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El traductor del lenguaje canino

"A los perros no hay que enseñarles habilidades, sino ayudarles", dice el único etólogo que practica técnicas psicológicas para animales en Asturias

Por la izquierda, Virginia Nieto, Alberto Macías y Ángel Sánchez con su perro "Pim". JUAN PLAZA

Es falso el mito que cuenta que si un perro mueve a toda velocidad el rabo quiere decir que está feliz. Igual de falso que otro que indica que si un cachorro llega antes de los dos meses a su nuevo hogar se adaptará mejor a sus amos. Y también es mentira decir que un can es peligroso si se comporta de forma violenta. El salmantino Alberto Macías podría seguir así horas, desmontando algunas de las leyendas más extendidas sobre los animales de compañía. Este profesional es el único etólogo que ejerce en la región la atención de perros y gatos desde una perspectiva predominantemente psicológica. "No se trata de enseñarles habilidades, sino de comprenderlos y ayudarlos", explica este joven, que detesta utilizar la palabra mascota. "Estamos acostumbrados a que nos digan que un caniche sólo sirve para posar en un concurso de belleza y un pastor alemán para vigilar una finca. Pero no es así, tenemos que empezar a cambiar de mentalidad", sostiene. "¿Cómo? Entendiendo que un perro y un gato son ante todo animales, pero animales con una personalidad propia", remata.

Macías, que trabaja junto a la bióloga Virginia Nieto, pone como ejemplo el conflicto que a menudo se genera entre un gato y su dueño. "Un gato no es un animal social -empezó a entrar en las casas hace 200 años, mientras que la domesticación de los canes comenzó hace 20.000 años- y necesita un espacio tridimensional. Es decir, necesita subirse en un determinado momento a la nevera, porque esa es su filosofía. Sin embargo, cuando eso sucede le gritamos", comenta. El etólogo también se refiere a las razas peligrosas. Según explica este profesional, no hay canes malos y buenos por naturaleza. "Un pitbull no es agresivo por genética, sino porque ha sido diseñado para ello. Depende mucho del propietario", asegura. De hecho, los expertos sostienen que todas las razas peligrosos lo son por acción del hombre. Y que algunos de esos perros, cuya función fue correr detrás de los esclavos (como el fila brasileiro) eran maltratados, recibían una mala alimentación y vivían encadenados, sin poder entrar en contacto con ningún humano. De cualquier modo, agrega Macías, si un perro actúa en un determinado momento de forma agresiva, sepa su dueño que lo normal es que lo haga por miedo.

Sin embargo, todo ello se esconde bajo un mercado que sólo explota la estética de los animales. Muchos incluso han sido fabricados por el hombre para satisfacer sus deseos. Esto pasó con el bulldog francés o el gato persa, como indica Macías, muy crítico con el sistema. "Los dos surgieron a partir de alteraciones genéticas y directamente los hemos roto. Tienen unos problemas respiratorios tremendos", lamenta. Por acción de este mercado, el especialista también denuncia que los criadores venden cachorros con menos de dos meses. "Eso es terrible y puede repercutir de forma negativa en su desarrollo. Puede generarle agresividad o producirle un trastorno del apego. Hasta los cuatro meses no se debería de entregar ninguno. Es tiempo para que aprenda a jugar con sus hermanos, a socializarse?", manifiesta.

Aparte de sensibilizar a la población asturiana con todos estos casos, la función del etólogo Alberto Macías es trabajar por el bienestar del animal. Lo hizo con "Pepe Pimienta", para sus dueños "Pim", un bodeguero de año y medio de edad tremendamente activo que no dejaba descansar ni un minuto a su dueño, Ángel Sánchez. Tras unos meses de terapia, "Pim" ha conseguido controlar su efusividad. La clave, según precisa Macías, es trabajar el autocontrol y crear rutinas, de forma que el perro aprenda a estar calmado. En ello no sólo tiene que involucrarse el perro, sino también el propietario. "El dueño se tiene que implicar para mejorar la convivencia, es fundamental", expresa Macías. El resultado en este caso no pudo ser más satisfactorio. "Ha pegado un cambio radical y la convivencia es fantástica. Me ha dado la vida", dice Sánchez.

Este madrileño, afincado en Gijón, siempre tuvo claro que lo que quería era un etólogo para tratar a su mascota. "Me gustan mucho estos temas y sabía que existía esta rama", cuenta. Sin embargo, muy pocos conocen todavía esta especialidad veterinaria. "Aquí la mayoría atiende a la cultura del parque, como digo yo. Poca gente acude a un profesional para ayudar a su perro. Y, en muchos casos, lo que hacen es darle golpes, pensando que así van a modificar su conducta", lamenta Ángel Sánchez. Incidiendo en esta idea, Alberto Macías destaca que a un animal hay que comprenderlo en vez de castigarlo. "Los palos no sirven para nada", concluye.

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