si tienes un buen coche", indica. Tampoco los mineros lo están pasando bien. Pueden ir a trabajar porque la empresa les recoge en un todoterreno. "Algunos van caminando y muertos de frío", dice Ángel Álvarez, de 46 años y vecinos de toda la vida de Cerredo. Él tiene dos hijos, dos gemelos de 9 años. Hasta los más pequeños "se están cansando de la nieve". No van al colegio desde el pasado martes.

Ayer apenas nevó, "pero ahora hiela y a ver cómo se deshacen todos estos montones gigantes de nieve", dice Ángel Álvarez. Él reza para que sea pronto. Su casa es una de las más altas de Cerredo. Ya no tiene carbón para abastecer la caldera, y no puede subir más material en las condiciones que está la vía que lleva a su hogar. "Ahora a mirar bien al cielo y al vecino, lo primero por si escampa y lo segundo por si se necesita ayuda", dice. La gente más joven del pueblo retiró parte de la nieve de las zonas públicas y también lo hizo Estanislao Álvarez, de 78 años. Ayer se pasó toda la tarde "paleando nieve", como no recuerda en su larga vida.