La décima legislatura del Principado calentará motores con la votación para elegir a la Mesa de la Junta, el órgano que durante los próximos cuatro años regirá el funcionamiento del parlamento asturiano. Los acuerdos que se tejen para designar al presidente, los dos vicepresidentes y los dos secretarios de la Junta General del Principado sin ser definitivos sí que suelen dar pistas del terreno de juego en el que se disputará la legislatura y sirven de test de estrés para medir el alcance y visualizar las primeras alianzas. Al menos así ha ocurrido en los dos últimos antecedentes, en 2011 y 2012.

La elección de la Mesa de la Junta es el primer hito de toda legislatura. El órgano de gobierno del parlamento asturiano tiene cinco puestos por lo que no habrá sitio para los seis partidos salidos del 24-M con representación parlamentaria, PSOE, PP, Podemos, IU, Foro y Ciudadanos. En el mejor de los casos un grupo parlamentario se quedará fuera pero en función de las alianzas que los partidos sean capaces de negociar las combinaciones resultan de lo más diverso y variopinto.

El reglamento de la Cámara prevé tres votaciones distintas para elegir al Presidente, los Vicepresidentes primero y segundo y los dos Secretarios. Con ese mecanismo, en el caso de que todos los partidos se votaran a sí mismos sin llegar a ningún entendimiento previo, los dos mayoritarios, PSOE y PP, se repartirían los cinco puestos ya que el reglamento de la Cámara no marca ningún criterio de pluralidad. Este es un escenario que, a priori, parece improbable ya que cabe suponer que el resto de formaciones tratarán de aprovechar el retroceso del bipartidismo para ganar posiciones en el hemiciclo regional. Otra alternativa sería que todos los partidos se alineasen contra el PSOE. En ese caso los socialistas tendrían dos representantes en el órgano de gobierno de la Junta, lo que le daría una cierta posición de ventaja sobre el resto de formaciones que tendrían, a lo sumo, un diputado. Y en el caso de que otra formación distinta a la ganadora se enroque y plantee que los cinco puestos se asignan en función del peso específico de cada grupo parlamentario correría el riesgo de quedar excluido en caso de una alianza del resto de partidos.

En definitiva, las urnas del 24-M han dado como resultado un escenario en la Junta General tan endemoniado como apto para combinaciones que, por fuerza, serán objeto de negociación entre bambalinas parlamentarias. Ahí está la historia reciente del parlamentarismo asturiano como prueba del algodón. En 2012, un debutante como Ignacio Prendes que había obtenido un solo escaño al frente de UPyD consiguió hacerse con uno de los cinco sillones de la Mesa de la Junta pese a que no le correspondía ni de lejos. El argumento esgrimido para justificar la incorporación de un partido con un solo parlamentario al órgano de gobierno de la Junta General fue la conveniencia de garantizar la pluralidad.

La entrada de Ignacio Prendes en la Mesa de la Junta, con la consiguiente cuota de asesores, unido a la entrega a IU del senador autonómico que le correspondía al PSOE por los resultados autonómicos acabó allanando el acuerdo para que Javier Fernández fuera elegido presidente en la primera votación con mayoría absoluta. Con el discurrir de la legislatura aquella concesión socialista sirvió para que la unión de tres grupos sin mayoría en el hemiciclo (Foro, IU y UPyD) acabara por controlar la toma de decisiones en el órgano de gobierno, donde cada integrante tiene un voto. Sólo un año antes, socialistas y populares habían alcanzado un acuerdo para que la Mesa de la Junta estuviera presidida por Fernando Goñi. Aquella alianza evitaba que un candidato de Foro presidiera el parlamento autonómico y, sobre todo, que el partido que había roto por primera vez la hegemonía del bipartidismo en Asturias no controlase tanto el Ejecutivo, con Francisco Álvarez-Cascos, como la Cámara autonómica, una tesis que sin embargo no tuvo prolongación en la legislatura que ahora termina y en la que el PSOE, con 17 escaños, dominó el Ejecutivo y el Legislativo. Aquel entendimiento entre socialistas y populares fue objeto de reproche por parte de los foristas, que encontraron en él la excusa perfecta para profundizar en el discurso del "pacto del duernu", al que Cascos había recurrido con machacona insistencia durante la campaña electoral.

Con estos antecedentes todavía muy frescos, los "fontaneros" de los partidos tirarán en los próximos días de calculadora para cuadrar un sudoku que satisfaga sus expectativas y, de paso, encaje en sus estrategias. Los acuerdos sobre este tipo de votaciones, no obstante, suelen cerrarse "in extremis", casi a medio camino entre los pasillos de la Junta y el hemiciclo donde se celebran los Plenos porque los partidos suelen preferir guardar sus bazas hasta última hora y jugar, en la medida de sus posibilidades, con el factor sorpresa.